HERMANN TERTSCH-ABC

ES ya casi imposible defender el sentido común sin que le llamen a uno facha o algo peor. Resulta imposible hacer frente a las permanentes mentiras y manipulaciones, de una corrección política que no es más que la tiranía del neomarxismo, sin que te quieran echar a mandoblazos censores al basurero de la historia, al naufragio profesional o a la muerte civil. Es así en España y otras partes de Europa. Pero aquí con especial inquina. Por tanto para defender cierta lógica, cierta razón y las verdades más obvias hace falta un valor que cada vez ha de ser mayor. Por lo que cada vez menos gente lo tiene. En España te llaman fascista por defender la vigencia de la Constitución. Te llaman nazi por manifestarte a favor del derecho de Israel a la autodefensa. Te llaman ultra por pretender que los asesinos condenados cumplan sus penas de cárcel. Te llaman caverna por exigir el respeto a la presunción de inocencia en los juicios. Y te llaman franquista por negarte a creerte milongas sobre una España impecable del Frente Popular y una España monstruosa del bando nacional.

Pero después hay preciosas paradojas. Porque el parlamento de Cataluña eligió ayer con toda naturalidad como presidente de la Generalitat a Quim Torra. Que es un personaje que escribe mensajes perfectamente atribuibles a Alfred Rosenberg, el gran ideólogo del nacionalsocialismo e inspirador del Holocausto. Cambiando españoles por judíos y alemanes por catalanes, Quim Torra utiliza exactamente los mismos términos que el «padre de la iglesia del nacionalsocialismo» en su desprecio hacia quienes consideraba seres de menor calidad y raza inferior. Rosenberg escribió «El Mito del siglo XX», el manual del sumo sacerdote del racismo. Él fue el teórico de la proyectada limpieza total del Lebensraum (espacio vital) de los alemanes de toda presencia y huella judía. No por casualidad fue desde 1941 ministro para los Territorios Ocupados del Este donde dirigió el saqueo del este y la URSS y la Solución Final del problema judío, es decir el exterminio de todos los seres humanos que él tachaba de alimañas repugnantes. Igual que Quim Torra. Rosenberg solo escribía y organizaba. Daba ideas. Fue ahorcado después de Nuremberg. Nadie que escriba en los términos de Rosenberg o Torra ocupa un cargo público en Europa. Nadie, ni en la más radical extrema derecha europea legal, ha publicado textos como el leído ayer en el parlamento catalán por Inés Arrimadas. Hay que irse a las espeluncas más sórdidas del nazismo químicamente puro para encontrar prosa como la oída ayer en Barcelona.

Pues ahí lo tienen ya de presidente. Y todo lo que sabemos del presidente del gobierno de España, responsable último de garantizar la seguridad de todos los españoles, es decir también de quienes son alimañas despreciables a ojos de Torra, es que no le gusta lo que oye. Torra ha anunciado que va a violar todas las leyes que sea necesario para implantar su República y piensa liquidar las instituciones con organismos fantasma paralelos. El Estado ha cedido lo que nunca debió ceder. Y ha llegado al límite. El abuso y la disposición a violar las leyes son ya tan procaces y brutales que peligran la seguridad general, la integridad física y la propiedad de la ciudadanía no separatista en Cataluña. Puede que un nuevo 155 ya no sea suficiente. Harán falta otros artículos constitucionales. Como tarden los gobernantes en restablecer una legalidad incuestionable pueden encontrarse con que sube aun más el precio y han de ejercer masiva fuerza del Estado para que España no se deslice en aquella región hacia el enfrentamiento civil.