JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- Los europeos éramos europeístas de verdad, y Von der Leyen le ha dado una olímpica patada al apaciguamiento
Razones poderosas convencieron a Putin de que podía invadir Ucrania deprisa y sin apenas coste. Las tres principales las expuse aquí el 12 de diciembre pasado bajo el título ‘Posible guerra en Ucrania’. Mi tesis (que en dos meses Rusia podía invadir Ucrania engañándose) la ridiculizó en estas páginas una analista en geoestrategia del primer ‘think tank’ español en la materia. Pero, fíjate tú, justo dos meses después Rusia invadió Ucrania. Cosas de la realidad. Carezco de la crueldad suficiente para reproducir los términos de la experta.
No me vanaglorio. Conociendo informaciones que eran públicas, bastaba con no estar intoxicado. Los intoxicados por Rusia han resultado ser legión. Salvo vistosas extravagancias –que me cuesta condenar porque adoro el absurdo, aunque en otros campos– lo único que justifica al desafinado coro prorruso, tan nutrido en España por oficiales retirados, es una deuda. Aunque sea moral.
Primera razón errada de Putin: Ucrania no iba a ser un paseo. Se ha topado con un muro inexpugnable: la férrea decisión del pueblo ucraniano, bendecido además con un líder capaz de convertirse en espejo de todos los mandatarios del mundo, que han llegando a imitar su atuendo y a reproducir sus escenografías, obligadamente parcas.
Segunda razón errada de Putin: Biden no era el pusilánime que su triste retirada de Afganistán sugería. Estaba dispuesto a cumplir con su responsabilidad pese a los vientos de aislacionismo, tan frecuentes como desafiados en Estados Unidos. Iba a poner a disposición de Ucrania información crucial y enormes medios. Putin ya tiene motivos para lamentar su renuencia a los drones. ¿Es su tecnología de atrezo?
Tercera razón errada de Putin: al final Europa sí profesaba los valores que declaraba. Es el error más justificable de todos: el lenguaje funcionarial y político de la UE ha devenido un fárrago de modulitos tediosos de quita y pon adornados con todos los matices de la vacuidad pomposa. Por fortuna, los europeos éramos europeístas de verdad, y Von der Leyen le ha dado una olímpica patada al apaciguamiento.
La consecuencia más bochornosa y comprometida de que Rusia pasara al cobro todos los créditos a la vez fue la difusión de un cuento chino, con grados decrecientes de intensidad a medida que se iba demostrando falso. Rezaba así: el Ejército ruso aplastará a la parte del ucraniano que se resista. Parte en cualquier caso exigua dada la voluntad del pueblo ucraniano de ser desnazificado por Rusia, su madre. En cuanto se dieron cuenta de que allí los que huían eran los rusos, de que sus cadenas logísticas eran una broma (a veces ni eso: nada), de que Ucrania no se rendiría, de que la motivación de una modelo ucraniana centuplicaba la que jamás haya tenido un soldado ruso desde el siglo XIX, empezaron a limar y teñir nuestros prorrusos sus piezas de propaganda prefabricadas. Me pregunto cómo satisfarán la deuda.