Le reconozco que soy el primer sorprendido pero, salvo en el tono que fue mitad monje, mitad monja, me gustó la intervención del presidente Sánchez y me gustaron las medidas adoptadas en el Consejo de Ministros. Está claro que esta crisis no tiene un origen económico, así que su solución no podrá venir de la economía. Lo cual, si lo mira bien, es posible que suponga un motivo de esperanza. La secuencia es clara. Primero: la crisis sanitaria supone un ataque frontal a la actividad al confinar a la población en sus casas, restringir sus movimientos y parar el comercio, así que la ‘solución’ verdadera solo llegará cuando la actividad se reanude con normalidad. Y su corolario de que cuanto menos dañemos a la actividad y cuanto menos dure la afectación menores serán los efectos negativos de la crisis. Segundo: tenemos que llegar vivos (literal y metafóricamente) al final de la crisis y a esto se dirigen las medidas adoptadas por el Gobierno, que pretenden proporcionar un marco jurídico que reduzca las pérdidas definitivas de empleos y las convierta en temporales.
Todo ello unido a las garantías de liquidez para evitar que, si a mí no me pagan los clientes, yo no les pague a mis proveedores. A esto irán destinados 100.000 millones en forma de avales prestados por el Estado. Algo fundamental para que fluya el crédito, pues los bancos nunca prestarían si temen una avalancha de impagos. Por su parte, las medidas de apoyo social, como las exenciones de pago de las hipotecas en casos determinados, son más discutibles en su forma, pero nadie puede dudar de que serán necesarias.
Esto es imprescindible y está muy bien. Habrá que ver cómo se organiza ese flujo de crédito para conseguir que llegue con rapidez y para evitar que se produzcan abusos. Pero no debemos olvidar que pedir un crédito para pagar a trabajadores y a proveedores tan solo supone, en el fondo, un cambio de acreedor. Pasaremos de deberles a ellos a deberle al banco o al Estado que le avala.
Si, con todo esto, llegamos vivos al final de la crisis sanitaria, será el momento de restañar las heridas que, en cualquier caso, van a ser profundas en el empleo y en el déficit público. Recuerde que hemos entrado en ella en un momento de debilidad del crecimiento y de estancamiento del mercado laboral. Nada de lo que sucede en estos momentos de crisis mejora la situación que teníamos al entrar en ella y todo la empeora. Pero eso no es la tarea de hoy, eso vendrá mañana. Hoy se trata, insisto, de recomponer la actividad.
Un último apunte. Las medidas de aplazamiento en el cumplimiento de las obligaciones tributarias decretadas por la Diputación de Bizkaia caminan igualmente en la dirección correcta, aunque podrían haber sido algo más ambiciosas. Pero, ¿se puede comprender la falta de sintonía mostrada entre las tres entidades forales? ¿Tan distinta es la situación de la pandemia en Ermua que en Eibar o en Llodio para no poder actuar de manera conjunta? Luego nos quejamos de que el Eurogrupo no consigue unificar su actuación para toda Europa. Pues esto es más pequeño y debería ser más sencillo.