Sánchez pretende rematar al PSOE

ABC 01/11/16
EDITORIAL

· Nadie hizo tanto daño en menos tiempo a un partido de larga y digna historia. Es urgente pasar página y sentar las bases que permitan forjar un nuevo liderazgo en el socialismo

LA reaparición de Pedro Sánchez después de cuatro semanas de silencio, y su disposición a recuperar la secretaría general, han vuelto a convulsionar al PSOE. Hace tiempo que Sánchez se apropió de la militancia sin que objetivamente se conozca aún cuál será el dictamen de los afiliados socialistas cuando la gestora convoque un congreso. No obstante, la obsesión de Sánchez está tan clara como su voluntad de seguir fracturando al partido. Por eso es imprescindible suturar la herida cuanto antes. Resuelta la abstención para investir a Mariano Rajoy, el PSOE debe afanarse en pasar página y sentar lo antes posible las bases que permitan forjar un nuevo liderazgo muy diferente al que dejan atrás. Su gestión del partido ha sido calamitosa y los resultados electorales, demoledores. Resulta alarmante que el propio Sánchez no tome conciencia real, de una vez por todas, de que es su partido quien le ha desalojado por la fuerza dada su incapacidad para enderezar su rumbo. El PSOE ha prescindido de Sánchez y empecinarse en retomar un liderazgo fracasado, caduco y obsesivo solo puede ser comprensible desde la mentalidad de alguien que quiere regresar para cobrar facturas a sus enemigos. O, peor aún, de alguien que se cree imbuido de un derecho universal para gobernar a toda costa como si ese fuese su destino cósmico.

Sánchez ha reaparecido expresando su deseo de trabajar «codo con codo» con Podemos y de pactar con el independentismo, o definiendo a Cataluña como «nación». Se siente víctima de una conspiración a múltiples bandas, pero el dato cierto es que ni una sola vez ha tenido el mínimo gesto democrático de reconocer sus derrotas como un drama para un partido que, por desgracia, empieza a amenazar con ser residual. Sánchez ha tensado sus siglas hasta tal límite que ha dejado de ser reconocible como un referente clásico de la socialdemocracia en Europa. Ayer, varios dirigentes le recordaron su «nula autocrítica ante las derrotas estrepitosas» y lamentaron que se haya «colocado fuera de los límites del PSOE». Además, es incomprensible que muestre tanto afecto por el populismo de Podemos porque es el único partido que tuvo la indecencia de aplaudir a Bildu durante la investidura. Nadie hizo tanto daño en menos tiempo a una formación de larga y digna historia. Tienen razón los barones que le exigen una retirada «digna y sin estorbar» en lugar de embarrar más el futuro del socialismo, inmerso en su crisis más grave en medio siglo. Adocenarse ante Pablo Iglesias, Arnaldo Otegui o Gabriel Rufián, como plantea Sánchez en su obstinación sectaria contra la derecha, sería una indignidad equivalente a firmar la sentencia de muerte del PSOE.