Editorial, EL CORREO, 26/9/11
El PNV evidenció ayer que vive un momento comprometido frente al ascenso de Bildu
El PNV celebró ayer su Alderdi Eguna en un momento desconcertante para sus bases, habida cuenta del desafío que la exitosa irrupción institucional de la izquierda abertzale supone para quienes han labrado sus convicciones en la hegemonía sobre el campo nacionalista, coincidiendo además con el día elegido por los presos de ETA para escenificar su adhesión al Acuerdo de Gernika. El partido de Urkullu se había propuesto dar ayer inicio al curso político con el primer gran acto de la campaña para unos comicios, los del 20 de noviembre, que se le presentan ciertamente comprometidos tras los resultados de las municipales y forales pasadas. Pero el protagonismo adquirido por los herederos de Batasuna ha agudizado el crucial reto que para el PNV entraña la confrontación entre las dos corrientes del abertzalismo, especialmente cuando se adivina un cambio de ciclo en la política española que podría desnortar a la militancia jeltzale, al contemplar con escepticismo la compatibilidad entre el pragmatismo institucional de los últimos años y un soberanismo poco más que verbal. El PNV corre el riesgo de verse atenazado entre las tentaciones de una radicalidad que le permita salir al paso del ascenso de la izquierda abertzale y un retraimiento impuesto por la limitación de su campo de juego. La perspectiva de volver a Ajuria-Enea tras las autonómicas previstas en 2013 aparece como el horizonte que aliviaría la inquietud jeltzale. Pero ahora los temores se refieren al precio que puede verse obligado a pagar para alcanzar un objetivo que se vuelve incierto. El riesgo no es que, como hace una semana advirtiera el lehendakari López, se le haga la campaña electoral a Bildu. El peligro mayor es que los excesos de cautela y los silencios mal entendidos den carta de naturaleza a las demandas de la izquierda abertzale permitiendo que el clima de confusión varíe el orden de los factores establecidos por los demócratas y que ETA logre posponer, una vez más, su ineludible desaparición. Es lo que evidenció ayer el discurso de Urkullu cuando, tras advertir que Euskadi no debe nada a ETA ni a la izquierda abertzale, incurrió en la habitual concesión al mundo radical declarando que es el momento de «arriesgar» para alcanzar la paz definitiva.
Editorial, EL CORREO, 26/9/11