Juan Carlos Girauta-ABC

  • Si Goebbels nace un siglo más tarde lo ponen de becario en el ente, y de ahí no pasa

Al aparato público de manipular le llamamos «el ente» desde antiguo. La mayúscula me la ahorro, sería demasiado, uno tiene su fe, bien que maltrecha. Dices «el ente» y todos saben a qué te refieres. Pero el ser es la fuente del ente, advierte Heidegger. Confundidos, en RTVE piensan: Yo soy el que Soy. Una vez divinizados, podrían ver la entretenida rama metafísica de la ontología -sutil y abstrusa, carrusel mental- como menudencia.

¡No! A Rosa María Mateo hay que exigirle, dado el sobrenombre de su casa, una serie documental sobre Heidegger mientras dure el estado de excepción que llaman estado de alarma. Alarma el estado de la tele pública. Filosofía dura en prime time es lo que se merece

el pandemónium de la mentira y lo que nos merecemos todos por el hecho de ser-ahí. Por cierto, yo creo que prime time lo ha traducido la Mateo, por culpa de los falsos amigos, por «primero time», o «de entrada, estafe», pero es solo una sospecha que además nos aparta del meollo ontológico.

Con una buena serie, después del telediario de la noche, que desentrañe para el gran público los laberintos del filósofo del nazismo y padre de la posmodernidad comprenderemos que nuestra experiencia fundamental como seres humanos es la de la angustia. Lo comprenderemos, digo, no lo aprenderemos. De quien lo vamos a aprender todos, de quien lo están aprendiendo ya los pobres millennials, los ofendiditos, los que vivían en burbujas y los asalariados de observatorio de género chico es de la vida real, que ha adoptado de repente la forma de plaga bíblica, como caprichosamente se permite de siglo en siglo.

La serie instruirá en cómo el hombre, con o sin plagas, se enfrenta a la nada, y de cómo sus decisiones son irrevocables. Sabremos que existir es para el hombre estar-fuera, con la nada delante de sus narices. Puedes adaptar la serie, Rosa María, hija, a las distintas edades de la audiencia, por horarios si quieres, pero haz algo. Existe, sé.

Yerran el tiro quienes traen a otros nazis de renombre a colación. ¿Goebbels? Qué vulgaridad. De ninguna manera. Olviden cuanto antes las citas ciertas o apócrifas de ese tipejo. Es un anacronismo que confunde. Para la era de la radio, y casi estrenando la propaganda criminal en el cine -antes estaban los bolcheviques-, fue un arma mortífera. Pero hoy… ¡hoy que los spots televisivos han abusado de Leni Riefenstahl, mil veces más sutil que el ministro de Propaganda, hasta la náusea! No, si Goebbels nace un siglo más tarde lo ponen de becario en el ente, y de ahí no pasa.

Afinemos, por favor. Si adviniera otro totalitarismo no necesitaría trucos tan gastados porque algo sucedió entre la caída de las torres gemelas y el ascenso del iPhone. Algo que ha hecho al mundo más complejo que nunca. Y, por reflejo, más desconfiado. Si sigue mintiendo por sistema, Mateo, mujer, se le ve el plumero. Por el mismo precio, cuente la verdad del ser-en-el-mundo.