Sánchez el movilista

ABC – 01/02/16 – JUAN MANUEL DE PRADA

Juan Manuel de Prada
Juan Manuel de Prada

· Sánchez, en su afán inmoderado de poder, no ha hecho sino garantizarse el aplauso de su militancia.

Confiando en que la militancia socialista sea más proclive al concubinato con Podemos que al matrimonio indisoluble con las viejas glorias de su partido, Sánchez ha resuelto organizar una consulta a las «bases». Naturalmente, la consulta es tan sólo una farfolla con la que Sánchez trata de maquillar su afán de conquistar el poder a toda costa, pues sabe que, si no lo conquista, tendrá que ganarse la vida como profesor graduado en cánones por Osuna (y espero que se me entienda la broma cervantina).

Pero esta consulta de chichinabo ha sido una gran ocurrencia, pues Sánchez ha captado a la perfección que el movilismo es el rasgo más característico de la civilización moderna. Y sabe que los graves avisos de las viejas glorias de su partido son percibidos como pataletas de carcamales inmovilistas por la mayor parte de su militancia, que en sus ansias de «renovación» y movilismo anhela agarrarse a la coleta de Pablo Iglesias.

En este deslizamiento del socialismo hacia posiciones podemónicas no hay, como pretenden las viejas glorias, una traición a las esencias de su partido, sino una plena comprensión de la filosofía hegeliana, que enseña que todo lo que existe (incluida España) deviene, se halla en constante fase de mutación y es voluble en el tiempo. El propio Friedrich Engels lo expresaba de manera inequívoca: «El mundo no debe ser considerado como un conjunto de cosas consumadas, sino como un complejo de procesos en el que las cosas en apariencia estables, tanto como sus representaciones intelectuales en nuestro cerebro, las ideas, sufren un cambio ininterrumpido de devenir».

Sánchez, por lo tanto, está siendo fidelísimo a las raíces filosóficas de su ideología; y las viejas glorias de su partido que le suplican que no se amancebe con los podemonios son lo que Gómez Dávila llamaba «progresistas paralizados»; o sea, conservadores cobardes, pues el único conservador valiente es el que acaba proclamándose reaccionario.

Aquí alguien nos podría objetar candorosamente que el devenir de las ideas tal vez sea un elemento constitutivo del socialismo marxista, pero no de la socialdemocracia, que repudia los métodos revolucionarios del comunismo. Pero, como afirmaba Foxá, «querer combatir el comunismo con la democracia es como ir a cazar a un león llevando como perro a una leona preñada de león». La democracia (¡y no digamos la socialdemocracia, que es la democracia que se pone cachonda y se quita el refajo!) lleva en su entraña el comunismo porque promete lo que no puede cumplir, desde la representación política (secuestrada por las oligarquías partitocráticas) a la Jauja de los derechos sociales; y, para que no se descubra que la democracia no es un gobierno del pueblo, sino un gobierno amañado del Gran Dinero, se ofrece a los ilusos lo único que al Gran Dinero le sale baratísimo, que son los derechos de bragueta, para que los ilusos puedan percutirse todos los orificios y revolcarse en el cieno como cerditos sin procrear.

Pero, a la larga, si quitas la representación política y la justicia social y a cambio sólo das refocile, creas una sociedad de hienas liberadas de frenos morales, mas no por ello liberadas de anhelos de venganza (más bien al contrario, pues la inmoralidad fomenta la ambición y el resentimiento), por lo que se explica que la democracia siempre acaba empujando a sus hijos más crédulos hacia el comunismo.

Sánchez, en fin, ha sabido interpretar a la perfección el espíritu movilista de nuestra época. Y, en su afán inmoderado de poder, no ha hecho sino garantizarse el aplauso de su militancia, que le exige devenir hacia los postulados podemónicos, agarradito a la coleta de Pablo Iglesias. Por una vez, a la Ocasión no la pintan calva.

ABC – 01/02/16 – JUAN MANUEL DE PRADA