Quién sabe si Pedro Sánchez tiene una cara, una forma de ser, una de tantas como guarda el camaleón en su armario, que le acerca a Torra si no desde la simpatía al menos desde el parecido. Por sus frutos los conoceréis. Y ya sabemos que por mucho que nos empeñemos -Ábalos a la cabeza-, contra hechos sobran las razones, las motivaciones, las justificaciones y, en la mayoría de los casos, las disculpas.
Por eso tienen razón (Ignacio Camacho ayer en ABC) los que afirman que en todo este quilombo que el ministro de Transportes ha armado, quizá no motu proprio-, el Gobierno prefiera el escándalo antes que la verdad. Y por eso, el desatino con la señora vicepresidenta de Maduro inquieta. Si es mejor no conocer la verdad y Sánchez prefiere la exposición y el desgaste de uno de sus ministros más cercanos, entonces debemos preocuparnos.
¿Qué esconden? ¿A qué vino aquí esta señora? ¿Quién la llamó? ¿Con quién se iba a entrevistar? ¿Quién mandó al ministro de los aeropuertos a apagar este fuego y, de paso, a hacer el ridículo contando una, dos, tres versiones de lo sucedido? Y el ministro Marlaska ¿nada tiene que decir? Hubiera bastado que enviara a dos Policías Nacionales de los muchos que hay en Barajas para evitar que la ilustre viajera, representante de la Venezuela narcobolivariana no bajara de la nave. No tenía ni permiso para hacer tránsito. Es fácil señor ministro, pisó o no pisó tierra española y europea quien no podía hacerlo. Mire que se responde con facilidad y diligencia: sí o no.
Pero hay más preguntas ¿Qué espacio ocupa aquí Pablo Iglesias, que tan bien conoce a Delcy Fernández? Y hay otro hueco, el que ocupa Zapatero en este desastre institucional y político. Pero ese hueco no precisa de pregunta alguna porque hasta el menos avisado sabe qué función tiene el oscuro expresidente en esta Venezuela que mata de hambre a los suyos y los obliga a salir de su país buscando lo más necesario, comida y libertad.
Sánchez debe el gobierno a Podemos, entre otros claro está, y a Zapatero sus gestiones y apoyos puntuales para que ahora pueda dormir bien en La Moncloa. Y por eso calla y templa gaitas acusando a la oposición de hacer el trabajo que le corresponde como oposición.
Habla la vicepresidenta Carmen Calvo y no deja uno de espantarse. Resulta que según ella ahora el PP lo que quiere es dirigir la política exterior española. Acabáramos. Ahora resulta que Venezuela es el “comodín” de las derechas para armar ruido. Ya. Pero antes fue la señora Fiscal General del Estado, y antes su pretensión de reformar el Código Penal con el apoyo de los que le han hecho presidente, y antes que el vicepresidente Iglesias sacara pecho asegurando que mejor negociar con los separatistas en una mesa que en una cárcel.
Sánchez debe el gobierno a Podemos, entre otros claro está, y a Zapatero sus gestiones y apoyos puntuales para que ahora pueda dormir bien en La Moncloa. Y por eso calla y templa gaitas acusando a la oposición de hacer el trabajo que le corresponde como oposición.
A Calvo y a su jefe, como le sucede a Torra en Cataluña, lo que les incomoda es que haya oposición. Que haya quien tome nota cada vez que el Gobierno mete la pata es lo que quita el sueño a un Gobierno nacido para la división y la fractura social. Como Torra en Cataluña. Es tan cierto esto que desde el mismo PSOE se propicia semejante rompimiento, y por eso en este bochinche que Ábalos se encontró en Barajas hay dos voces discrepantes, Felipe González, que está con Guaidó, y Zapatero que está con Maduro. Y en esa dirección y de la mano de Iglesias se lleva a todo el Gabinete. Si es verdad que como dice Sánchez su ministro nos ha evitado una gran crisis internacional, ¿podemos saber de qué crisis nos habla?
«Permanente invocación a las derechas»
Hasta con el lenguaje rompen cualquier oportunidad de que haya una cierta paz social y anulan la posibilidad de que las paellas del domingo puedan terminar con calma en los hogares españoles. Eso que ya pasó en Cataluña cunde ahora en el resto de España. Esa permanente invocación a las derechas, es la misma que Torra hace a la oposición que califica de franquista y represora.
La manera caprichosa de tejer sus mayorías con los que no quieren saber de España ni de su Jefe del Estado, El Rey, rompe por la mitad a los españoles que se mantienen en la legalidad. Torra proclama que o eres independentista o eres un mal catalán o una bestia española con tendencias fascistas. Sánchez camina en ese mismo sentido, o estás conmigo o eres de Vox. Y te lo dice quien entre sus ministros tiene a comunistas y amigos de Maduro, Evo Morales y estómagos agradecidos del régimen iraní.
No señora Calvo, y no señor Sánchez. Se puede ser un ciudadano español sin necesidad de estar en el bochinche que están armando ustedes. Y se puede sin necesidad de estar cerca de Vox, o del reaparecido Aznar, que maldita la gracia que hacen sus apariciones.
Hay españoles, muchos, que no están en ningún lado y menos junto a un Gobierno que facilita el maniqueísmo con enorme desparpajo. No sé si son eso que Chaves Nogales llamó la Tercera España. Sé que están con la legalidad y la mesura. Que no ven este país en dos colores, ni clasifican a las personas en buenas o malas, fascistas o progresistas, ricos y pobres, empresarios explotadores y abnegados obreros. Están lejos de la mentira y la propaganda. Y desde luego apartados de este espectáculo que abochorna a tantos españoles que sólo esperan que el Gobierno gobierne. Y lo haga con la verdad.
Las equivocaciones ya las descontamos el día que vimos a este gobierno prometer el cargo.