Juanma Romero-El Confidencial
El choque se produjo. La quinta reunión de los dos líderes acabó con una escalada de reproches y la acusación del PSOE de que el jefe de Podemos pidió una vicepresidencia. Los morados lo niegan
En realidad, el último año parecía un espejismo en la historia de una relación tortuosa desde el principio. La imagen de una izquierda fraccionada en dos y que competía virtuosamente, que incluso utilizaba el guante blanco en plena contienda electoral frente a la sangrienta pugna que libraban las derechas, acabó haciéndose añicos. La tensión acumulada por PSOE y Unidas Podemos desde las generales del 28 de abril estalló. El desencuentro ya es total, descarnado. Las negociaciones a día de hoy están oficiosamente rotas, y el rumbo a unos nuevos comicios el 10 de noviembre, cada vez más despejado. Ninguna de las dos partes quiere ceder. No, desde luego, Pedro Sánchez, que no quiere integrar a ministros morados en su futuro Ejecutivo. Una posición inamovible e innegociable. Fracasado el último intento de aproximación con Pablo Iglesias, a solo 14 días de la primera votación de investidura, la dirección socialista no cuenta con hacer más ofertas a los morados hasta que se sienten a hablar de programa. Pero ese pulso parece no conducir a otra parte, de momento, más que a las urnas. Tampoco se prevén, por ahora, próximas reuniones con ellos.
Desde el pasado 7 de mayo, se habían sucedido cuatro reuniones —dos públicas, dos privadas— de Sánchez e Iglesias, y la de este lunes, la quinta, en el Congreso, era aquella en la que los socialistas confiaban desbloquear la elección de su candidato. No fue así. El presidente en funciones llevaba bajo el brazo el documento programático que había aprobado por unanimidad la víspera —una «síntesis» de su programa del 28-A, un mero «corta y pega» y un «paso atrás», a juicio del jefe de Podemos— y otro texto con las coincidencias políticas de ambas fuerzas. También ofreció un comité negociador, encabezado por su vicesecretaria general, Adriana Lastra, y su ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Pero al cabo de casi dos horas de encuentro solo pudo constatarse la ruptura.
Un divorcio que, esta vez con crudeza, se manifestó en las palabras, como no había ocurrido en estas semanas previas de cortejo. Ambos partidos se lanzaron durísimos reproches. «Sánchez no quiere negociar, sino que intenta imponer unilateralmente un Gobierno de partido único«, «nos ha trasladado que llevará al país a elecciones si no cuenta con apoyos en la investidura de julio», «no es sensato que el PSOE actúe como si tuviera la mayoría absoluta cuando no la tiene», señalaban al término de la entrevista fuentes de Unidas Podemos. Iglesias no compareció —tampoco nadie de los suyos—, aunque sí dejó una sentencia lapidaria cuando se disponía a entrar en los ascensores del Congreso tras su encuentro: «Sánchez, más tarde o más temprano, rectificará«. La aseveración, que venía a sintetizar la idea que manejan los morados de que el PSOE acabará cediendo a su demanda de Gabinete de coalición no ahora en julio sino en septiembre, cuando el abismo de las nuevas elecciones se acerque, acabó de colmar el vaso de la paciencia de la cúpula de Sánchez.
Los morados acusan a Sánchez de buscar urnas y de querer «imponer» un Gobierno «de partido único», y el PSOE afea a Iglesias no hablar de políticas
Al final, se llama desconfianza
A partir de ahí, se sucedió una catarata de acusaciones y de defensa airada del PSOE frente a las «falsedades» vertidas por el secretario general de Podemos y la portavoz del grupo, Irene Montero. Así, la vicesecretaria general negó que Sánchez hubiera ofrecido ministerios a los morados en aquella primera cita de mayo en la Moncloa, o que el presidente quisiera buscar primero el acuerdo con Ciudadanos o el PP o que su idea sea ir a elecciones en noviembre. Lastra acudió a la raíz última del choque entre los dos líderes: si dos formaciones quieren arribar a un pacto, deben garantizarse «lealtad, sinceridad y confianza«. Tres elementos que el PSOE no había encontrado en los morados y que se resumen en un término: desconfianza. La misma que está en el fondo de la negativa rotunda de Sánchez a integrar a ministros de Podemos. «Si tu interlocutor se dedica a descalifica, a lo mejor es que no tiene tanto ánimo de pacto«, adujo, responsabilizando a Iglesias de una eventual repetición electoral.
En la Moncloa se percibe que el líder de Podemos vuelve a su «peor versión», la de 2016. Pero no quieren romper aún todos los puentes
En el Gobierno indicaban, de hecho, que el líder de Podemos había regresado «a su peor versión, la de hace tres años», cuando pidió entrar en el Gabinete socialista como punto de partida para negociar. De hecho, fuentes de la dirección del PSOE y de la Moncloa aseguraban que Iglesias había reclamado una vicepresidencia para sí mismo, extremo que negaron desde el partido morado: «Es absolutamente falso, no se ha hablado de eso». Solo la revelación de ese dato —incontrastable, por la divergencia de versiones— ponía de manifiesto el grado de hostilidad de quienes nominalmente son aún «socios preferentes«. Lastra fue preguntada por este punto en la comparecencia de la tarde, la que siguió a la reunión de Sánchez con el popular Pablo Casado. No lo confirmó pero tampoco lo negó, porque no «desvela» las conversaciones de su jefe y porque lo que había contado horas antes era un mero «resumen» de ese encuentro en el que Iglesias se había «negado a hablar de políticas».
En esa rueda de prensa vespertina, la dirigente había rebajado el tono contra los morados, pero las cosas seguían en el mismo punto, en el bloqueo. Insistía en que su partido tiende la mano a los de Iglesias si se avienen a discutir sobre programa. «Si el problema no son los nombres, sentémonos mañana mismo. Sería una alegría para este partido». Lastra reconocía que no se puede hablar de negociación con Unidas Podemos dos meses y medio después de las elecciones y cinco reuniones después. «No se ha iniciado». «Pero no vamos a cejar en nuestro empeño«, aseguraba.
Fuentes de la cúpula socialista añadían, en este punto, que ellos seguirán insistiendo a los morados en que han de volver a la mesa. Pero no habrá más ofertas por ahora porque consideran, incidían, que ha de ser Iglesias el que mueva ficha y ceda.
No «tragará» con ministros morados
Dicho de otro modo, el trabajo que le queda por hacer al PSOE, a menos de dos semanas de la votación de investidura, es seguir trabajando con el resto de grupos para ir amarrando más apoyos y continuar con la estrategia de presión a Unidas Podemos. En la Moncloa señalan que de aquí a entonces puede haber «más pasos», pero también subrayan que el presidente no cederá en su línea roja: no «tragará» con ministros morados.
La estrategia pasa ahora por seguir insistiendo a los morados para que muevan ellos ficha y por seguir hablando con PNV, Compromís y los demás grupos
Su oferta única, la de julio y la de septiembre, es la de un Gobierno «de cooperación», que consiste en una colaboración parlamentaria, programática e institucional —con miembros de Podemos, pero en los segundos escalones de la Administración—, una comisión de seguimiento de los acuerdos y la potencial entrada de ministros independientes sugeridos por Iglesias. De ahí el énfasis absoluto de Lastra a la hora de asegurar que no habrá más sesiones de investidura. Es decir, que «no hay segundas oportunidades» si las condiciones ambientales no cambian. En plata: que Sánchez no se someterá a otra votación fallida en el Congreso en septiembre si no tiene los apoyos para ser elegido. Ni siquiera el PSOE tiene claro que Iglesias vaya a apearse de su exigencia de ministerios. «Yo creo que no«, confesó Lastra en su comparecencia de la mañana.
A los socialistas les duele la sarta de «deslealtades» y «falsedades» de Podemos, dicen, de las últimas semanas, ante las que han «callado mucho». Y no entienden que la única «obsesión» de Iglesias sea hablar de su entrada del Consejo de Ministros. «Solo quiere un cargo personal. No se ha movido desde hace años y con sus derrotas incluidas. Pues veremos, pero igual el que pierde es él. ¿Es que alguien entiende que un líder de izquierdas no quiera hablar más que de su cargo?», se preguntaban con indignación fuentes muy próximas al presidente en funciones. «Les hemos ofrecido de todo —abundaba un miembro de la ejecutiva socialista—, así que ahora que expliquen por qué les interesa más estar sentados en el Consejo que los proyectos y políticas para España». «Están demostrando que son irracionales«, terciaba otro cargo cercano al líder.
Solo un apoyo más a los 123
Ahí asomaba la principal línea argumental que desplegará el PSOE en caso de que se consume la repetición electoral. Si hay de nuevo urnas, recalcará Ferraz, será porque Iglesias se ha obcecado en su exigencia de ministerios.
Mientras, se teje el relato de la culpa del contrario: «¿Es que alguien entiende que un líder de izquierdas no quiera hablar más que de su cargo?», dicen
Ahora mismo, Sánchez solo tiene un apoyo más al de sus 123 diputados en la sesión de investidura del 22 y 23 de julio, el del representante del Partido Regionalista de Cantabria. Lejísimos de la mayoría absoluta (176) y de la mayoría simple (más síes que noes) necesaria 48 horas más tarde, el jueves 25. La dirección socialista sí ha reanudado los contactos con otros minoritarios —con el PNV, con Compromís, de los que necesita el apoyo, o con las fuerzas soberanistas (ERC, JxCAT), de quienes requeriría su abstención no negociada—, pero no tiene más respaldos atados. Los nacionalistas vascos, señalan fuentes del grupo, sí tienen «prácticamente descartado» el voto en contra al candidato, pero no han decidido si apostarán por el sí o por la abstención porque las conversaciones no han concluido. Mientras, la coalición valencianista no aprecia «ningún movimiento» y advierte de que si no se cierra un acuerdo, no habrá voto a favor.
Desde el equipo del presidente subrayan que lo seguirán «intentando» hasta el final, con la vista puesta en que la investidura prospere en julio. «Paciencia y mucha discreción«, aconsejan. Los colaboradores del líder agregan, en ese sentido, que hay que esperar a las primeras palabras de Iglesias tras la cita de hoy y a cómo reconduce su estrategia. Eso dará más pistas. De ahí que todavía no se hable en la Moncloa de «ruptura» total de relaciones.
A la euforia vivida en Ferraz el 28-A está sucediendo la ira y la decepción con Podemos. Aunque en el núcleo duro socialista no se esconde que ir a elecciones es un mal menor antes que transigir con la demanda de Iglesias, porque hacerlo supondría, creen, poner en pie un Gobierno «inestable». Oficialmente, el PSOE subraya que ni busca ni quiere urnas. Pero el tornadizo escenario político de los últimos años vuelve a inclinarse hacia una repetición de las generales. Y eso que la cuenta atrás de dos meses ni ha comenzado. El camino es, pues, muy largo. Aventurar el resultado es complicado todavía, pero las posiciones tan fijas de los dos socios preferentes hacen presumir que la marcha atrás se hará muy complicada. La ecuación es simple: o cede Sánchez o cede Iglesias.