EL CORREO, 9/7/11
El vicepresidente anuncia personalmente su decisión de dejar sus cargos en el Ejecutivo y ser sólo candidato del PSOE
Zapatero dará a conocer su nuevo gabinete el lunes o el martes de la próxima semana
La inminente salida del Gobierno de Alfredo Pérez Rubalcaba ha dejado de ser un rumor en boca de todos. El vicepresidente primero decidió darle categoría de hecho cierto a menos de 24 horas de su proclamación oficial como candidato del PSOE y cuando ya en los círculos socialistas se daba por supuesto que habría que esperar a la próxima semana para corroborar las sospechas. En realidad, aún hace falta que José Luis Rodríguez Zapatero cambie la composición del que será su último gabinete, y eso sucederá el lunes o el martes, pero ayer fue el propio vicepresidente quien asumió todo el protagonismo de su partida como primer golpe de efecto de su campaña. Un hecho atípico.
Lo habitual es que las crisis de Gobierno las comunique el presidente, que es quien tiene potestad para hacer cambios, y que además lo haga a cosa hecha, es decir, una vez han sido nombrados los relevos para evitar situaciones de interinidad. Pero la bicefalia del PSOE ha alterado en esta ocasión el orden habitual de las cosas. Zapatero ya lo había dejado caer el jueves cuando dijo, durante una rueda de prensa en La Moncloa, que correspondía al propio Rubalcaba decidir cuándo dejar el Ejecutivo. La otra parte, la de cubrir su hueco con los mínimos cambios o aprovechar la ocasión para acometer reforma amplia sí será cosa suya y, si se dan por buenas sus palabras, «todo será prudente y moderado».
La tesis más extendida es que ahora que la iniciativa política debe transferirse al candidato el presidente optará por un equipo de mera contención que le permita agotar la legislatura sin más.
Eso implica otorgar al ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, las funciones de portavoz y dejar vacante la Vicepresidencia para hacer más evidente el vacío de poder que deja quien ha sido llamado a intentar sacar al PSOE del abismo.
Las quinielas sobre Interior son más variadas. Algunas apuntan a la creación de un macroministerio coordinado por el actual ministro de Justicia, Francisco Caamaño. Pero hay quien juzga extraño que esa responsabilidad recaiga en un hombre afín a la exvicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, y ven más plausible que sea el secretario de Estado de Interior, Antonio Camacho, quien herede la cartera de Rubalcaba o que pase a Justicia, en cuyo caso, Interior quedaría en manos del director de la Policía y la Guardia Civil, Francisco Velázquez.
Sin ataduras
El propio Rubalcaba aclaró, en todo caso, que la incógnita se despejará «en los primeros días de la semana que viene». Él sólo quería dejar claro que hoy cuando suba al estrado para ofrecer su primer discurso oficial como candidato lo hará libre de ataduras. Eso evitará que salten chispas entre sus propuestas y la acción del Gobierno, como ha ocurrido en estas últimas semanas con sus reproches a la banca o con las ideas impositivas de los ministros de Trabajo, Valeriano Gómez, y de Fomento, José Blanco. Ideas refutadas al instante por la vicepresidenta económica, Elena Salgado, quien vive con un ojo eternamente puesto en los mercados.
El PP llevaba exigiendo al vicepresidente que diera este paso mucho tiempo; desde que el 28 de mayo fue designado candidato del Comité Federal y se abrió un simulacro de elecciones primarias para el que no había otro ganador posible. Mariano Rajoy se aferraba a que él había dimitido al instante en circunstancias semejantes y era cierto. Pero el calendario que siguieron él y José María Aznar nada tuvo que ver con el de Zapatero y Rubalcaba.
Los populares resolvieron la sucesión en apenas cinco días, del 29 de agosto al 2 de septiembre de 2003. Primero Aznar trasladó a Rajoy que era su elegido. El domingo 31 agosto comunicó al rey su última remodelación gubernamental, el 1 de septiembre el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó los nombramientos y el comité ejecutivo propuso a la Junta Directiva Nacional -equivalente al Comité Federal del PSOE- la candidatura de Rajoy, que se votó al día siguiente. Otra diferencia: en esa misma jornada Aznar comunicó que cedía a su heredero todas sus competencias como presidente del partido. «No habrá bicefalia», resolvió.
Rubalcaba trató de dejar claro, durante la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros en la que explicó su marcha, que las presiones del primer partido de la oposición nada han tenido que ver con su decisión. «No existe ninguna imposibilidad legal ni política entre el Gobierno y la candidatura de un partido -insistió- de hecho, los presidentes del Gobierno se presentan, y los alcaldes y los presidentes autonómicos también».
Ese es el argumento con el que ha replicado cada miércoles en los dos últimos meses a las embestidas de la portavoz parlamentaria del PP, Soraya Sáenz de Santamaría. «Ahora -aclaró-, creo que en este momento no voy a estar en condiciones de dedicarle al Gobierno el esfuerzo que exige, que a mi juicio es todo».
Según dijo, además, esto era algo que tenía hablado con Zapatero desde el mismo 28 de mayo, el día en que aceptó el reto de presentarse a unas generales a las que el PSOE concurre con las peores expectativas electorales de los últimos 30 años. En su entorno, sin embargo, siempre aseguraron que no había una decisión tomada y que las opiniones eran cambiantes según el día. Lo único claro era que en algún momento debía dejar Interior. Pero en las dos últimas semanas comenzaron a arreciar las voces de quienes le animaban a irse del todo para «separarse» de Zapatero y evitar un rápido desgaste.
«Dije que me iría cuando creyera que mis responsabilidades eran incompatibles con mi compromiso de ser candidato y el momento- concluyó- ha llegado ya».
EL CORREO, 9/7/11