IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • El Centro Memorial se abre en un momento endiablado de la vida política española

Entre las innumerables edificaciones que hacen del Berlín actual un parque temático de la Segunda Guerra Mundial, hay un centro memorial que se llama Topografía del Terror y que levanta acta de ciertas verdades espinosas. Una de ellas es que, mientras la socialdemocracia acogió a nazis en sus filas, las personas que de verdad se opusieron a la barbarie hitleriana no tuvieron ningún reconocimiento oficial ni social en la Alemania de la posguerra, porque resultaban demasiado incómodas. Me he acordado de ese hecho sangrante al ver la foto de Sánchez aterrizado como un pasmarote en la réplica del zulo de Ortega Lara del Centro Memorial de Víctimas que se inauguró el pasado martes en Vitoria. Y es que ésa es la foto de las grandes ausencias.

¿Quiénes fueron los protagonistas de aquel 1 de julio de 1997 en el que fue hallado el zulo original en un taller de Mondragón? El primero, obviamente, el propio Ortega Lara, ausente en el acto de Vitoria. No es ya sólo que éste represente a un partido, Vox, contra el que se han conjurado todos los nacionalistas y la izquierda con una saña que nunca pusieron contra ETA ni contra su brazo político, sino que esa ceremonia de la ausencia se celebra en un momento en el que Sánchez ha cedido al acercamiento de los presos de ETA al País Vasco (objetivo por el que la banda terrorista secuestró al funcionario) y ha concedido al Gobierno de Urkullu la transferencia de prisiones con la que nunca soñó la ETA de 1997. Los otros protagonistas del triunfo del Estado democrático de Derecho, que supuso aquella liberación sin pago político alguno, fueron la Guardia Civil y el entonces ministro de Interior Mayor Oreja, o sea una institución y un hombre que tampoco han estado presentes en el acto de Vitoria y que gozan de pareja estigmatización por parte del nacionalismo y sus cómplices políticos en el sanchismo. Ironías de la vida, el coronel Manuel Sánchez Corbí, que fue quien se empeñó con cabezonería en que Ortega Lara se encontraba en aquel taller cuando ya el juez Garzón daba la busca por fracasada, fue cesado por «pérdida de confianza» por Grande-Marlaska en 2018.

El centro memorial de Vitoria se inaugura en un momento endiablado de la vida política española en el que Sánchez gobierna gracias a los nacionalistas vascos y catalanes, a los herederos de ETA y al populismo de una izquierda cómplice. De ahí lo que esa inauguración tiene de triunfo y derrota, de logro y carencia, de grandeza y miseria. Si ese centro tiene como misión la memoria, mal hemos empezado ignorando a quienes encarnan el recuerdo. De ahí lo que tiene de metáfora del presente la oscuridad de ese zulo en el que está secuestrada la verdad, no Sánchez.