FRANCISCO PASCUAL-EL MUNDO
El escenario postelectoral ha transformado a los equipos estratégicos de los partidos políticos en administradores de miseria. Ninguno de ellos ha logrado un resultado que haga mínimamente asequibles sus propósitos y pasan los días calculando en qué casilla del Monopoly colocan sus montoncitos de votos para sacar la mayor rentabilidad de su escasez. Ni los 123 escaños del PSOE le sirven para sacudirse la dependencia de los independentistas; ni Podemos tiene otra opción que entrar en La Moncloa para no desaparecer; Pablo Casado se enfoca en salvar poder territorial para mantener el liderazgo del partido, y Albert Rivera no quiere jugar a nada que no sirva para debilitar al PSOE y al PP desde la oposición, y desde la oposición de la oposición.
Las primeras víctimas de una situación son las instituciones, transformadas en artefactos exclusivamente partidistas en lugar de puntos de encuentro. Pedro Sánchez, que maneja las llaves de todas desde que ganó la moción de censura, las concibe como un circo de varias pistas, que abre y cierra en función del papel que quiera representar. Un día llama a los líderes del resto de partidos a La Moncloa y al siguiente ordena a Meritxell Batet y a Manuel Cruz que clausuren el Congreso y el Senado a cal y canto, no sea que el control del legislativo sobre el ejecutivo empañe una pose. Entretanto, se da un rulo por Osaka y Bruselas, que es donde mejor da en las fotos.
El primero en rebelarse contra esta comedia en varios actos ha sidoRivera, que ha declinado dos veces reunirse con él en Moncloa. Prefiere pagar el precio de la descortesía a hacer gratis el papel de payaso cuando al presidente le convenga. Está convencido de que sólo le utilizará para forjar una falsa imagen de moderación mientras trata de abaratar el apoyo de Podemos a su investidura, comprar por un Potosí los escaños del PNV y pastelear la abstención de Bildu y ERC. Si algo no encaja, Tezanos lo cuadra con un Excel.
Sánchez parece haberse empeñado en darle la razón. El miércoles el presidente dice en Telecinco que no quiere dar entrada en el Gobierno a Iglesias porque no comparte su afecto por el separatismo y el viernes Iceta llega a un acuerdo con el partido de Puigdemont para repartirse los cargos de la Diputación de Barcelona. Por si alguien pensaba que lo de Navarra y Bildu era un espejismo.
Mientras, el Poder Judicial estalla en batallas internas sin poder renovarse por la parálisis política, la economía avanza al ralentí con los Presupuestos de Montoro y hasta el jefe del CNI ha tenido que coger la gabardina y largarse con el cargo caducado. Puede que los que mandan en los estrategas de los partidos vivan el trascendental momento como espías en la neblinosa atmósfera de una película de la guerra fría o como maestros de ajedrez en busca de la combinación definitiva. Fuera de sus cuarteles la sensación de cutrez y degradación empieza a invadirlo todo.