TEODORO LEÓN GROSS-ABC

  • Sánchez ignoró a Feijóo y en la bancada socialista jalearon la prepotencia del presidente

Ni siquiera Feijóo pudo estropear su propio alegato de ayer tarde en la sesión de control. Y mira que el líder del PP hizo méritos para salir malparado. Su patinazo reclamándole al presidente del Gobierno que «deje de molestar a la gente de bien» fue una torpeza imponente, tanto que Ander Gil, siempre al quite para ser neutral sirviendo a su señor como el barón de Duguesclin, le silenció de inmediato el micrófono al líder del PP a sabiendas de que había desbarrado y quedaba a tiro de Sánchez para que este se cebase con ese ‘lapsus linguae’ freudiano. Apelar a «la gente de bien», en lugar de la ciudadanía, es una categoría rancia. Pero ni por esas. Sánchez se había preparado un guión y apenas se apartó para alguna de esas ironías que sólo le provocan una sonrisa a él mismo. Se ve que, como las actrices del destape en el posfranquismo, es muy escrupuloso con las exigencias del guión.

Y el guión que Sánchez volvió a escenificar ayer, con otra media vuelta de tuerca, es boicotear las sesiones de control al Gobierno. Cada miércoles en el Congreso, y cada martes en el Senado, convierte el control al Gobierno en un control a la oposición. Aplicando la lógica popular de «¿Qué hora es? Manzanas traigo», exhibe no ya un virtuosismo de sofista para evitar responder a lo que se le pregunta, sino un descarado desahogo despreciando displicentemente a la oposición, a la que despacha como fachas al servicio de los arriba, letanía que ayer repitió una vez más. En la última sesión en San Jerónimo, Cuca Gamarra le preguntó por la ley del ‘sólo sí es sí’, y Sánchez se puso la medalla del Salario Mínimo. Inés Arrimadas lo interrogó por el tiempo que llevará destituir a Irene Montero y él le contestó burlándose de la agonía de Cs. Y más difícil todavía, alehop. Félix Bolaños interrumpió una pregunta de ERC para interpelar él al PP. El Gobierno acude a estas sesiones destinadas a dar cuentas de su gestión con un único objetivo: no dar cuentas de su gestión.

Feijóo, antes del gazapo de «la gente de bien», percutió ayer con un buen puñado de preguntas sobre las disfunciones de la ley trans y la peligrosa reactividad química con la ley del ‘sólo sí es sí’. Todo quedó sin respuesta. Sánchez ignoró a Feijóo y en la bancada socialista jalearon la prepotencia del presidente por más que esa forma de ningunear a la oposición sea un vicio democrático como para ocultar su cabeza en el escaño como avestruces abochornadas. Pero Sánchez ha marcado su presidencia por el desprecio oceánico al Poder Legislativo, a golpe de decretos o de mercadear en Moncloa con los órganos de extracción parlamentaria, en esa erosión constante de baja intensidad que Huq & Ginsburg califican de «regresión constitucional». Y ahí se incluye esto de reventar las sesiones de control logrando el prodigio de que todos los errores del Gobierno, como decía un legendario diputado argentino, sean culpa de la oposición. Todo un prodigio.