Sánchez, Feijóo y el núcleo de la Tierra

Marta García Aller-El Confidencial

  • Tanto ignoró el presidente a Feijóo que le salió un discurso contra Rajoy. Ya no quiere que nadie se imagine a Feijóo gobernando, ni siquiera para mal 

“Escúchenme, que a lo mejor se les queda algo”, no fue lo más modesto que dijo el presidente del Gobierno el martes en su comparecencia en el Congreso de los Diputados. Tampoco lo más vanidoso. Sobre esto último, sería difícil decidirse. Pedro Sánchez comparecía a petición propia para hablar durante una hora de lo bien que lo está haciendo todo. 

Repitió muchas veces la cifra de los 45.000 millones en ayudas. Y no dejó de recordar, faltaría más, que pronto presidirá la Unión Europea, dando a entender lo mucho que alegrará a todos esos líderes internacionales que dice que continuamente le piden consejo de lo bien que lo está haciendo. Lo más parecido a una autocrítica que hizo Sánchez en la tribuna fue lamentarse de que en Europa no haya más redes 5G.

Habló mucho de europeísmo, de microchips y hasta de litio. Se acordó de la gente que viaja en cercanías, los que pagan la hipoteca, los jubilados y los autónomos. Habló el presidente de los que no llegan a fin de mes, de la bombona de butano, de los pescadores y hasta de la cerámica. Nombró a la gente en general y a los de su cheque de 200 euros en particular. Dijo muchas veces «geopolítica», «solvencia» y «solidaridad». Mencionó a Liz Truss, a Davos y hasta sacó un rato para acordarse del núcleo de la Tierra. Pero hubo algo que no dijo. Ni una sola vez se acordó de Alberto Núñez Feijóo. 

Tanto ignoró Pedro Sánchez a Feijóo que le salió un discurso contra Rajoy: «En Europa, hoy España exporta soluciones frente a la crisis energética y de precios… Hace 10 años, importábamos rescates a bancos quebrados y recortes en nuestro estado de bienestar». Tampoco nombró al PP. Al menos, no al de ahora. Porque sí cargó contra la amnistía fiscal de Montoro, los sobresueldos y “la respuesta neoliberal a la crisis financiera”. En vez de contra Feijóo, sus descalificaciones iban contra aquella, por «equivocada, insolidaria, injusta y lenta».

Era un discurso con carácter retroactivo. Consistía en criticar mucho la España de hace 10 años y alabar mucho la de ahora. Se ve la diferencia con su primer encuentro con Feijóo en el Senado, cuando no dejaba de hablar mal del líder de la oposición y de las cosas terribles que le pasarían a España si gobernara. Ahora el presidente del Gobierno ha cambiado de estrategia. Ya no quiere que nadie se imagine a Feijóo gobernando ni siquiera para mal. Solo habla de la España de antes y la de ahora. Tal vez porque de la España del futuro todas las encuestas, menos la del CIS, dicen que le gana ese que ya no nombra. 

Si este primer discurso del presidente en el Congreso marca la estrategia de la campaña, está claro que el Gobierno va a seguir apostando por el optimismo, con permiso de la inflación. Sus esfuerzos irán a pintar España como un lugar en el que apetezca vivir y en el que las medidas anticrisis funcionan divinamente.

Aunque por un instante, Sánchez reconoció que España no está exenta de problemas, ni de incertidumbre. Para recordar a continuación que lo mismo le pasa al resto del planeta. España tendrá unas tasas altísimas de paro juvenil y de desigualdad. Pero el presidente explicó que todos estos problemas ya van a mejor gracias a él. Además, no vale imputárselos, porque la mayoría de problemas son globales. A diferencia de las soluciones, que esas sí que son nacionales. Mejor dicho, suyas. 

A ojos de Sánchez, a España da gusto verla. Es cada vez más justa, más sostenible y menos desigual. Escuchándole, estamos ante una España sin reformas de la malversación ni excarcelados por la ley del solo sí es sí. Ni rastro de esa España que se pliega con Marruecos en una resolución por la falta de libertad de expresión y en la que sus socios le meten prisa para una nueva ley de vivienda. Es una España en la que apenas existen más problemas que los que plantea la oposición. Y ni eso. Por no existir, en la España de Sánchez no existe ni el PP.