Salvarse a codazos

KEPA AULESTIA, EL CORREO 15/02/14

· Populares y socialistas representan con excesiva torpeza un guión orientado a preservar el bipartidismo en España.

Los dos grandes partidos españoles, el PP y el PSOE, están viviendo momentos de cierta introspección en vísperas del nuevo ciclo de elecciones que inaugurarán las europeas del 25 de mayo. La práctica certeza de que los populares no podrán revalidar la mayoría absoluta en las generales de 2015 y las oportunidades que acarician los socialistas, aun a sabiendas de que siguen estancados en noviembre de 2011, podrían explicar lo que sucede en ambas formaciones. Necesitan polarizar la confrontación partidaria para sacar a las demás siglas del foco de atención preelectoral, necesitan hacerse ese favor mutuamente para asegurar la distancia entre los dos primeros y los demás contendientes. Pero la relación entre la ciudadanía y la política partidaria se ha enrarecido demasiado en los últimos tiempos como para que resulten efectivas las viejas recetas de ocupación a cualquier precio del espacio público. Socialistas y populares corren el riesgo de volverse muy cargantes, de preocuparse demasiado de ellos mismos, de acaparar el tiempo disponible para la política, y de contribuir así al voto a IU y a UPyD, entre otros.

Esta semana nos ha brindado dos ejemplos de un cierto desvarío, aunque de distinta gravedad. Un exultante Alberto Ruiz Gallardón en medio de la ovación que los diputados y diputadas populares se daban por mantenerse unidos frente a la proposición socialista de que el Gobierno desista de reformar la legislación sobre el aborto. Y una no menos exultante Elena Valenciano explicando en primera persona lo importante que es que sea ella, «la número dos», la designada para encabezar la candidatura del PSOE a las europeas. En cuestión de horas la unanimidad popular se vendría abajo por los flancos de Extremadura y de Celia Villalobos. En cuestión de horas se vio que la salida en solitario de Valenciano retrajo, quizá de manera inconsciente, a todos los demás dirigentes de su partido sin que esté claro que fuese para cederle todo el protagonismo.

Hay un mensaje común a populares y socialistas: ambos partidos vamos a lo nuestro, no vamos a cortarnos. La política partidaria hay que ejecutarla sin complejos, porque de lo contrario se viene abajo. Vale más corresponder a los entusiastas con reiteradas muestras de confianza en uno mismo que detenerse a dar pábulo a requerimientos demagógicos y hasta insidiosos de la grada. No estamos para contentar a los críticos propios, sino para jalear las descalificaciones del adversario, que se lo tiene merecido. Además, en este intercambio de papeles salimos ganando ambos. Vosotros necesitáis caricaturizarnos y nosotros respondemos con la misma moneda. Estos podrían ser los términos de un pacto implícito para consagrar el bipartidismo y la alternancia, aunque sus firmantes tienden a traicionarse a sí mismos.

Dos episodios han sido suficientes para preguntarse sobre los procesos de decisión en el seno del PP, la aparición como candidato único para la presidencia de dicho partido en Andalucía de Juan Manuel Moreno Bonilla y la discusión sobre el equipo que vaya a presentar Arantza Quiroga para ratificar su designación en el congreso que celebrarán los populares vascos el 7 marzo en San Sebastián. El primero surge a modo de ‘tercera vía’, auspiciado a todas luces por un Rajoy que no quiere problemas. La segunda parece reivindicar una gestión autónoma del espacio partidario vasco, suscitando una pregunta de indudable interés: ¿De verdad existe Génova? Más bien parece que el poder popular se concentra definitivamente en La Moncloa, ya sin contrapesos, máxime tras la debacle del ‘oasis madrileño’. Pero se ejerce con tanta lentitud y parsimonia que invita al desacato.

Por su parte, Elena Valenciano se ha mostrado firmemente convencida de que todo el partido socialista será uno ante las europeas. Ningún barón territorial y ninguna organización local están en condiciones de desentenderse de la cita de mayo, porque necesitan evitar el desistimiento militante de cara a autonómicas y municipales. Pero si de lo que se trata es de neutralizar, mientras tanto, la carrera de las primarias, dejando de lado a los posibles aspirantes de manera que ninguno de ellos pueda reivindicar su cuota de aportación a un eventual éxito de Elena Valenciano, el enfriamiento del clima socialista está asegurado.

En este ‘marcaje en zona’ que se aplican mutuamente populares y socialistas solo faltaba otra denuncia de posible corrupción en el Gobierno de Navarra. Se trata de una pieza suelta respecto al engranaje compartido para preservar el bipartidismo. El desafío mutuo entre Yolanda Barcina y Roberto Jiménez sitúa en este caso al PP en una cómoda posición de observador. UPN reta al PSN a que presente una moción de censura aliándose con la izquierda abertzale y el resto del nacionalismo vasquista. Valenciano ocupa momentáneamente la escena para prohibir a los socialistas navarros que hagan tal cosa.

Hasta la vicepresidenta Sáez de Santamaría se sumó ayer al reparto, nada menos que advirtiendo al PSOE de lo incoherente que resulta su actitud en la Comunidad Foral comparándola con los ERE de Andalucía. El final parece cantado, los socialistas de Roberto Jiménez no tienen otro remedio que esperar a que la presidenta Barcina convoque elecciones anticipadas. Y seguro que ésta no descarta la posibilidad de eludir semejante trance entendiéndose con Rajoy: aparta de mí el cáliz de un adelanto electoral en Navarra coincidiendo con las europeas.

KEPA AULESTIA, EL CORREO 15/02/14