RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 09/07/16
· El responsable del caos actual en Irak se pasea mañana por los Reales Alcázares de Sevilla.
Los medios que estos días han recordado las declaraciones de Aznar, Bush y Blair diciendo en 2002-03 que en Irak había armas de destruccion masiva han preferido no enseñarnos esas mismas declaraciones en boca de otros dirigentes de la época como Gerhard Schröder o Jacques Chirac –también conocido como «Chirak»–. Porque no había un dirigente político de la época que negara la existencia de esas armas. Lo que se discutía era cómo destruirlas. Probablemente el error fue centrar toda la atención en ellas ante la evidencia de que a la mayor parte de Occidente le importaba una higa la dictadura de Sadam y los miles de muertos que generaba cada año lejos de la atención mediática.
A esas personas para las que los dictadores que asesinan fuera de cámara son mejores que los intentos de instaurar un régimen democrático, les ha generado una gran alegría el informe Chilcot. Porque ese informe también dice otras cosas que ellos quieren oír. Como que frente a su maldad, Sadam tenía la virtud de asesinar terroristas. ¿Y a quien le habíamos oído decir eso esta semana? ¡Cielos! Es exactamente lo mismo que dijo la víspera de la publicación del informe… ¡Donald Trump! No paramos de mejorar…
Se intenta presentar la invasión de Irak –en la que por cierto, España no participó, por más que lo diga «La Sexta»– como algo que se hizo de mala fe. Pero actuar con mala fe es algo muy distinto a actuar con mala información. La víspera del desembarco de Normandía, el general Eisenhower escribió en su diario: «Mi decisión de atacar en esta hora y en este lugar se funda en la mejor información de la que dispongo». Toda decisión militar se funda en una inteligencia generalmente difícil de lograr. Sadam fue derrocado en tres semanas. Y después se cometieron errores evidentes de planificación y gestión. Pero de ahí a pretender inculcar a Bush y Blair (y Aznar) la responsabilidad del caos en el que está sumido Irak en la hora presente es hacerse trampas al solitario.
En 2007, ante los problemas para completar la campaña de Irak, el presidente Bush puso en marcha un auge de la presencia militar allí que permitió pacificar y normalizar la vida en Irak hasta el punto de que en 2008 se celebraron las elecciones más limpias que jamás han tenido lugar en Oriente Medio –con la excepción de Israel–. El objetivo de instaurar una democracia estuvo más cerca que nunca de lograrse. Y si no se consiguió después de tantos muertos, vayan a buscar al responsable mañana paseando por los Reales Alcázares de Sevilla. Porque cuando él decidió retirar precipitadamente a sus tropas en 2011 permitió el surgimiento de Daesh y todo el caos que ha venido después.
Quienes dicen que a Sadam habría que haberle contestado con la fuerza del Consejo de Seguridad de la ONU pueden mirar lo que ese organismo ha logrado frente a Bashar al-Assad en Siria desde 2011 hasta ahora. Dónde está Siria hoy y qué problema de refugiados tenemos nosotros. Y si la dinastía Al-Assad nos ha generado esto, imaginen lo que podría haber sido un Sadam que en 25 años invadió Kuwait después de haber provocado una guerra con Irán, gaseó a miles de kurdos en 1991, año en que diezmó a los árabes del delta mesopotámico, entre el Tigris y el Eúfrates.
Por no hablar de los misiles scud con los que iluminaba las noches de Israel. Porque sí, en Irak había un arma de destrucción masiva. Se llamaba Sadam Hussein al-Tikrit. Y algunos están muy contentos porque el informe Chilcot sostiene que no era necesario acabar con él. Era preferible que siguiese asesinando y nosotros mirando para otro lado.
RAMÓN PÉREZ-MAURA – ABC – 09/07/16