Juanma Romero-El Confidencial
El presidente reacciona a los movimientos del líder de Podemos haciendo hincapié en las discrepancias «de fondo» que mantiene con los morados sobre el abordaje de la crisis soberanista
Siempre estuvo ahí, aunque apenas se mentara en público y no saliera de labios de Pedro Sánchez. Siempre estuvo Cataluña en el epicentro del pozo de desconfianza entre el presidente en funciones y Pablo Iglesias. Siempre pesó como un argumento poderoso para renegar de un Gobierno de coalición, aunque no se explicitara y la reflexión corriera de boca en boca en las conversaciones de los dirigentes y entre ellos y los periodistas. Pero no se había utilizado como una razón pública y clara para decir no a Unidas Podemos. Ahora eso ha cambiado.
Cataluña se ha convertido en la principal herramienta blandida por el PSOE para rechazar un cogobierno. Las «discrepancias de fondo» alejan más aún un camino que para el jefe del Ejecutivo es impracticable —salvo que decida explorarlo— y que puede acabar frustrando su investidura.
Fue él mismo quien puso el foco ahí, en Cataluña. Lo hizo en la entrevista en ‘Informativos Telecinco’ del pasado jueves, la primera que concedía a un medio después de las generales del 28 de abril y de haber recibido el encargo del Rey. La atención mediática y política basculó de inmediato sobre la ventana que, como dicen en la Moncloa, podía servir de escapatoria para Unidas Podemos: Sánchez se mostró dispuesto a incorporar a ministros independientes y de reconocida trayectoria propuestos por los morados. Pero la novedad de su discurso ante el periodista Pedro Piqueras se hallaba en otro pasaje, cuando él mismo resaltó que aunque el PSOE y Unidas Podemos mantienen «muchísimas coincidencias» en justicia social, también guardan «grandes diferencias, grandes discrepancias» en cuestiones como la resolución de la crisis catalana. Y él no quiere «dos gobiernos en uno», sino un solo «Gobierno con un mensaje coherente».
Sánchez alega que los morados defienden el derecho de autodeterminación, pese a que Iglesias no lo pone ya como una línea roja
Sánchez agradeció que Iglesias prometiera «lealtad» en este asunto. Pero no basta. Los morados defienden el derecho de autodeterminación, o no apoyaron la suspensión de los diputados independentistas encarcelados. «Nosotros estamos defendiendo el Estado autonómico, el orden constitucional, la soberanía nacional, la integridad territorial», y debe ser «en el ámbito autonómico» como se resuelva la «crisis de convivencia» que hay en Cataluña. «Pero, insisto, lo importante es formar un Gobierno. Lo importante es formar un Gobierno progresista, sin depender de las fuerzas independentistas«. Para el presidente, ese objetivo, el de un Ejecutivo de izquierdas que no descanse en los secesionistas no se puede conseguir con los morados dentro de él.
La suma no da
El líder socialista acababa de renovar el argumentario. Como reconocen en Ferraz, era necesario introducir Cataluña a la vista de que Iglesias había torpedeado hábilmente la línea de flotación sobre la que reposaba hasta el momento la negativa del PSOE a una coalición. Sánchez y su equipo se habían aferrado a la aritmética: socialistas y Unidas Podemos, decían (y siguen diciendo), no suman mayoría absoluta en el Congreso: llegan a 165 diputados, a 11 de la mayoría absoluta, y por tanto hay que buscar otros aliados que podrían huir si Iglesias está dentro del Gabinete. Pero hasta el momento ninguno de los potenciales socios de Sánchez se oponía frontalmente a esa fórmula. Ni Compromís, ni el PRC, y ni siquiera el PNV, que no obstante exige una negociación sobre contenidos y que no haya una invasión sobre las competencias de Euskadi.
Los socialistas recuerdan que Cataluña es el gran problema que tiene España y que no se pueden permitir ruido en este asunto en el Gobierno
Iglesias buscó demostrar la endeblez del razonamiento del PSOE y, en una tribuna publicada el miércoles en ‘La Vanguardia’, se ofreció a revisar su posición si se verificaba: si el Congreso, en el debate de investidura ya programado para el 22, 23 y 25 de julio, tumbaba esa propuesta de acuerdo integral de coalición. El Gobierno dijo desde el principio que aquello no era más que «táctica», «estrategia» y no un movimiento real. Pero en el aparato federal también se percibía que ponía en un aprieto al candidato. Sánchez tenía que pertrecharse mejor, rearmarse de argumentos.
ión Sánchez-Iceta es total.
Iglesias manifestaba en su artículo de ‘La Vanguardia’ que su posición sobre el referéndum no sería ya una línea roja, porque entendía que había quedado debilitada por las urnas. También prometió «lealtad» con Cataluña. Los ‘comuns‘ aparcaban su deseo de un plebiscito.
Muy cerca la sentencia del ‘procés’
Pero todos esos gestos no bastan al PSOE. Como dicen en la cúpula, no se fían de los morados, y son conscientes de que no pueden permitirse ningún patinazo en un conflicto tan delicado de gestionar como el de Cataluña. «¡Es que lo de las diferencias que mantenemos es verdad! —exclama un mando integrante del primer anillo de poder del presidente—. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, no ha tenido arrestos para quitar los lazos amarillos» del ayuntamiento. «No tenemos el mismo modelo de país», constataba este pasado viernes por su parte, la ministra portavoz, Isabel Celaá.
Sigue sin haber confianza: «¡Son verdad las diferencias! Colau, no ha tenido arrestos para quitar los lazos amarillos», dice un alto cargo del Ejecutivo
El Ejecutivo es muy consciente de que la «crisis de convivencia» que atenaza Cataluña está lejos de solventarse a corto y a medio plazo. El capítulo que tiene más inmediato es la sentencia del ‘procés’, que saldrá previsiblemente del horno del Tribunal Supremo en el otoño. Sánchez siempre ha defendido que su labor es respetar y acatar las decisiones de los tribunales, y punto.
En la Moncloa temen que, de haber un Ejecutivo de coalición, los ministros de Unidas Podemos se descuelguen pidiendo indultos o anunciando visitas a las cárceles de los presos. Una discrepancia pública en esta cuestión sería letal, y en el núcleo del líder no creen que sea tan sencillo acordar los desacuerdos. La receta del PSOE es la del diálogo siempre dentro de la Constitución y de la ley. Una consulta pactada, a la canadiense, como la propuesta por el presidente del Parlament, Roger Torrent, fue rechazada de plano por el Ejecutivo, por boca del ministro Josep Borrell —no existe «ninguna posibilidad constitucional» de celebrar un referéndum de secesión— y acogida con esperanza por los ‘comuns’.
Unidas Podemos considera que sí se ha movido, y que quien no lo ha hecho ha sido el Gobierno. Este viernes, de hecho, los morados insistían en su fórmula de coalición y añadían que, en línea con lo afirmado anteriormente, si Sánchez quiere incorporar a independientes, era muy libre, pero que los nombres de su grupo los pondrían ellos, y los suyos son todos «independientes» del Ibex 35, de los mercados y del poder. Para los socialistas, rebajaron su pretensión de gobernar en solitario para ofrecer un Ejecutivo de cooperación y ahora dan la posibilidad a Iglesias de plantear independientes de su órbita, lo que es tanto como decir que no le quiere a él ni a ninguno de los suyos en el Consejo de Ministros. Se trata ahora de que los morados «hagan su parte», como dijo Celaá, y recorran unos cuantos metros más.
Dos comparecencias en siete meses
En el fondo, poco han evolucionado las posiciones desde el 28-A. Pero unos y otros han de ir tejiendo su relato, por lo que pueda pasar. Sobre todo si finalmente hubiera nuevas generales el 10 de noviembre. «Podemos no nos va a ganar la batalla de la argumentación. En cuanto sales a la calle la gente no entiende que la máxima obsesión de Pablo sean los sillones», dicen en Ferraz. En la dirección están convencidos de que en una repetición de los comicios, el PSOE saldría poco penalizado —las encuestas, también la del CIS, pronostican una prima, un fuerte ascenso—, lo que es un poderoso aliciente para mantener la misma postura. El presidente y el partido subrayan que no quieren elecciones, pero también en el núcleo duro se recuerda que los planteamientos del líder son «firmes» y «está decidido». Hasta el punto, dicen algunos de los que le conocen bien, que está dispuesto a ir a las urnas antes que aceptar ministros de Podemos.
Ferraz no cree que Podemos le vaya a ganar la batalla del relato: está convencida de que los ciudadanos no entienden su exigencia de «sillones»
Falta por comprobar si el jefe del Ejecutivo va a salir de su aislamiento mediático para contrarrestar el relato de Iglesias. En lo que va de año solo ha comparecido en España en dos ocasiones —cuando anunció el anticipo electoral, el 15 de febrero, y cuando recibió el encargo de Felipe VI, el 6 de junio—, en ambos casos con preguntas tasadas. Ahora podría interesarle llenar más el espacio.
En definitiva, se trata de una guerra de nervios, de ver quién pierde el pulso. Y aún es pronto. Sánchez e Iglesias se ven de nuevo el martes en el Congreso. Ferraz aún no ha despejado la duda de si el presidente llevará un documento a la cita, una oferta más detallada para que los morados tengan más difícil decir que no. Pero en política es crucial manejar los tiempos. Sucede, sin embargo, que el ‘deadline’, ese 24 de septiembre en el que las Cámaras quedarán disueltas si no hay nuevo presidente, se percibe muy a lo lejos.