José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- Es probable que cualquier maniobra de resucitación del Gobierno sea ya inútil porque como le espetó Susana Díaz al hoy presidente «Pedro, el problema eres tú»
Un político que como Pedro Sánchez ama desordenadamente el ejercicio del poder actúa de forma neroniana cuando su posición peligra. El rumbo de los acontecimientos estaba conformando -siguen haciéndolo- una sensación de derrumbe gubernamental desde que el Consejo de Ministros perdió el control de la pandemia con el segundo estado de alarma; desde que la descoordinación entre los ministros socialistas y los morados se convirtió en una verbena de contradicciones; desde que el PSOE fue clamorosamente batido -también Podemos- por el PP en las elecciones autonómicas del 4 de mayo en Madrid; desde que la quinta ola del coronavirus arruinó las expectativas turísticas de este julio y desde que los indultos a los sediciosos separatistas catalanes se percibieron -y aumenta la sensación- como un error táctico, estratégico y moral. Desde que, en fin, el país se ha sentido víctima de la incuria gubernamental.
El desnorte completo del Gobierno, responsabilidad última y principal de Pedro Sánchez, estaba arrastrando al presidente hacia un seguro fracaso en las urnas, fueran estas las municipales y autonómicas de mayo de 2023, fueran las generales, si la legislatura se agota a finales de ese año. La sola posibilidad de verse fuera de la Moncloa le ha provocado al personaje un ataque de pánico que ha resuelto con una razia cruenta de ceses y nombramientos -sin tocar a los ministros morados que disponen de la patente de corso negociada por Iglesias en el pacto de coalición- y que buscan dos efectos: de una parte, una convulsión que cambie el guion de la conversación pública y, de otra, un efecto amnésico general para que determinados rostros no remitan a los errores perpetrados con decisiones de calado.
Sánchez ha prescindido del tándem Calvo-Redondo que era el encargado de asegurarle la coordinación gubernamental, por completo fallida. Además, la vicepresidenta no ha sabido, o no ha podido, contener las excentricidades de los ministros de la cuota morada perdiendo los pulsos que le ha echado Irene Montero; tampoco logró la química suficiente para entrar en complicidad con el director del Gabinete del Presidente, demasiado empoderado -hasta la indigestión- de facultades y competencias que se solapaban con las de la política andaluza. Seguramente, Redondo y Sánchez han llegado a un diagnóstico común sobre la necesidad de que el segundo saliera de Moncloa, aunque es probable que con alguna estrategia subsidiaria de asistencia. Esa relación no quiebra pese a los muchos errores del donostiarra que ya mostró su disposición a tirarse por «un barranco» si con eso ayudaba a Sánchez. En este momento, su marcha, efectivamente, le ayuda tanto en la gestión de la presidencia como en la relación con el PSOE.
A ambos le sustituirán dos hombres de perfil por completo distinto: Félix Bolaños toma las riendas del Ministerio de Presidencia y Óscar López la dirección de Gabinete de Sánchez. El cambio es copernicano. El primero es un técnico pero también un político burócrata con algún lastre de consideración como la “Operación Murcia” o el pacto con ERC, y el segundo un socialista con buen cartel en el PSOE, discreto, excelente conocedor de la organización y con experiencia política. Pareja por pareja, tiene más sentido la nueva que la anterior, porque Nadia Calviño no tocará bola en esa área y se dedicará a ofrecer el mejor rostro a la Unión Europea y a insuflar confianza en los sectores económicos más vapuleados por el equipo anterior. La nueva vicepresidenta primera es mujer de carácter y se las tendrá tiesas a Yolanda Díaz que se mueve, pero no avanza aunque escale a la segunda vicepresidencia desde la tercera por amortización de una de las cuatro anteriores.
La sustitución de José Luis Ábalos solo es sorprendente si no se repara en los episodios opacos que ha protagonizado y en aducidas razones personales: el rescate de la Compañía Plus Ultra -con ramificaciones bolivarianas- y el encuentro subrepticio en Barajas con Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de la Venezuela de Maduro, proscrita por la Unión Europea. Ambos entuertos políticos no están esclarecidos y son recurrentemente incómodos para Sánchez. Habrá nuevo encaje para el valenciano aunque su descarte ha sido uno de los más llamativos. Baraja, además, dejar la secretaría de organización del partido.
La más significativa decapitación por degradación -Redondo aparte, cuya despedida tiene su intrahistoria subyacente que pronto será emergente- ha sido la de Miquel Iceta que pasa de Política Territorial y Función Pública a Cultura y Deportes, en combinación con la destitución de Juan Carlos Campo en Justicia. Ambos redirigían la atención hacia el escenario catalán de los indultos que para Sánchez -lo sabe aunque no lo reconozca- han constituido un garrafal error. Los dos son víctimas del plan urdido por el presidente: uno por impulsar los perdones con una convicción digna de mejor causa, y el otro, por implementar los reales decretos y justificar la medida desde el punto de vista técnico. En las brumas políticas de la cultura y del deporte, el uno, y en olvido del Congreso, el otro, se desdibujarán las caras de los ejecutores del precipitado ejercicio del derecho de gracia del que ha hecho uso el presidente del Gobierno. Atención a la interpretación de los separatistas.
El problema para Sánchez es que sigue nadando desesperadamente hacia la orilla mientras la resaca le arrastra a mar abierto. Por varias razones: 1) es un presidente demediado que no puede disponer sobre la titularidad de cinco carteras de UP que, salvo la de Trabajo, carecen de suficiente sustantividad. 2) sus opciones iniciales de gobierno y alianzas fueron erróneas tanto con Iglesias en la coalición como en el acuerdo parlamentario con los independentistas. 3) ha devaluado tanto su credibilidad que, probablemente, cualquier maniobra de resucitación como la que este sábado ha perpetrado, sea ya inútil.
La mejor frase de todas las posibles sobre el presidente del Gobierno la pronunció la vencida en las primarias del PSOE, Susana Díaz: «Pedro, el problema eres tú». En la toxicidad del personaje estarán pensando varios de los que ayer perdieron su devaluada condición ministerial. Mientras, Alberto Garzón se estará diciendo que el ‘imbatible’ es él y no el «chuletón, al punto» del presidente. El inane ministro de Consumo es la expresión del cambio que refleja la novela ‘El Gatopardo’ de Giuseppe Tomasi de Lampedusa: toda cambia, pero nada lo hace realmente.