Juan Pablo Colmenarejo-Vozpópuli
Pedro Sánchez aspira a revalidar su mandato no solo una vez sino las que hagan falta para igualar e incluso superar los 14 años de Felipe González
De vez en cuando, aunque cada vez con más frecuencia, España demuestra que no es país sino un simulacro. Desde que terminó el estado de alarma hemos entrado en una fase todavía más incierta porque ni sabemos lo que nos está pasando ni por qué. El presidente del Gobierno se ha lavado las manos y se dedica a dar vueltas al ruedo, de ovación en ovación, después de haber dado lo que técnicamente se llama un sablazo a sus compañeros socialdemócratas nórdicos y al resto de países austeros en el Consejo Europeo de hace dos fines de semanas.
Como siempre, no es cómo se empieza la partida sino cómo se termina. Mientras tanto, ya se sabe, vida y dulzura. Ya veremos si las risas del grupo parlamentario socialista acaban en llanto cuando tengan que votar unos presupuestos que nada tengan que ver con la fiesta del gasto y de la deuda. Este choteo que se traen dando palmas con los dineros de los demás no nos va a salir gratis. A las embajadas europeas en Madrid llega nítido el eco del coro en Moncloa y del Congreso de los Diputados. Sánchez y su Gobierno de coalición con Podemos actúan como si no pasara nada. Que la realidad no impida el aplauso. En ‘El mal de Corcira‘ (Destino 2020) Lorenzo Silva pone en boca del protagonista -sin duda en la novela más redonda y maestra del autor- unas palabras de Tucídides, muy vigentes para los tiempos líquidos de la política española: “Quienes eran más mediocres se imponían una y otra vez, porque a ellos nos les temblaba el pulso a la hora de actuar”.
El partido de Abascal le ha arreglado el verano, la crisis de la covid y todo lo demás con una moción de censura que solo sirve para calentar a una grada que empieza a volver al PP
A Sánchez se le ha presentado Vox como a quien le regalan un seguro de vida. El partido de Abascal le ha arreglado el verano, la crisis de la covid y todo lo demás con una moción de censura que solo sirve para calentar a una grada que empieza a volver al PP, a la vista del nublado económico y social que se avecina. De propina, Vox le va a dejar en casa, es decir en la Moncloa, durante mucho más tiempo del que el propio presidente del Gobierno podría imaginarse cuando llegó echando a Rajoy de mala manera. Sánchez aspira a revalidar su mandato no solo una vez sino las que hagan falta para igualar e incluso superar los 14 años de Felipe González.
Qué mejor horizonte para Sanchez y su coro que 2031, cien años después de la proclamación de la corta y fallida Segunda República. Con Vox tiene la cortada perfecta y también viceversa. Se necesitan mutuamente para que el PP no pueda ser alternativa. Los números avalan el hecho. En 2015 y 2016, el PP y Ciudadanos se repartieron los votos de la mayoría absoluta de Rajoy cuatro años antes. Por separado sumaron 163 y 169 escaños en vez de 186.
Más Vox, más Sánchez
Ni que decir tiene que las dos generales de 2019 son escenarios ideales para Sánchez ya que los diez millones y medio de votos del centro y la derecha se partieron en tres y recogieron menos diputados, 153. Al presidente se le hace la boca agua pensando en que el partido de Abascal no baje de los 30 escaños en los próximos años. Tal y como es el reparto en las circunscripciones resulta imposible cualquier otra suma que no pase por él como presidente del Gobierno: «¿Por qué esperar hasta septiembre?” A Sánchez, entusiasmado, le faltó pedir a su grupo otro aplauso norcoreano para Vox por el inmenso favor que le están haciendo. Cuanto más Vox, mejor para Sánchez.
Vox quiere darle ‘una patada al tablero’ como en su día anunció Errejón que iba a hacer Podemos. La fiebre de Vox durará lo mismo que Sánchez en el poder. El PP de Casado tiene el consejo de Aznar: “Cuando se confronta con Sánchez como si no existiera VOX; y cuando se confronta con Vox como si no existiera Sánchez”. El paro y la crisis económica junto con el desastre de gestion de la Sanidad a 17 dejan a España a las puertas de un drama de incalculables consecuencias. Los líderes de Vox se subieron a un autobús sin techo para ondear la bandera como si España hubiera ganado un Mundial mientras seguía el colapso en los hospitales y en las morgues.
La política espectáculo no va sacar a España del trance. Los datos del paro siguen camuflados en los ERTE mientras en la calle se abre paso una crisis económica que va de boca a oreja. Con la destrucción de un millón de puestos de trabajo y con 3,2 millones de personas con su empleo suspendido, el paro se meterá por todos los rincones hasta alcanzar cifras de estupor. Mientras tanto, Sánchez agradece el aplauso a los suyos y a Vox la moción de censura a favor de su Gobierno y en contra de Pablo Casado.