Álvaro Nieto-Vozpópuli
Una mayoría de españoles, nos guste o no, se considera de izquierda, o más concretamente de centro-izquierda. Así lo demuestran todos los estudios realizados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) desde su fundación, incluso durante los periodos en que sus dirigentes fueron nombrados por gobiernos del Partido Popular.
La afirmación anterior tiene su base en una pregunta que sistemáticamente hace el CIS en todos sus barómetros políticos y que solicita a los entrevistados que se coloquen en una escala del 1 al 10 donde 1 representa la extrema izquierda y 10 la extrema derecha. Y siempre suele salir una media de entre 4,5 y 5. En el último sondeo, publicado el jueves pasado, los españoles se situaban de media en el 4,6.
Pero, siendo ese dato revelador, lo más significativo es comprobar cómo, si rompemos la escala en dos mitades iguales, resulta que en el lado de la izquierda se colocan el 62,1% de los españoles y, por el contrario, en la mitad de la derecha sólo se sitúa el 22,5%. El resto prefiere no contestar.
A estos resultados se le pueden poner dos objeciones. La primera es que no nos merezca ningún crédito el trabajo del CIS y la segunda es que pensemos que una parte de los españoles miente o que, simplemente, por puro esnobismo o complejo, deciden situarse donde en realidad no se encuentran desde el punto de vista ideológico.
Las dos objeciones son legítimas, si bien más la segunda que la primera. Es posible que una parte de los españoles todavía no se atreva a catalogarse como de derechas, pero poner en duda el trabajo del CIS en este caso es absurdo, pues esa pregunta siempre ha dado el mismo resultado y sus cifras no están sometidas a ninguna cocina posterior, como sí pasa con las estimaciones de voto, tan polémicas en esta última etapa del señor Tezanos. Hay que recordar que el CIS es el instituto demoscópico que más y mejor pregunta en España, con entrevistas personales en los domicilios, algo que ya nadie hace.
PSOE = España
Esa pregunta del CIS es una de las claves de sus barómetros porque nos dice dónde están los españoles y cuáles son los potenciales nichos de voto que tienen que buscar los partidos. La gran virtud de Felipe González fue hacer del PSOE el partido más parecido a los españoles. Es por eso que, sistemáticamente, cuando en la siguiente pregunta el CIS le pide a los encuestados que sitúen en la misma escala a los diferentes partidos políticos, el PSOE suele quedarse muy cerca de la media de donde se colocan los españoles. En esta última ocasión, por ejemplo, los encuestados lo han situado en el 4,1.
De ahí que para el partido de Pedro Sánchez sea relativamente fácil ganar unas elecciones: sólo tiene el reto de activar a todos sus potenciales votantes y llevarlos hasta las urnas, pues el partido que más se parece a los españoles, según los propios españoles, es el PSOE.
El Partido Popular, por el contrario, siempre ha estado ubicado en torno al 8, justo la nota que el último barómetro le atribuye. ¿Y cómo se explica entonces que un partido tan alejado de la media ideológica haya ganado elecciones en España? Por dos motivos: casi siempre ha sido el único partido importante en toda esa mitad de la escala (del 6 al 10) y, además, se ha beneficiado de que el PSOE, en algunas ocasiones, se haya encontrado con dificultades para movilizar a sus votantes, como ocurrió al final del felipismo o del zapaterismo.
La deriva de Ciudadanos
Y llegamos al caso de Ciudadanos, que es el más interesante y, en el fondo, el que motiva este artículo. Si miramos el histórico de los barómetros del CIS, observamos cómo durante los últimos años se está produciendo un desplazamiento en la percepción que se tiene sobre el partido de Albert Rivera. Los españoles ubicaban a Ciudadanos en el 6,5 en enero de 2017, pero un año más tarde, en enero de 2018, ya le situaban en el 6,76. Y en este último sondeo ya vamos por el 7. Lógicamente, todo esto tiene que ver con el giro que está imprimiendo Rivera a su partido… tratando de sustituir al PP como referente de la derecha.
Curioso plan el de Cs: se aleja del centro, que es donde más votantes hay, y a la vez se acerca al lugar donde ya hay un competidor y muchos menos votos que rascar
Pero ese desplazamiento ideológico tiene dos problemas: Ciudadanos se aleja del centro, que es donde más votantes hay (en el 5 se sitúan el 19,7% de los electores), y a la vez se acerca peligrosamente al 8, que es donde hay un serio competidor ya instalado y muchos menos votos que rascar (en el 8 apenas están el 4,8% de los ciudadanos).
Desde el punto de vista del marketing electoral, el terreno ideal para Ciudadanos sería una posición equidistante entre el 4 del PSOE y el 8 del PP. Es decir, el 6. Sin embargo, Rivera apuesta claramente por el 7. Y ahí es donde surge la gran pregunta sobre el futuro de Ciudadanos: ¿corre el riesgo de perder votantes centristas como consecuencia de ese escoramiento a la derecha?
Eso lo veremos el 10 de noviembre si finalmente hay elecciones, pero los barómetros del CIS no dejan lugar a dudas sobre la heterogeneidad del votante de Ciudadanos. Cuando a los españoles se les pregunta entre qué dos partidos dudan a la hora de votar, casi siempre suele estar implicado el partido de Rivera. En este último barómetro, por ejemplo, el mayor porcentaje de votantes dudosos (el 2,6%) se encuentra debatiéndose entre el PP y Ciudadanos, pero el segundo mayor bloque de dudosos (1,9%) están entre el PSOE y el partido naranja.
Campo libre para Sánchez
Por tanto, el partido de Rivera tiene la virtud de, al estar en medio de los dos grandes mastodontes, poder reunir votantes de diversas procedencias ideológicas. Pero su problema es que con una estrategia equivocada acabe ahuyentando a los de un lado y deje el centro libre para el PSOE.
En las circunstancias actuales lo único que puede acabar pasando el 10-N es que los abstencionistas suban como la espuma
El plan de Rivera de sustituir al PP probablemente hubiera sido muy acertado con Mariano Rajoy moribundo y un PP hundido en la miseria por culpa de la corrupción, pero resulta difícil de entender cuando el partido conservador ha renovado su liderazgo y está intentando desmarcarse de esa última etapa de gobierno.
Por el contrario, la deriva del PSOE de Sánchez haría probablemente más eficaz para Ciudadanos un acercamiento al 5 para competir por su electorado, pues es indudable que muchos votantes y militantes socialistas no comparten ni el trapicheo con los nacionalistas ni los guiños a Podemos. Si el partido de Rivera estuviera más centrado, quizás podrían votarlo todos ellos, pero en las circunstancias actuales lo único que puede acabar pasando el 10-N es que los abstencionistas suban como la espuma: unos por su malestar con Sánchez y otros por su malestar con Rivera. Veremos.