Sánchez, Iglesias y Errejón, al alimón

ABC 09/02/17
ISABEL SAN SEBASTIÁN

AL principio pareció una puesta en escena, un teatrillo hábilmente guionizado por los estrategas de la formación con el fin de recuperar la atención de unos medios de comunicación un tanto hastiados de servir el menú podemita en el desayuno, el aperitivo, la sobremesa y la recena. La disputa de machos alfa entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón tenía morbo, especialmente considerando la participación en la batalla de alguna «ex algo más que compañera» de los tiempos en que Pablo escribía cartas de amor almibaradas. Morbo y material para el cotilleo de mesa camilla. Contenido político, poco, tirando a nada. Pero ¿a quién importaba semejante minucia? La cosa era dar que hablar. El morbo, no obstante, se ha convertido en hiel, y lo que empezó siendo un tira y afloja más o menos controlado entre correligionarios ha derivado en cisma cuya gravedad amenaza con dinamitar el partido que hace menos de un año se preparaba para tomar al asalto el cielo llamado poder. Del amor al odio hay apenas un paso relativamente fácil de dar, especialmente cuando en la pareja irrumpe un tercero en discordia. No hablo de una mujer, no. Me refiero a Pedro Sánchez.

Esa conquista del paraíso frustrada en el último momento, cuando ya Iglesias se veía vicepresidente todopoderoso, pasaba por el desembarco en La Moncloa del exlíder socialista, apoyado por morados y separatistas catalanes. Su propio partido (o más bien una parte de él) se encargó felizmente de frustrar esos planes, a costa de un alto precio que aún reflejan las encuestas. Claro que el árbitro de esta liza todavía no ha pitado el final, ni lo hará hasta que se celebren las primarias en el PSOE y sepamos a qué atenernos en lo que atañe a la calle Ferraz. De momento, tenemos a un Pedro «Noesno» dispuesto a pactar con el diablo con tal de salvar su cuello, a un Patxi López tan difuso como su concepto de España, opuesto a dejar gobernar al ganador de las elecciones, y a una Susana Díaz renuente a cruzar Despeñaperros y dar de frente la batalla que hasta ahora ha librado en las sombras. Un cartel que nos aboca a una tremenda inestabilidad y remite nuevamente al combate de este fin de semana en la arena de Vistalegre.

El todavía líder de la coleta no oculta su pretensión de enviar al «pequeño Errejón» a las tinieblas municipales, sin tener en cuenta el hecho de que la alcaldía de Madrid está en manos de Podemos únicamente merced al respaldo socialista, del socialismo de Sánchez, toda vez que la victoria en esos comicios fue claramente de Esperanza Aguirre. Si las tornas dieran la vuelta del lado de la andaluza, es posible e incluso probable que ese pacto se tambaleara junto al resto de los acuerdos vigentes en ayuntamientos y comunidades. A su vez, el rival de Pablo Iglesias alberga, dicen algunas lenguas afiladas, la intención de promover una fusión paulatina de los círculos y la rosa, evidentemente con el deseo de jubilar a su actual socio y repartirse el cielo institucional con el líder de un PSOE sanchista proclive a lanzarse al vacío de una «unión de izquierdas» montaraz.

Todo lo cual lleva a la conclusión de que pase lo que pase en Vistalegre, especialmente si lo que pasa se acerca mucho a unas tablas, nada será definitivo mientras el Partido Socialista no resuelva su duda existencial y decida de una vez por todas si quiere volver a ser lo que fue o entregarse definitivamente al abrazo del oso podemita.