RUBÉN AMÓN-EL CONFIDENCIAL

  • El presidente se resiste a mencionar al partido de Otegi y se esconde detrás del cadáver de Trump, pero no consigue evitar que Iglesias se pavonee del acuerdo de “fuerzas progresistas”.

Ya que de Frankenstein hablamos, urge mencionar aquella escena de ‘El jovencito…’ en la que el doctor se ofrece a sanar la joroba del siniestro mayordomo Igor. “¿Qué joroba?”, le responde el lisiado.

Se ha repetido la escena este miércoles en el Parlamento. ¿Bildu? ¿Qué Bildu? Tanto se le preguntaba a Sánchez por el abrazo de Arnaldo, tanto el presidente del Gobierno eludía mencionar al partido ultra.

Es la consigna jerárquica y absoluta. La protuberancia de Bildu es llamativa en la espalda del PSOE, inexcusable, obscena, pero la maquinaria de propaganda pretende encubrirla, hacerla desaparecer.

El recurso ha sido pintoresco, megalómano. Pablo Casado pide explicaciones por el acuerdo con Bildu. Y Sánchez responde que el PP es como Trump. Porque no reconoce la victoria del PSOE. Y porque enfanga la escena política con toda clase de ‘fake news’.

El brochazo del argumento pretendía ocultar el acuerdo perverso del PSOE con Bildu. Presumían de haberlo alcanzado Otegi y Lastra en nombre de la normalización, pero la iracundia de las viejas glorias y la estupefacción de los votantes han precipitado un ejercicio de encubrimiento circunstancial y de amnesia inducida cuya eficacia está garantizada: la mejor manera de inmunizarse el veneno es tomarlo en pequeñas dosis.

Sánchez ya ha conseguido normalizar muchas otras fechorías tóxicas a expensas de la separación de poderes y de la salubridad democrática. Primero escandalizan. Luego se digieren. Y finalmente se toleran. Lo demuestra el escaso interés que ha suscitado la reforma del Código Penal con que pretende amnistiarse indirectamente a los artífices del ‘procés’.

Se trata de aliviar el delito de sedición. Y de recompensar a ERC con una legislación a medida de los condenados. Es la manera de formalizar los pactos estructurales y electorales con el soberanismo. Oriol, Arnaldo y Pablo han deformado la idiosincrasia del PSOE, pero también contribuyen al ciclo victorioso de Sánchez, cuya ambigüedad explica el descaro con que alista a Bildu al mismo tiempo que se resiste a mencionarlo.

La estrategia escapista funcionaría mejor si no fuera porque ya se ocupa Pablo Iglesias de enfatizar la joroba de Igor. El vicepresidente del Gobierno coordina y estimula a las fuerzas soberanistas. Y se instala en su lógica bipolar. Por un lado, pacta con su Gobierno unos Presupuestos. Y por otro lado, los enmienda él mismo o se los enmienda a sí mismo.

Es el contexto en el que trascendió hace unas horas el acuerdo triangular de Podemos con Bildu y ERC. Los tres partidos introducían una cláusula a la ley presupuestaria que implicaba la paralización de los desahucios hasta 2023. Y que Rufián celebraba en términos eufóricos, llegando a decir que el pacto parlamentario a tres bandas servía “para hacer que las cosas pasen, doblegar y torcer el brazo al PSOE”.

Estos son los aliados de Sánchez. Se le pueden amotinar, pero resulta más inteligente tenerlos cerca que lejos. Y asustarlos de vez en cuando con el globo naranja de Ciudadanos. Por eso el presidente estuvo este miércoles tan condescendiente y bizcochón con Inés Arrimadas.

Trata de involucrarla en los Presupuestos de Frankenstein para apaciguar la inquietud comunitaria y para relativizar el peso de Bildu. Más partidos se adhieren a las cuentas de la emergencia, más puede disimularse la joroba de Otegi en el aquelarre de la coalición de investidura. El problema es que al monstruo se le notan todas las costuras.

No pueden amalgamarse visiones económicas, políticas, fiscales y sociales tan dispares como las que representan el soberanismo y Cs, del mismo modo que carece de sentido apelar al patriotismo, al deber patriótico, cuando Bildu y ERC conspiran contra la patria y cuando ambos partidos condicionan su apoyo en razones extrapresupuestarias tan flagrantes como la política penitenciaria, la reforma del Código Penal y la lengua vehicular.

Pedro Sánchez se ha escondido detrás del cadáver de Trump para evitar mencionar a Bildu. Debe pensar que si lo hace, que si lo menciona, puede ocurrirle lo mismo que a las víctimas de Candyman. Si dices cinco veces su nombre, aparece del otro lado del espejo.