ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC
El editorial de ABC sobre Cataluña fue un aldabonazo en la conciencia del Consejo de Ministros
EL Consejo de Ministros del pasado viernes se descompuso al poner alguien sobre la mesa el editorial publicado por ABC, que destacaba el estupor reinante entre millones de ciudadanos ante la incapacidad del Ejecutivo para atajar el golpe de Estado perpetrado en Cataluña. «La mayoría de los españoles se sienten indefensos y enojados, no entienden a qué espera el Gobierno para actuar», decía este diario centenario, haciéndose eco de lo que piensan no solo la práctica totalidad de sus lectores y de los votantes del PP, sino otras muchas personas de bien que pagan sus impuestos, cumplen escrupulosamente la ley y confían en la autoridad para que todo el mundo haga lo propio. La flecha dio en el corazón de un Gabinete fracturado por esta cuestión crucial.
Aunque sus voces no traspasen los muros de La Moncloa, hay cinco ministros y ministras abiertamente enfrentados a otros diez por la negativa de estos últimos a parar los pies de los sediciosos. El grupo crítico, minoritario, propugna aplicar cuanto antes la ley de Seguridad Nacional, inhabilitar a quienes desde la Generalitat ignoran sistemáticamente el ordenamiento jurídico vigente, así como los mandatos del Tribunal Constitucional, y garantizar que la Guardia Civil se encargue de impedir la colocación de urnas para el referéndum ilegal del 1 de octubre, en caso de que los Mossos d’Esquadra obedezcan órdenes políticas y rehúsen cumplir con su obligación. En el extremo opuesto se sitúan los partidarios de las políticas de apaciguamiento que nos han traído hasta donde estamos. Diez mujeres y hombres poderosos, cuya postura se inclina a permitir que el próximo 1-O se celebre una consulta similar a la del 9-N y que centran sus esfuerzos en restar importancia a ese hecho, presentándolo ante la opinión pública como una pantomima carente de valor jurídico. O sea, lo mismo que se hizo entonces y con idéntico argumentario, distribuido ya entre los periodistas de cámara con la finalidad de preparar el terreno para otra claudicación disfrazada de «actitud dialogante» o «firmeza serena», según la terminología más reciente. El presidente, Mariano Rajoy, observa la disputa y deja hacer.
El Gobierno está partido en dos, dividido ante un desafío de proporciones colosales que la mayoría de sus integrantes prefiere minimizar o sencillamente ignorar, confiando en que acabe fracasando por sí solo. El motivo que aducen los defensores de esa postura se basa en la minoría parlamentaria del presidente, incompatible, dicen, con la adopción de determinadas medidas. Por ejemplo, la elevación del nivel de alerta de seguridad al grado cinco, que provocaría el abandono del PSOE del pacto antiterrorista. En su opinión, utilizar cualquier tipo de fuerza en Cataluña a fin de salvaguardar la legalidad conduciría inevitablemente al éxito de la moción de censura que ansían Iglesias y Sánchez, al proporcionarles un pretexto. La realidad, opinamos muchos dentro y fuera del partido en el poder, es que no fallan los diputados, sino la convicción y/o la valentía, porque cuando los escaños eran 186 la parálisis ante el chantaje fue exactamente la misma. Y porque la amenaza de frente popular podría conjurarse fácilmente adelantando la convocatoria de elecciones generales y dando la palabra a la ciudadanía, como pide a gritos la ocasión.
ABC se lo ha dicho alto y claro: «Un Estado no puede renunciar a la más elemental de sus funciones: hacer cumplir la ley y defender los derechos y libertades de sus ciudadanos». Un aldabonazo en la conciencia del Consejo de Ministros.