El Confidencial
- El PSOE lograría el 26,8% de los votos y 103 diputados. Los populares siguen en cabeza, pero retroceden hasta el 30% y los 122 escaños. La distancia porcentual entre ambos pasa de 7,1 a 3,2 puntos
Si hay un rasgo que caracterice a Pedro Sánchez, es la capacidad de crecerse en la adversidad. Aquel Manual de resistencia bien puede interpretarse como una declaración de intenciones. En el PSOE, que ahora celebra los 40 años de su primera victoria en las urnas, lo saben. Felipe González no olvida cómo resucitó de entre las cenizas de aquel comité federal orquestado por los poderes fácticos del socialismo. Hoy, según los datos del barómetro de IMOP-Insights para El Confidencial, llevado a cabo entre el 10 y el 22 de octubre, el presidente del Gobierno sigue siendo un muerto muy vivo. El PSOE ha empezado a recortar distancias con el PP ante los primeros síntomas de agotamiento del llamado efecto Feijóo.
Sánchez pasa en dos semanas de una estimación de voto del 24,4% y 96 escaños al 26,8% con 103 diputados en el Congreso, usando como referencia una participación similar a la de 2019. Habría recuperado, por tanto, unos 582.000 apoyos y siete asientos desde la oleada anterior, que se publicó el pasado 12 de octubre. La progresión es evidente. Pese a que sigue por detrás del PP, que lograría 122 parlamentarios, y por debajo de su resultado en las últimas elecciones, donde anotó 120 representantes. Los datos dan oxígeno al PSOE al ver cómo su desventaja respecto a los populares se ha reducido a la mitad: de estar 7,1 puntos por detrás del partido de Feijóo (1,7 millones de sufragios de diferencia) a estar tan solo a 3,2 puntos (770.000).
La distancia entre los bloques se recorta
Los cara a cara en el Senado entre los dos líderes parecen haber sentado mejor a Sánchez, que empezaría a rentabilizar las medidas llevadas a cabo por el Gobierno para paliar la inflación y atraer a “las clases trabajadoras”, como viene recitando el presidente en cada intervención. Hasta el momento no había una relación causa-efecto en las encuestas, aunque ahora se empieza a atisbar. Es pronto para saber si es una tendencia o un fenómeno puntual, aunque sí debería preocupar en Génova, ya que ha caído en 100.000 votantes la transferencia de electorado del PSOE al PP.
Hay cerca de 400.000 personas que hace tres años confiaron en el socialista que hoy darían su papeleta a Feijóo, pero también la marca de la rosa está viendo cómo la fidelidad de los suyos crece y se sitúa en un 72%. El voto del centro que el PP daba por cautivo empieza a repartirse. Llama la atención que la mejora del PSOE no se produce a costa de Unidas Podemos. La radicalización a posiciones de izquierdas de algunas medidas como el impuesto a la banca o las eléctricas y el discurso antiempresarios que blande Sánchez no ha restado un solo apoyo a los morados, que, por el contrario, mejoran ligeramente respecto a oleadas anteriores. Suman cinco representantes, al pasar de 27 escaños a 32. La izquierda da síntomas de mejora.
En el bloque de la derecha, el fenómeno es el contrario. Hay fatiga tanto en el PP como en Vox. Juntos sumarían 173 escaños, que contando con el diputado de Navarra Suma les dejaría a dos de la mayoría absoluta. El que más sufre es el partido de centro derecha, que perdería un punto y medio en 15 días, lo que se traduce en siete representantes menos en la Cámara Baja. Del 31,5% caería al 30%, tras dejarse 350.000 electores. ¿Se ha agotado el efecto Feijóo? La respuesta basada en los últimos sondeos es que ha empezado a diluirse. Pero las expectativas de los populares son todavía notables: son el partido más votado, con una diferencia de 800.000 votos y 19 parlamentarios frente a los socialistas.
Las causas demoscópicas son el parón del trasvase de voto que venía del socialismo y que estaba marcando una tendencia al alza del gallego y la alta fidelidad de sus electores, que en estos momentos está en el 73% tras haber alcanzado cuotas cercanas al 90%. Alberto Núñez Feijóo era un líder capaz de robar votos a Pedro Sánchez y en esto ha fiado su estrategia la planta noble de Génova. Juanma Moreno logró en Andalucía ser un candidato por encima de las siglas y esa es la aspiración a nivel nacional. El escenario es ahora más adverso.
En la última oleada antes del verano (publicada el 3 de agosto), la estimación de voto del PP llegó a situarse en el 33,4% del voto y 137 escaños, igualando la marca de Mariano Rajoy en junio de 2016. Desde entonces, el llamado efecto Feijóo ha ido amainando progresivamente. Medido con esa referencia, entre el final de junio y el final de agosto los populares se habrían dejado algo más de 800.000 posibles sufragios de ganancia, si bien es muy probable que aquella estimación estuviera sobredimensionada por el doble efecto de las elecciones andaluzas y el cambio de liderazgo.
Si el análisis se hace desde la política, hay voces en el partido que venían advirtiendo de que en la dirección estaban siendo muy “complacientes” con las encuestas. Se echa en falta más iniciativa por parte del líder. Hay respeto y unidad en torno a su figura, pero, como publicó el domingo este periódico, hay una sensación de que Feijóo está fiándolo todo al desgaste de Sánchez en lugar de afianzar su perfil. Excolaboradores de los gobiernos de Aznar y Rajoy piden que se abandone la “morriña gallega” y se trabaje más en Madrid.
El reportaje en la revista Esquire, en que Feijóo muestra un lado más desconocido con posados en ropa informal, tampoco ha terminado de convencer en las filas populares. “Lo de intentar rejuvenecer al candidato cambiándole la vestimenta tiene sus riesgos. Los jerséis no van confeccionados con neuronas”, bromea un histórico del PP, que recuerda las abdominales de Aznar o el footing de Rajoy.
Vox no se beneficia del retroceso del PP. El partido de Abascal perdería un punto desde la oleada anterior (del 16,8% al 15,8%) y pasaría de 57 a 51 escaños, casi los mismos asientos de 2019. Tras la crisis por la salida de Macarena Olona, la formación firmaría este resultado. La entrada en el Gobierno de Castilla y León les ha castigado y en estos momentos están rediseñando su estrategia con la mirada puesta en la presidenta italiana, Giorgia Meloni.
Con este escenario, es fundamental para Sánchez mantener unido el llamado Frankenstein. Los presupuestos son una buena baza para repartir contraprestaciones a cambio de apoyos. El presidente necesitaría para su reelección aglutinar todos los votos de la Cámara al margen de PP y Vox. La Moncloa calcula que logrará sumar más de 180 síes a las cuentas. Son expertos en mayorías agónicas y en 2023 intentarán repetir el esquema si Unidas Podemos o la plataforma Sumar de Yolanda Díaz aguantan como muletas.
Los socios se mantienen estables. Se aprecia una recuperación de la prevalencia (por la mínima) del PNV respecto a Bildu y un sensible retroceso de Junts tras la ruptura del Gobierno de Cataluña. ERC repite resultado respecto a las últimas generales, con 13 representantes, y se afianza como aliado preferente. Sánchez tendrá que reformar el Código Penal para rebajar las penas por sedición pese al rechazo de sus barones, que consideran que el debate les lastra electoralmente. Sus intereses son opuestos.
La conclusión que arroja el barómetro de IMOP-Insights es la capacidad de resistencia del PSOE. Tras hacer frente a la pandemia, la guerra en Ucrania y una crisis de inflación sin precedentes, el presidente del Ejecutivo es el que mejor parado ha salido comparado con la ya excanciller alemana Angela Merkel, el cuestionado Emmanuel Macron y el caído Mario Draghi. Habrá que esperar a próximas oleadas para saber si este cambio en la estimación de voto se debe principalmente a aspectos técnicos o puede hablarse de una inversión de la tendencia. Hay dos certezas: la distancia del bloque de la derecha respecto a la izquierda se ha reducido casi a la mitad, al pasar de 13 puntos a siete, y la distribución de los escaños nos devuelve a una situación de incertidumbre en cuanto a la gobernabilidad futura.