Nacho Cardero-El Confidencial
- En Génova se frotan las manos. Entienden que el ‘buenismo’ de la líder de Ciudadanos con el Gobierno acabará por hundir sus aspiraciones
Arrimadas justificaba este jueves, a trancas y barrancas, su apoyo al Gobierno en el primer trámite de los Presupuestos Generales del Estado en el Congreso: «Aquí tiene una mano tendida de Ciudadanos. Una mano moderada (…) Si no la cogen, ahí tienen la de Bildu y ERC. Pero no podrán decir que no tenían otra opción y que la oposición ha sido irresponsable». Ese mismo jueves, se estrenaba en el Real la ópera ‘Rusalka’, de Antonín Dvořák.
‘Rusalka’ es una ninfa del agua que se debate entre la devoción que profesa a su padre y la pasión que siente hacia el príncipe, perseguida a su vez por un sino trágico, una maldición que hace que acabe finalmente repudiada por ambos. Lo mismo que Arrimadas, traicionada por Albert Rivera, hasta hace un tris líder de Cs, y Pedro Sánchez, el príncipe seductor.
Pocas horas antes, Rivera había manifestado en público su «alivio» por haber apostatado de la política: «Saben que yo no aguanto ni un minuto cosas en las que no creo y cuando veo lo que pasa (…) menos mal que dimití, porque si tengo que aguantar todo esto tengo que ir escoltado frente a mis votantes (…). La dignidad en la vida, cuando la pierdes, no se recupera», palabras que fueron interpretadas por los medios como un ataque directo a la línea de flotación de Arrimadas. «Es un antes y después», escribe Paloma Esteban en El Confidencial.
El perfil de Rivera se asemeja al de esos agentes dobles que dicen tener pasaporte de Ciudadanos, partido de ‘nuestro corazón’, pero que luego parecen trabajar para el enemigo. Rivera fue el máximo responsable de la debacle naranja en las últimas elecciones. También de que hoy haya un Gobierno PSOE-Podemos. Ahora se especula con la vuelta al ruedo de la mano de Pablo Casado.
Los ambiguos movimientos del exlíder de Cs, cuyo apellido serigrafía el ‘Board’ del despacho de abogados Martínez-Echevarría y Rivera, seleccionado por el PP para la elaboración del recurso de inconstitucionalidad contra la ley catalana de medidas urgentes para la contención de los alquileres, dejan amplio margen para la especulación.
Génova se frota las manos —»Pablo Casado acelera su plan para absorber a Ciudadanos», titulaba este fin de semana ‘El Mundo’—. Entienden que el ‘buenismo’ de Arrimadas, ora apoyo las prórrogas del estado de alarma, ora doy un empujón a los Presupuestos con un Gobierno del que también forma parte Unidas Podemos y que tiene a ERC y Bildu como socios privilegiados, acabará por hundir sus aspiraciones.
Lo del PP no es ningún ‘España Suma’. Lo del PP es una OPA hostil a Ciudadanos y sus votantes. Casado le está haciendo a Arrimadas lo mismo que Abascal le ha hecho a él.
Los de Génova juegan a la absorción de la formación naranja sin caer en la cuenta de que, en política, dos más dos nunca suman cuatro. Al fusionarse dos partidos en uno, raramente la formación resultante aglutina los votos de ambos. Muchos se quedan por el camino, lo que es una noticia altamente preocupante en aquellas comunidades donde los populares cogobiernan con Ciudadanos, véanse los casos de Madrid y Andalucía, entre otros.
Quien está sacando más partido al ruido mediático generado por el tándem Casado-Rivera es Pedro Sánchez. No se ha visto en otra pensando que la especie puede coger vuelo. Visto lo visto, el ‘totum revolutum’ y la división existente, en la Moncloa hacen cábalas sobre cuándo alcanzará el poder el centro-derecha. Les sale que no será en este siglo.
El presidente del Gobierno ha jugado la partida con el único objeto de hacer más honda la brecha de los partidos de la foto de Colón, haciendo creer a Cs que podría pactar con ellos cuando nunca fue su intención. Al menos, en el sentido pretendido por la jerezana. Como escribe José Antonio Zarzalejos, Arrimadas no ha parado de recibir sopapos de unos y otros. Sánchez no ha tenido un solo gesto para con la de Ciudadanos. Más bien al contrario.
Como muestra, un botón: al poco de que Arrimadas anunciara que apoyaría los PGE si se retiraba la enmienda que margina el castellano y había un compromiso claro de que no habría ningún referéndum de secesión, salía Otegi dando a conocer su voto favorable de las cuentas públicas. No le han dado ni un solo segundo para recuperar el resuello.
Dice George Lakoff que el centro ideológico no existe. Pues bien, en caso de existir, se lo están cargando a golpe de polarización. Desaparece el centro y desaparece la moderación. Nos vamos a negro. Desaparece —o están haciendo desaparecer— ese votante moderado que necesita más matices que las meras opciones binarias. No es de extrañar que haya mucho interesado en enterrar a Ciudadanos. Entre todas la mataron y ella solo se murió.