Rufián rompió el silencio

Juan Pablo Colmenarejo-Vozpópuli

  • La independencia no se puede votar. Hasta Sánchez sabe el límite. Un centímetro antes se encuentra el vaciamiento de lo que queda del Estado en Cataluña

El presidente del Gobierno simula saber que con el independentismo no se juega. Después de escuchar a Aragonés, sin los aspavientos de Torra, hasta dónde van a llegar con el decidido propósito de la secesión, Sánchez le respondió en el Congreso negando la inconstitucional amnistía y el ilegal referéndum. ¿De repente al presidente del Gobierno se le aparecieron los padres constitucionales en la tribuna de la Cámara Baja cuando recordó la mayoría cualificada necesaria e imprescindible para cambiar las reglas del juego? Rufián apuntaba en el escaño para soltar después las frases como sólo lo hace él, como guantazos de abajo arriba, directos al mentón. El portavoz de ERC conoce el juego. Sus 13 escaños mantienen al actual Gobierno. El precio se cobra cada día.

Se adorna Rufián cuando le recuerda al presidente, no lo que vale su palabra, sino lo que dura. Los indultos se han concedido en una legislatura iniciada con la ruptura de una promesa al pactar con Podemos a costa del descanso del noventa y cinco por ciento de los españoles. ¿No va a haber amnistía y referéndum en Cataluña? Sánchez dice solemne que no en ambos casos. Como señala César Calderón, “cómo deben ser las encuestas que manejan en la Moncloa”. A Sánchez, le preocupa lo suyo.

No hay más que salir a la calle. Hay muchos más tapabocas puestos que rostros al aire. No le creen

El presidente del Gobierno sonó a elecciones. Ve al PP por delante echando raíces. Le incomoda como el picotazo de un mosquito de madrugada. Después de echarles de una patada con la censura, ahora resulta que los pronósticos auguran un final parecido a los resultados que Sánchez cosechó en 2015 y 2016, los dos peores de la historia del PSOE en la democracia del 78. Por eso se ha activado el modo electoral en el gabinete del presidente del Gobierno: hay que remontar como sea. Suena épico, pero en la sala de máquinas han detectado el inconveniente que supone la pérdida de credibilidad del presidente pregonero del final del virus hace un año, capaz de quitarse el problema de encima y soltárselo a las autonomías para acabar apuntándose la vacunación y una prematura quita de las mascarillas. No hay más que salir a la calle. Hay muchos más tapabocas puestos que rostros al aire. No le creen.

Redondo, el gurú, practica la técnica sentimental para agitar al votante. Funciona siempre y cuando no se hayan interiorizado las razones del voto con independencia del tiempo que falte para depositarlo en la urna. Si un liderazgo pierde su crédito no hay emoción capaz de recuperarlo. Sánchez necesita llegar al final. El agotamiento de la legislatura se ha convertido en ese centímetro de playa que se conquista a cualquier precio.

La batalla interna del independentismo

Sánchez quiere que Casado le presente una moción de censura. Sería un regalo, un cheque al portador. Se nota en las sesiones de control que a Sánchez le gusta sobre todo hablar del PP como si la moción de censura del 1 de junio de 2018 no se hubiera acabado. Mala señal si a un Gobierno solo le queda jugar a la contra. No quiere ver el balón ni en pintura. Tanto el Gobierno de coalición como ERC, socio principal y de conveniencia, se han dado un par de años. El partido del indultado Junqueras quiere ganar la batalla interna del independentismo en las municipales de mayo de 2023. Miel sobre hojuelas para Sánchez necesitado de meter tierra de por medio a la pandemia y la crisis del paro. Tiempo pactado para llegar a un referéndum, sí, a un referéndum sobre el autogobierno, es decir, el Estatuto de 2006 con todos los impuestos para Cataluña, como el País Vasco y Navarra, un Poder Judicial propio dependiente de la Generalitat y el control de las infraestructuras del Estado, incluyendo el aeropuerto del Prat, con el consiguiente conflicto con los accionistas privados de AENA (49%) que verán su inversión amputada por una decisión arbitraria de la política.

Todos los contribuyentes acabaremos pagando la indemnización por la segregación del citado activo, el segundo de España. La independencia no se puede votar. Hasta Sánchez sabe el límite. Un centímetro antes se encuentra el vaciamiento de lo que queda del Estado en Cataluña. El hito reaparece en la negociación como una alternativa viable. Sánchez y Aragonés pactaron el silencio que Rufián rompió dejándose llevar por la costumbre: todo necesita ser escenificado. Calvo e Iceta no han tardado ni veinticuatro horas en dejar claro que una cosa es defender lo obvio, como hizo Sánchez en el Congreso, y otra lo que ya han decidido hacer sin que lo parezca.