José Antonio Zaralejos-El Confidencial
Para que el líder socialista sea presidente, alguien o algo debe fracasar: él con una coalición, Iglesias con una cooperación o el sistema con el arbitrio independentista o nuevas elecciones
La presidenta del Congreso comunica hoy la fecha de la sesión parlamentaria de investidura de Pedro Sánchez. El presidente en funciones parece, sin embargo, que se enfrentará a una moción de censura. En dos sentidos: su socio ‘preferente’ (Unidas Podemos) podría regatearle el voto y reprobarle por no haber acordado un Gobierno de coalición (el socialista lo quiere de “cooperación”); y también porque, caso de ser investido, lo sería con la misma mayoría —hecha de yuxtaposiciones parlamentarias coyunturales— que le hizo presidente el 1 de junio del pasado año al deponer a Mariano Rajoy por la inédita vía prevista en el artículo 113 de la Constitución.
No se sabe muy bien qué cartas juega el secretario general del PSOE. Si fuera tan irresponsable como algunos suponen, cerraría rápidamente un acuerdo con Iglesias y sentaría en el Consejo de Ministros a afiliados morados, y gestionaría la abstención de los cuatro ‘abertzales’ radicales de Otegi y de los 15 diputados de ERC, e incluso manejaría la posibilidad de sumar los escaños del ‘procesado rebelde’, ahora en Waterloo. Es decir, vendría a sumar a sus 123 efectivos, los 42 de UP y los 32 de independentistas y nacionalistas, con el riesgo de que —como ha declarado el presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar— los vascos no quieran ir de ‘pagafantas’ de una coalición con UP.
Sin embargo, esta suma sería la misma del ‘patchwork’ de grupos que le hizo presidente censurando a su predecesor y que le permitió gobernar en precario, con decretos leyes a troche y moche, con equilibrios casi imposibles y, al fin, cerrando experiencia, con una exitosa enmienda a la totalidad del proyecto de Presupuestos Generales del Estado presentada por ERC. Convocadas nuevas elecciones el 28-A, Sánchez las ganó de largo pero no tanto como para salir de los apuros en los que ahora se encuentra. Repetir la experiencia del ‘Gobierno bonito’ es poco sugestivo, la verdad.
Por razones que quizá tengan que ver con la gestión de su propia impotencia parlamentaria, Sánchez no quiere esa mayoría de la coalición de rechazo a Rajoy para ser investido, tampoco está en sus planes que Iglesias o militantes de su partido sean ministros, no se fía de los independentistas y aspira a una (imposible) investidura más institucionalista y de amplia base reclamando la abstención de Ciudadanos y del PP. De nuevo contradicción: nada ha ofrecido ni a Ciudadanos (los de Rivera siquiera han condicionado su abstención) ni al PP para que permitan la gobernabilidad. De tal manera que todo apunta, bien a una teatralización que busque echar sobre las espaldas de las derechas su entendimiento con los separatistas, bien a convocar unas nuevas elecciones en la esperanza de que se descoyunten en ellas tanto Rivera como Iglesias, lo que resultaría más que probable.
Sánchez ha dicho que el Gobierno tiene que estar constituido en “julio y no en septiembre ni octubre”, y no han faltado ministras —María Jesús Montero— que han advertido de que no habrá una segunda sesión de investidura en septiembre, caso de que la de julio resulte fallida. En el supuesto de que así sea, el jefe del Estado deberá abrir una nueva ronda de consultas (artículo 99 de la CE) y volver a encargar la investidura a quien tenga más posibilidades de sacarla adelante.
Sánchez ha dicho que el Gobierno tiene que estar constituido en «julio y no en septiembre ni octubre», y así se lo ha hecho saber a Pablo Iglesias
Entonces, ¿se comportaría Sánchez como Rajoy y le diría a Felipe VI que no puede aceptar el encargo y que habría que dejar correr el plazo de dos meses desde que se celebre la investidura frustrada para convocar nuevas elecciones? Hipótesis plausible. Para que Sánchez sea presidente en una relativa plenitud este mes de julio alguien tiene que fracasar: o él mismo, o Iglesias, porque uno de los dos impondrá la cooperación o la coalición. Y aun en el supuesto de que no fracase Sánchez pero se deba apoyar en los independentistas, habrá otro fracaso diferente y más grave porque su investidura será una reproducción de la moción de censura y crujirán las cuadernas del sistema.
¿El sistema constitucional?, ¿a alguien le importa la supervivencia del sistema constitucional? No lo parece, porque en la situación en la que estamos —salvo vértigo de último momento en el PP o en Ciudadanos—, tanto una investidura ‘patchwork’ como otras elecciones (serían las cuartas entre 2015-2019) introducirían el régimen constitucional de 1978 en la Unidad de Cuidados Intensivos. Los patriotas de distinta laya y condición pretenden ignorarlo, aunque saberlo lo saben.