IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Los avances sociales han traído la dignificación de ciertos oficios en el lenguaje

Salvadora Mateos saltó a la prensa nacional el pasado mes de abril por su particular lamento por el cierre de la frontera que separa a Ceuta de Marruecos. En lugar de solidarizarse con las empleadas de hogar magrebíes que no podían acceder a la ciudad autónoma para ganarse su modesto sueldo, Salvadora, en su reluciente puesto de delegada del Gobierno de Sánchez, lamentó la «grave» situación de las amas de casa ceutíes a las que esas trabajadoras les quitaban el polvo y les planchaban la ropa: «Estamos deseando que vengan las muchachas, te lo digo empezando por mí, que estar trabajando aquí por la mañana y estar de limpieza por la tarde, la verdad es que cuesta». Para Salvadora Mateos, las grandes víctimas de aquella situación de conflicto no eran las empleadas domésticas, sino sus «señoras». Yo creo que estamos ante alguien que se ha sabido sustraer de los avances sociales que han tenido lugar en España durante el último medio siglo, entre los que se halla la dignificación de ciertos oficios en el lenguaje.

Estamos ante alguien que no sabe que en España ya no se habla de chachas ni de muchachas pese a militar en un partido al que le preocupa más solucionar las injusticias en el vocabulario que en la realidad. Yo creo que Salvadora es una verdadera defensora del Estado de Bienestar, del bienestar suyo, quiero decir. Y sobre todo creo que es un síntoma, una prueba de que, a menudo, unas bellas siglas de partido tienen detrás una fauna humana que las desmiente. Pienso en Dolores Delgado, que no ha militado en el PSOE pero sí en el sanchismo y que llamaba «maricón» a Marlaska cuando se soltaba el pelo en sus charlas con Villarejo. Pienso en ese Pablo Iglesias, que es el sujeto más machista y heteropatriarcal del reino. Pienso en todos los racistas y xenófobos de nuestros nacionalismos periféricos que ven por todas partes xenofobia y racismo, cuando ellos son los que los inventaron.

Salvadora ha sido ahora cesada por un presunto delito de prevaricación continuada al ordenar la devolución, en agosto del pasado año, de 55 niños marroquíes a su país burlando todos los procedimientos que estaban previstos en la Ley de Extranjería y encarnando, así, una contradicción que ya es un vicio de la política nacional: el ultranormativismo al que son tan aficionados los que no respetan las leyes más básicas.

No diré yo que el clasismo sea una lacra exclusiva del PSOE. El caso de Salvadora me ha hecho recordar al Adolfo Suárez Illana que en 2003 intentó ganarse el corazón de los votantes de Castilla-La Mancha asegurándoles en un mitin que todas las «chachas» que había tenido en su casa eran de Albacete. Está claro que hay carencias que no tienen ideología.