Son datos, todo hay que decirlo, que no se pueden desligar de la crisis energética que sufre Europa. Pero el hecho de que la inflación esté golpeando más a los españoles que a los franceses, italianos o alemanes no ayuda a la defensa de la política económica del Gobierno.
Pedro Sánchez quiere aguantar en la Moncloa hasta 2023. Pero las previsiones económicas dicen que cuando convoque elecciones, en el mejor de los escenarios (en el que no hay corte de suministro, ni recesión), el PIB podría haber recuperado el volumen de 2019. No así el consumo de las familias, que son las que votan, y no gastarán como antes de la pandemia, al menos, hasta 2024.
Con este panorama, el presidente del Gobierno no tenía interés en acudir al Senado para debatir sobre economía con el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo.
Hasta que el lunes pasado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció una «intervención de emergencia» en el mercado eléctrico y una futura reforma estructural de su diseño.
Sánchez lleva meses batallando en Europa por una «intervención» que en España y Portugal se ha materializado en la ‘excepción ibérica’. Y también por una reforma estructural del diseño del mercado que conceda más protagonismo a las renovables. Así que tras escuchar a Von der Leyen y viajar a Alemania decidió aceptar el reto de ir al Senado. Pero con trampa.
El presidente del Gobierno fijó en el 6 de septiembre la fecha del debate, tres días antes de que los ministros de Energía europeos mantengan la primera reunión en la que comentar las propuestas sobre cómo ejecutar el anuncio de Von der Leyen.
Y casi 10 días antes del Soteu, el discurso de apertura de curso en el Parlamento Europeo de Estrasburgo en el que la presidenta de la Comisión Europea desvelará con algo más de nitidez el plan de «intervención».
Este detalle no es baladí. Porque «intervenir» puede ser muchas cosas. Y no está nada claro que la ‘excepción ibérica’ vaya a ser la opción elegida. Circulan borradores que hablan de «topar el precio gas». Pero no con el diseño del mecanismo de España y Portugal.
Al acudir al Senado antes de que tome forma el debate europeo, el presidente podrá lanzar el mensaje de que sus medidas son ejemplo en Bruselas. Además, el corte ‘sine die’ de suministro anunciado por Gazprom el viernes pasado le permitirá recordar la encrucijada que se vive en Europa.
Sin embargo, de momento, lo que somos los ‘ibéricos’ es el conejillo de Indias de un mecanismo que parece que no se va a copiar.
Dicen que el diablo está en los detalles. Y si en la crisis de 2008 ya era complicado explicar a la ciudadanía lo que era la prima de riesgo, en la de 2022, con el «MWh» y los «mercados marginalistas», estamos perdidos del todo.
De ahí que no se extrañen si llegamos al ‘diálogo de besugos’ en el que uno dice que Europa «ha intervenido el mercado» y otro responde que «la excepción ibérica» es una excepción.
Nadie sabe a ciencia cierta lo que propondrá Bruselas, aunque las ideas que se manejan muestran que la opción de extender el ‘tope al gas español’ no es la favorita porque tiene muchos ‘peros‘.
El primero es que el gran objetivo es reducir el consumo de gas y el ‘tope ibérico’ lo ha incrementado del 17 al 23% en España. Centros de estudio, como VoxEU, ya han advertido que la rebaja que se logra con la medida (26 millones de euros al día, según el Ejecutivo) no compensa los costes.
Además, expertos europeos recuerdan que la ‘excepción ibérica’ fue posible por la mala interconexión de la Península con el resto de Europa. En otros países, se podrían producir «fugas» que incluso beneficiarían a Estados extracomunitarios.
Si ya es difícil que prospere esta propuesta tal cual se aprobó para España, afirmar por dónde irá la «reforma estructural» es una quimera. Sobre todo porque la demanda de Sánchez era rechazada -al menos hasta ahora- por la agencia que integra a los reguladores europeos ACER.
Otro de los platos fuertes en el debate energético será el del Midcat. El presidente olvidará que su vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, decidió guardar en un cajón este proyecto en 2019 porque no casaba con su hoja de ruta ecológica. Y lucirá que va a impulsar junto a Scholz su construcción para enviar gas a Alemania.
Nadie sabe a qué precio porque las relaciones de su Gobierno con Argelia siguen rotas y el contrato con Naturgy permanece atascado. Ante la duda, será mejor hablar de futuro: del hidrógeno verde que quizás ya en la próxima legislatura podría transportar el Midcat.
Nadie sabe a qué precio operará el Midcat porque las relaciones con Argelia siguen rotas y el contrato con Naturgy está atascado
Será así cómo el presidente del Gobierno luzca su papel en Europa. Recordará que su Gobierno jugó un papel fundamental en impulsar los fondos europeos y que ahora es el gran abanderado de la «intervención» eléctrica y la solidaridad del gasoducto.
Como es un tema complejo, el Senado evitará debatir si «intervenir» es buena idea o no. Lo que diga Bruselas, bien dicho estará.
[Una crisis energética por intervencionismo. Por Daniel Lacalle]
Mientras, el ciudadano medio decidirá desconectar aún más de la política. Solo tiene clara una cosa: paga más por la luz que antes de la pandemia y la vuelta al cole 2022 es ruinosa.
Y es que en esta crisis hay otro vocablo presente en los telediarios: «inflación subyacente», cuyo significado es letal para cualquier gobernante. Más aún si no cuenta con el pulmón del ahorro alemán para anunciar paquetes de ayudas a empresas y familias que se noten de verdad.
ATENTOS A…
La rebaja del IVA del gas que María Jesús Montero cifró en 200 millones de euros va a ayudar a las familias a reducir su factura energética. Pero no a la industria. Este sector ya se desgravaba el IVA al gas y, por tanto, la medida actuará como un alivio financiero, pero no como una ayuda real.
Desde la CEOE, se está advirtiendo de que la situación es «dramática» para la industria española. Y lo peor está por llegar este invierno.