- A Sánchez no le queda otra que pedir hora al evadido Puigdemont, usando como heraldo al expresidente Zapatero, para vivir de su prórroga con intereses de demora. A este fin, haciendo por enésima vez de la necesidad pecado, peregrinará ante el fugado del capó en su humillación sin límite
Al ser inquirido por un lugarteniente sobre la orden de combate de cara a la contienda contra la Grande Armée en Waterloo, el duque de Wellington repuso: «Bonaparte no me ha contado sus proyectos y, dado que mis planes dependen de los suyos, ¿cómo quieres que te diga los míos?». Por eso, nadie en su sano juicio ha de dar mayor trascendencia a la perorata de Pedro Sánchez de que no habrá elecciones hasta el verano de 2027 cuando ningún presidente en minoría puede determinarlo y menos con una liga raquítica y polimorfa como la que le sujeta el alambre. De hecho, ni él siquiera se atuvo a lo que predica con su doble cita de abril y noviembre de 2019 ante la falta de presupuestos.
Ante esa realidad inapelable, Sánchez puede jurar en arameo –debe ser la única lengua en la que aún no ha mentido– tantas veces como horas atesora el día en lo que no es más que la expresión de un deseo. No en vano, necesita de todos sus aliados todo el tiempo. Incluido su antaño mano derecha, José Luis Ábalos, hoy en el Grupo Mixto, quien comienza a removerse como fiera acosada señalando al ministro Puente y al expresidente Zapatero, a quien responsabiliza de provocar su cese en comandita con José Blanco, quien desempeñó su mismo rol con Sánchez y que hoy comanda un lobby que dispara sus beneficios sin tener que reunirse en gasolineras con empresarios gallegos. De momento, la cosa pinta fea tras el allanamiento de la vivienda de la hija de Ábalos como antes la de la madre de su asistente Koldo García. ¿Casualidad o causalidad? Qui sa?, que dicen los italianos.
Sin embargo, no cabe duda de que, como se jactó Sánchez este lunes en su comparecencia de baño y masaje con los periodistas para desearse mutuamente felices vacaciones sin preguntas de las de fruncir el ceño, España no deja de mejorar sus estándares de seguridad. ¿Cómo negarlo con su fiscal general en el banquillo por filtrar secretos de la pareja de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso y él rendido ante un prófugo como Puigdemont al que avisó de que lo pondría a recaudo de la Justicia y al que ha terminado entregado para permanecer en La Moncloa tras comprarle los votos de Junts a cambio de la autoamnistía?
Pero, pasando por alto que la disolución de las Cámaras sólo se notifican camino del BOE al igual que las devaluaciones monetarias, ¿cómo puede prometer Sánchez lo que escapa de su designio cuando no cumple ni lo que le corresponde? Aun así, insiste con fe de carbonero, que no religiosa, al modo del «detente bala» de los escapularios que, con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, sellaban los carlistas en su pecho. No obstante, a Sánchez mejor tararearle lo que algunos batallones navarros coreaban para salvaguardar su trasero: «Tápate soldado, tápate, que se te ve el requeté». Aquel ‘requeté’ se popularizó hasta denominar a todo el Ejército carlista.
Dicho lo cual, todo presidente tiene el comodín de convocar elecciones cuando le convenga, si bien Sánchez no está para adentrarse en el mar con unas procelosas encuestas que le sitúan por debajo de 100 diputados y hunden a sus socios, mientras PP suma más escaños que toda la Alianza Frankenstein y Vox roza su techo de 52 escaños en noviembre de 2019. En ese brete, a Sánchez no le queda otra que pedir hora al evadido Puigdemont, usando como heraldo al expresidente Zapatero, para vivir de su prórroga con intereses de demora. A este fin, haciendo por enésima vez de la necesidad pecado, peregrinará ante el fugado del capó en su humillación sin límite.
Claro que un político sin escrúpulos como Sáncheztein se aferra a La Moncloa, aunque sea como tentetieso de Puigdemont, con tal de organizar su defensa judicial en condiciones más ventajosas tras ver pronto a su fiscal general en el banquillo. Lo hará con Presupuestos o sin ellos, luego de llevar desde 2023 sin cuentas públicas, y aunque sea dando traspiés como un pato cojo. Todo ello tras picotear a Rajoy por su nulidad para aparejar en tiempo y forma el presupuesto de 2018. En ese estado, un Ejecutivo es inútil cual coche sin gasolina.
Pese a carecer de estabilidad parlamentaria como se apreció en el último pleno del curso y no plantearse una moción de confianza, augura que esta vez –¿y van?– sí atenderá su deber constitucional de presentar presupuestos. Sin embargo, aunque esté dispuesto a convertir España en un Estado fallido y en una nación rota para mantenerse un par de años más en el bunker de La Moncloa, no parece que vaya a lograrlo. Más que aprobar el presupuesto, se trataría de pasear al nonato por toda España, mientras funde el eternizado –con la asistencia de los fondos europeos– desbocando el gasto electoral dizque social para agudizar el clientelismo entre una población en la que crece la aspiración a ser funcionario y a vivir de las ayudas públicas. De esta guisa, el Estado del bienestar trueca en Estado asistencial atando el voto al Gobierno.
Mediante el señuelo de este esbozo de programa electoral en forma de anteproyecto de Presupuestos repleto de medidas populistas sobre el papel y de cuya no entrada en vigor se culparía a la desalmada oposición de PP y Vox, Sánchez buscaría elevar sus expectativas en unas hipotéticas elecciones en la primavera/verano de 2026 coincidiendo con las andaluzas, salvo que Juanma Moreno las avance al regreso de agosto para aprovechar que el PSOE naufraga demoscópicamente al sur de Despeñaperros. Como sintetizó el gran Baltasar Gracián, a veces, y más con Sánchez, hay que ver las cosas del revés para verlas al derecho.