José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 28/12/11
Madrid, capital y comunidad, ha sido -y lo sigue siendo- un bastión firme del Partido Popular, gracias, entre otras razones, a los exitosos tándem electorales que formaron sucesivamente Ruiz Gallardón-Álvarez del Manzano y Aguirre-Ruiz Gallardón. La marcha del hasta hace unos días alcalde de Madrid a gestionar la cartera de Justicia y la impresión generalizada de que la presidenta de la Comunidad, joven para retirarse y con posibilidades de desplegar sus capacidades en otros ámbitos, dejará de optar al Gobierno de la comunidad en las próximas autonómicas, introducen a la capital de España y a la comunidad de Madrid, en una nueva época. En la que no se observa, al menos de momento, la emergencia de líderes capaces de continuar la secuencia de mayorías absolutas en la alcaldía y en la presidencia de la Comunidad.
Es probable que tanto Gallardón como la propia Aguirre registrasen en mayo de 2015 una fuerte fatiga y disnea electoral para obtener tan rotundas victorias como las de antaño. Es pues necesario que en Madrid -y, en Valencia, más aún después del efecto que pueda tener un posible veredicto condenatorio al ex presidente Camps– el Partido Popular se dedique a buscar alternativas a esas figuras políticas que han tenido una gran significación en el ámbito local y autonómico, y en el general, al tratarse de Madrid.
Ana Botella, nueva alcaldesa de la capital de España, obtiene el mando municipal por un procedimiento que, aunque legítimo, es sustitutivo del genuino. Las alcaldías -aunque no se eligen directamente sino en el pleno consistorial- corresponden a los cabezas de lista y el pasado 22 de mayo, Madrid eligió a Ruiz Gallardón y no a Ana Botella. Ciertamente, nadie puede llamarse a engaño: el ya ex alcalde estaba in pectore convocado a la política nacional y la operación de recambio por Ana Botella se veía venir con claridad meridiana. Que en la operación se produzcan determinados chirridos estéticos, entra dentro de lo normal. Lo es también que la oposición encuentre en este trueque -yo a Justicia y tú al Ayuntamiento- un filón para atacar al ministro y a la nueva alcaldesa.
Suponer que está donde está porque es la esposa de José María Aznar resultaría tan injusto como no atribuir a su condición conyugal con el ex presidente del Gobierno oportunidades adicionales a las que disfrutan el común de los mortales
Ana Botella tiene por delante tiempo suficiente para acreditar las capacidades que desde dentro del PP -discretamente- y desde fuera -a voz en cuello- se le regatean. Justo es decir que la alcaldesa de Madrid es mujer académicamente preparada; opositora a un cuerpo del Estado; militante del partido de primera hora y portadora de una experiencia de gestión municipal que tampoco puede desconocerse. Suponer que está donde está porque es la esposa de José María Aznar resultaría tan injusto como no atribuir a su condición conyugal con el ex presidente del Gobierno oportunidades adicionales a las que disfrutan el común de los mortales. Pero, en todo caso, es persona apreciada en la organización: seis ministros estuvieron ayer presentes en el pleno de su elección. Otras esposas presidenciales estuvieron en política activa en coincidencia con el mandato de su marido: fue el caso de Carmen Romero, cuando, constante matrimonio con Felipe González, ocupó escaño en el Congreso. Nadie cuestionó entonces la normalidad de su posición política ni de su compromiso ideológico. ¿Por qué hemos de negárselo de salida a Ana Botella?
Por razones generacionales, de proyección pública, de percepción generalizada, Ana Botella, sin embargo, no parece una líder susceptible de asimilarse ni a Ruiz-Gallardón ni a Esperanza Aguirre. O en otras palabras, la ya alcaldesa de Madrid no formaría parte -idealmente considerada- de la pareja electoral del PP, ganadora por mayoría absoluta, de los comicios de 2015. El respeto a la trayectoria de Ana Botella es compatible con la observación de que será necesario para el PP trabajar seriamente en una oferta electoral capaz de arrasar en Madrid como hasta ahora en garantía de que el PP seguirá sosteniéndose en la capital y en la comunidad con solidez. Para obtener mayorías absolutas no hay que abusar de sus protagonistas y de ahí que haya sido inteligente la migración de Ruiz Gallardón y lo sea en su momento la de Aguirre hacia lares políticos diferentes al que ahora domina.
No puede sostenerse sin temeridad que el PSOE, ahora colapsado, jamás llegue a despertar en Madrid, en Valencia, en Murcia o en Castilla-León, comunidades con políticos conservadores que se han comportado como auténticos tractores del PP. Los aviones tienen un límite de horas de vuelo; los coches, de número de kilómetros y los políticos, de victorias electorales. Quizás la misión de Ana Botella -y sería muy meritoria- consistiría en gestionar con tino el Ayuntamiento de Madrid y localizar entre sus concejales o en otros ámbitos, el/la político capaz de reverdecer laureles en 2015. Y si Aguirre decide cambiar de aires, otro tanto cabe afirmar porque su vicepresidente, Ignacio González, tiene el marchamo de segundo que es una significación electoral que el ciudadano detecta con exactitud (véase el caso de Pérez Rubalcaba).
Por supuesto, el PP está en esa fase en la que plantearse estas cuestiones podría parecerle una excentricidad. No lo es, sin embargo, porque los socialistas -que harán un Congreso de transición en febrero, para elegir definitivamente a su líder en otro posterior- quieren empezar por Madrid. El sentido de anticipación es, en política, una exigencia de supervivencia. En la vida pública como en la privada, hay que parecerse más a las hormigas que a las cigarras.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 28/12/11