Juan Carlos Viloria-El Correo
Enseñarle a don Juan Carlos la puerta de salida de España como ha hecho Pedro Sánchez equivale a abrir la caja de Pandora de la Historia. Pandora la recibió con instrucciones de no abrirla bajo ningún concepto, pero los dioses le habían otorgado una gran curiosidad, por lo que decidió abrir la caja para ver qué había dentro. Al abrirla, escaparon de su interior todos los males. Nuestro presidente, hipotecado por sus acompañantes en la moción de censura y en la coalición de Gobierno, no por curiosidad, sino por el aventurerismo que le caracteriza, ha caído en la tentación de abrir la caja de Pandora de la monarquía constitucional. A partir de ahora, como en la mitología griega, pueden desencadenarse todas las adversidades políticas imaginables. Y quizás no todas precisamente en perjuicio del rey Felipe VI, sino en otras direcciones no previstas por los artífices de la campaña pro-republicana a los que Sánchez ha hecho compañeros de viaje.
La envolvente política diseñada por el eje independentista-populista-republicano para desprestigiar a la máxima institución nacional está removiendo los cimientos de la estabilidad democrática construidos a la salida del franquismo. Y es prácticamente imposible aislar la demolición de la monarquía constitucional y la fulminación de la Familia Real, por cuya cabeza ha empezado la cacería, del resto de la arquitectura institucional y socio-política de la nación española. Si Pedro Sánchez calcula que podrá poner un cortafuegos al incendio que se va a desatar a partir de lanzar a la hoguera al rey emérito, no debería confiarse. Las fuerzas tectónicas de la sociedad española anestesiadas y confundidas por un monopolio mediático sin precedentes controlado por Pedro y Pablo podrían despertar estremecidas ante el vacío. Un vacío ocupado por Junqueras, Sánchez, Monedero, Iglesias, Roures, puede dinamitar todo el juego de equilibrios y contrapesos que le han permitido al PSOE de Sánchez ocupar la Moncloa.
Pero también es cierto que el rey Felipe, el jefe del Estado, se ha quedado más solo que nunca. Porque si es obvio que la doble vida personal de su padre estaba erosionando una imagen cimentada al lado de Adolfo Suárez y frente a Milans del Bosch, también es cierto que actuaba como el viejo dique contra las oleadas antimonárquicas. Ahora el Rey está al albur de las fuerzas cuyo objetivo es desmontar el régimen del 78 y sustituirlo por un populismo oportunista. La pelota ahora está en el tejado de una sociedad cuyas preocupaciones están, lógicamente, en la salud y el trabajo. Así que es complicado adivinar cuál puede ser su reacción ante esta voladura controlada de la Transición. Quizás en septiembre, la moción de censura que Vox ha anunciado para examinar la gestión de Sánchez y su gobierno, como país campeón de fallecimientos y contagios en la pandemia y medalla de oro en paro y derrumbe del PIB, vaya a servir de catalizador de una reacción en cadena social y política para frenar la gran maniobra de dinamitar uno de los últimos elementos de cohesión y unidad. No es improbable que el impávido Pedro Sánchez, en su fuero interno, esté de los nervios.