Ignacio Camacho-ABC
- El tío que dice que todo va bien, según Felipe, promete inmunidad en verano. En Sánchez lo que no es mentira es fallo
Noventa y nueve días faltan para la inmunidad de grupo. Ni uno más ni uno menos, que lo ha dicho el presidente del Gobierno. Lleva más de dos meses de retraso en la vacunación y se permite fijar el día y casi la hora del cumplimiento de un objetivo que encima no depende de él, detalle que debería haberle empujado desde el principio a una cierta cautela a la hora de hacer promesas. Pero en Sánchez, lo que no es mentira es fallo. A menudo es todo a la vez: primero anuncia cosas que no son ciertas, luego naturalmente las incumple y por último vuelve a mentir para justificar su fracaso. Recuérdese, por ejemplo, cuando dijo que no iba a pactar con Podemos. Ni con los separatistas. Ni con Bildu: «Si quiere se lo repito cinco o veinte veces». Podía haber dicho noventa y nueve.
Felipe lo clavó: «Cuando todo está mal aparece un tío que dice que todo está bien y que el futuro es cojonudo». Un tío. Chapó. Pues el tío lo ha vuelto a hacer. A mitad de agosto seremos inmunes, habrá un gran verano turístico y en otoño la recuperación irá como un tiro. A primeros del año que viene habrá pasado el peligro y viviremos sanos, felices y ricos, de tal manera que no nos importará pagar los impuestos que va a subirnos. Porque eso sí lo cumplirá, aunque cabe esperar, por nuestro alivio, que también le fallen un poco los tiempos y nos dé algo de respiro.
A 11 de mayo, el total de población inmunizada en España era del 13,33 por ciento. Como la inmunidad de grupo está calculada en torno al 70%, falta un 56,67. Es decir, que en tres meses habrá que multiplicar por cuatro el ritmo de vacunación. En el primer trimestre España fracasó en el objetivo mínimo fijado por la UE como mal menor tras el fracaso de los suministros, que consistía en llegar a abril con el 80% de los mayores de 80 años vacunados con las dos dosis. Se le administró la primera al 70% de esa franja y la pauta completa al 40%. En primavera se ha acelerado un poco y ya se ha empezado a inyectar por debajo de los 60 años, aunque haya quedado una década entera en el limbo de incertidumbre de AstraZeneca. Se necesita un incremento exponencial, un acelerón de Fórmula 1, para que Sánchez gane su apuesta. Hoy ya serán 98 días.
Y hay dos problemas. El primero, que para «vacunar, vacunar y vacunar» se necesitan vacunas, vacunas y más vacunas. Y eso no está en manos del superhéroe sin capa, aunque se le olvidó cuando mandó poner la pegatina gigante a la primera caja y la maquinaria del autobombo a toda marcha. El segundo consiste en que el caos legal del fin del estado de alarma puede provocar un repunte o rebrote del contagio que complique sobremanera el ya de por sí apurado calendario. En caso de contratiempo culpará a Europa, a las autonomías, al Supremo o a los elementos, como Felipe II. Y seguirá diciendo que el futuro es cojonudo y sin entender por qué ha perdido contra Ayuso.