Rubén Amón-El Confidencial
- El presidente del Gobierno malogra el pacto de la Justicia con la subasta del Código Penal, agradando así a los insaciables socios soberanistas y provocando la sobreactuación de Feijóo en su búsqueda de liderazgo
La supuesta mansedumbre soberanista se parece al estómago lleno de los escualos que transitan por los acuarios. No atacan a las presas porque se los alimenta sobremanera en horario de cierre y así evitar disgustos visuales a los espectadores. Me decía una bióloga del Acuario de Valencia que los tiburones cautivos comen en un día lo mismo que comen en el océano en un mes. Los tienen amuermados. Más que «navegar» se dejan llevar.
Y es lo que hace Sánchez con los escualos indepes. Se previene de su iracundia proporcionándoles una intensa dieta proteica. Los conserva tranquilos porque los satisface en todas sus demandas. Tanto les ha servido los indultos, la discriminación del castellano y los privilegios presupuestarios como ahora los complace con la reforma a medida del Código Penal.
El abaratamiento de las penas por razones estratégicas demuestra que Sánchez persevera en la intervención de la Justicia
Se trata de relativizar el delito de la sedición para que Puigdemont regrese a hombros, Junqueras pueda desempeñar un cargo público y Marta Rovira retorne del destierro. Dice Sánchez que la subasta del Código Penal nada tiene que ver con la negociación de los presupuestos, pero la coincidencia de un expediente con el otro demuestra que ERC ha llevado hasta el extremo los términos de chantaje. Cuando los tiburones tienen hambre, Sánchez los atiborra para remansarlos y bañarse junto a ellos.
Así prospera la idea de la «pax catalana». Sánchez presume de la tranquilidad del soberanismo cuando debería avergonzarse de la enjundia de las concesiones. Le ha permitido al PNV la facultad de inscribir a Euskadi en las selecciones internacionales (surf y pelota camino del fútbol). Y ha vulnerado el principio de la separación de poderes para que el Ejecutivo someta al Legislativo de tal manera que el Judicial trate a los artífices de la sedición como si fueran unos gamberros de colegio mayor.
El abaratamiento de las penas por razones estratégicas demuestra que Sánchez persevera en la intervención de la Justicia. Y no desde la convicción, sino desde sus propias necesidades parlamentarias.
Hubiera sido más honesto aplazar el debate a una ocasión de oportunismo menos flagrante, pero la dentadura de los escualos reclamaba su carnaza. Y Sánchez se la ha dado, no ya expuesto al soborno de ERC, sino recurriendo al argumento falaz e instrumental de la homologación con el derecho europeo. Habrá países de la UE donde la sedición se castiga con menos años de cárcel, pero también los hay —Alemania, Francia, Bélgica, Italia— donde las penas son superiores a las que observan nuestras leyes.
No podía avenirse el PP a un «gran pacto» mientras Sánchez se jactaba de las injerencias
Es el contexto en el que Sánchez ha conjugado la guerra al PP con la paz de Cataluña. Prefiere la estabilidad de la legislatura a las obligaciones institucionales, entre otras razones porque la «intervención» del Código Penal al antojo de Junqueras contradice la credibilidad de la reforma de la Justicia.
No podía avenirse el PP a un «gran pacto» mientras Sánchez se jactaba de las injerencias, aunque el calentón de Feijóo también responde al interés estratégico. La ruptura enfatiza la polarización de la campaña. Y reanima un antagonismo que devuelve el brío a su oposición errática, naturalmente a expensas de los intereses generales. Igual que Sánchez había dinamitado el consenso con la injerencia del código penal, Núñez Feijóo necesitaba un asidero desde el que poder reanudar el antisanchismo. Se trata de demostrar que Sánchez es un trilero, de desenmascararlo, pero conviene recordar igualmente que Cuca Gamarra, la portavoz del PP en el Congreso, le dijo la semana pasada a Susana Griso en Espejo público que había que desvincular la renovación de CGPJ de la reforma del Código Penal. Y que procedía hacer un esfuerzo bilateral en beneficio de las instituciones.
Tiene sentido atribuir a Sánchez el sabotaje inicial al acuerdo. Y lo tiene identificar en la reacción de Feijóo un exceso de beligerancia, acaso para trasladar a su cuadrilla, a su electorado y a sus aliados mediáticos, la vigencia de una candidatura que expone síntomas prematuros de decrepitud.
La desgracia resultante sobrentiende que el PSOE y el PP se sintieron obligados a reaccionar a la dimisión de Carlos Lesmes
Se relamen los tiburones del espectáculo. Y se degrada la legislatura con un nuevo episodio de privilegios a los partidos que socavan el hábitat constitucional e institucional. La reformulación del Código Penal permitirá a Junqueras enseñar las tres filas de la dentadura y perseverar en el separatismo por la vía silenciosa, igual que los escualos insomnes.
La desgracia resultante sobrentiende que el PSOE y el PP se sintieron obligados a reaccionar a la dimisión de Carlos Lesmes. Y que el fingido estado de conciencia institucional respecto a la urgencia de renovar el CGPJ se ha malogrado en un par de semanas porque Sánchez y Feijóo han antepuesto sus respectivos ardides al respeto de la nación.