ISABEL SAN SEBASTIÁN-ABC

  • La aprobación de los presupuestos es el hueso lanzado al presidente por los amos que sujetan su correa

Si no se lo impedimos en las urnas, unidos en las calles, desde los medios de comunicación libres y con la resistencia enconada de los jueces custodios de la Ley, Sánchez consumará su proyecto de liquidación de España. Lo hará por pura ambición personal, porque es el precio que exigen sus socios a cambio de mantenerlo en la poltrona y porque su país le trae al pairo. A Pedro Sánchez solo le preocupa Pedro Sánchez. Es un psicópata político, carente de principios o barreras, cuyo único motor es el apetito de poder.

La eliminación de la sedición del Código Penal constituye solo un paso más en una deriva que viene de lejos y que tendrá su continuidad en un nuevo diseño de la malversación hecho a la medida de Frankenstein. Esto es, impunidad para Junqueras y demás golpistas catalanes, impunidad para Griñán y demás socialistas ladrones, máxima sanción para todos los demás. Un paso más en el asalto a las murallas constitucionales y el desarme del Estado frente a las hordas independentistas, que de este modo consiguen eludir el castigo por sus actos, al igual que los asesinos de ETA prematuramente excarcelados. La primera fase del plan culmina con un rotundo éxito, plasmado en la aprobación de los presupuestos cual hueso lanzado al presidente por los amos que sujetan su correa. Unos dueños implacables, que van a exigir mucho más.

Los partidos que sostienen al Gobierno tienen como ideario la ruptura de la Nación, sin hacer ascos a la violencia o el terrorismo. ¿Alguien cree que van a conformarse con la despenalización de sus delitos? No lo harán. Su meta son los referéndums de autodeterminación: cauces legales que les permitan convocar «consultas» cuantas veces haga falta, hasta lograr un resultado satisfactorio a sus ojos. Después, Dios dirá. Nadie ha previsto el devenir de los engendros surgidos de ese delirio. Lo que importa es llegar hasta allí aprovechando la presencia en la Moncloa del inquilino más débil, embustero y traidor de cuantos han ocupado ese puesto. No tendrán otra oportunidad igual.

Frente a semejante pretensión se alza firme la Carta Magna, cuyo máximo intérprete en el Tribunal Constitucional, la presa más codiciada en esta ofensiva conjunta. De ahí las prisas de Sánchez por poner a su cabeza a Cándido Conde-Pumpido, cuya toga se llenó de fango en el empeño de blanquear la claudicación de Zapatero ante ETA. Si cae el TC, cae otro baluarte esencial en nuestras maltrechas defensas. Resulta crucial, por tanto, bloquear la maniobra, en aras de ganar tiempo hasta las próximas elecciones generales. Antes vendrán las municipales y autonómicas, donde es probable que el PSOE coseche una significativa derrota, insuficiente, no obstante, para impedir el desastre. Porque Sánchez no se detendrá ante nada y morirá, si es que muere, llevándose por delante a España.