Rivera cede a la lógica democrática

ABC 10/08/16
EDITORIAL

· Ciudadanos estrena una nueva etapa política, con los criterios de responsabilidad que desde estas mismas páginas editoriales se le habían reclamado por el bien de España

Las condiciones fijadas por Rivera para iniciar una negociación que desemboque en el apoyo explícito a la investidura de Rajoy constituyen un precio asumible por el Partido Popular

ALBERT Rivera culminó ayer el giro estratégico de Ciudadanos ante la investidura de Mariano Rajoy, poniendo seis condiciones al PP para pasar de la abstención al voto afirmativo. Rivera se explayó en un análisis justificativo de la decisión de su directiva, insistiendo en los bloqueos sucesivos de Rajoy y de Sánchez. Su comparecencia era complicada, porque tenía que certificar la eliminación del veto a Rajoy y el giro de la abstención al «sí». De hecho, el nivel de exigencia hacia el candidato popular es bastante superior al que impuso a Pedro Sánchez en su fallido intento de investidura de la pasada legislatura, con la diferencia de que Rajoy ganó claramente las elecciones con 137 escaños el 26-J y el PSOE quiso ocupar La Moncloa con solo 90 tras el 20-D. En cualquier caso, Ciudadanos abrió ayer una primera puerta a la gobernabilidad de España después de casi 300 días de incertidumbre, aplicando los criterios de responsabilidad que desde estas mismas páginas editoriales se habían reclamado por el bien de España.

El paso dado por Ciudadanos puede redundar en la apertura de un horizonte de estabilidad política para el país. Las condiciones fijadas por Rivera para iniciar una negociación que desemboque en el apoyo explícito a la investidura de Rajoy constituyen un precio asumible por el PP, toda vez que algunas exigencias ni siquiera son nuevas. Cuatro tienen que ver con la corrupción y están planteadas en términos tan genéricos que Rivera haría bien en aceptar matices en beneficio de su propia propuesta. Tan injusto es criminalizar a todo un partido con larga experiencia de gobierno, como reducir la corrupción al Partido Popular. Basta mirar al PSOE andaluz, cuyo gobierno se sostiene gracias a Ciudadanos. La imputación que obligue al cese de un cargo público debería ser estrictamente judicial, no bastando la mera admisión de querellas o denuncias, ni investigaciones policiales no avaladas por un auto de encausamiento. Incluso sería razonable esperar a la apertura de juicio oral para hacer efectiva esa responsabilidad política. La eliminación de aforamientos es muy compleja y exige concretar cuáles se verán afectados, porque los hay políticos (cargos nacionales y autonómicos) y profesionales (jueces, magistrados, policías), constitucionales (como los de diputados y senadores) o previstos por estatutos autonómicos; así que o bien hacen falta mayorías absolutas del Congreso que Ciudadanos no garantiza al PP o hay que esperar a que sean las comunidades autónomas las que insten la reforma estatutaria pertinente. La prohibición de indultos por corrupción estaba ya implantada de hecho y ningún gobierno dudaría en incorporarla. La comisión parlamentaria para investigar la financiación del PP es la condición más espinosa para los populares, aunque los escándalos de Bárcenas y cuanto significan para este partido ya han sido depurados por las urnas. La reforma de la ley electoral y la limitación de mandatos del presidente del Gobierno podrían calificarse como básicos y perfectamente aceptables por el PP.

Ciudadanos emplaza al PP a analizar sus condiciones sin euforia, pero también sin prejuicios. La reunión de hoy entre ambos ayudará a clarificar el alcance de este giro del que Rivera puede salir reforzado, si bien el ganador de las elecciones y el elegido por los españoles para presidir el país es Rajoy. El bloqueo al que los partidos perdedores han sometido a la voluntad de la mayoría no pasará a la historia como un ejemplo de conducta democrática. De hecho, el problema sigue siendo el PSOE, que, desde ayer, agudiza su fuera de juego en el escenario político. Si cuaja el pacto entre Rajoy y Rivera, la abstención socialista ya no será mancomunada con la de Ciudadanos y aislará al PSOE en el fracaso de su discurso contra el PP.

Rajoy ha hecho lo que le pedía Sánchez, pactar con Ciudadanos, y con Coalición Canaria alcanzará 170 escaños. Caben otros registros posibles para aumentar ese número, como la abstención del PNV –en garantía de lo que pueda necesitar del PP tras las elecciones vascas–, pero lo sensato es que el PSOE deje de ser el perro del hortelano, que ni gobierna ni deja gobernar. Lo que menos puede preocupar a España es el futuro político de Sánchez, así que es mejor que el PSOE asuma que le toca apurar su crisis interna, tomarse un tiempo en la oposición y servir a España con su abstención en la investidura de Mariano Rajoy.