Isabel San Sebastián-ABC
- Cede al chantaje separatista y condena al fracaso escolar a cientos de miles de niños
Llegó a La Moncloa a lomos de la mentira, jurando que jamás pactaría con Bildu o que la idea de tener a Podemos en el Gobierno le producía pesadillas, y ahora crea un «ministerio de la verdad» destinado a restablecer la censura con el pretexto de impedir la difusión de noticias falsas. El mayor embustero que ha dado la democracia, tan falsario como para plagiar su tesis doctoral y ocultar la cifra real de muertos causados por su nefasta gestión del Covid, se saca de la manga un organismo inquisitorial al más puro estilo totalitario y lo pone en manos de sus leales escuderos, Redondo, Calvo y Oliver, tan «independientes» de su persona como el perro del amo que lo alimenta. Tres comisarios políticos a sueldo del Ejecutivo, a cuyo criterio arbitrario queda sujeta a partir de ahora nuestra libertad de expresión. Por ejemplo, podrían dictaminar que el matrimonio Carnicero, íntimo amigo del presidente, acredita méritos sobrados para ocupar los bien pagados cargos públicos creados «ad hoc» para ellos y no se han beneficiado, por tanto, de sendos suculentos enchufes. Sería su dictamen contra la información de nuestro compañero Chicote y la lógica, que, dada la deriva en la que estamos, llevarían las de perder. Y es que hay mucho que tapar y nulo pudor para hacerlo. Una vez clausurado el Congreso durante seis meses, con la Fiscalía bajo el férreo control de la exministra Delgado, la Guardia Civil descabezada y los jueces amenazados de secuestro vía reforma legal exprés, los medios de comunicación constituyen el último obstáculo que necesita derribar Sánchez en aras de hacer realidad el augurio que su cómplice, Iglesias, calcó de su admirado Hugo Chávez: «Ustedes, señores del PP, nunca van a volver al Consejo de Ministros».
A fin de alcanzar tan ansiado propósito, los socios mayoritarios de la coalición Frankenstein precisan del apoyo independentista, que están dispuestos a pagar en forma de traición e infamia. Infamia y traición a las víctimas y a la decencia es acercar a ochenta y siete terroristas de ETA a cárceles vascas o próximas al País Vasco, sin mediar por su parte arrepentimiento o colaboración con la Justicia. Ochenta y siete criminales abyectos mimados por orden de Sánchez con el fin de obtener el favor del brazo político de la banda y sumar sus votos a los necesarios para aprobar los Presupuestos. Traición e infamia es pisotear la Carta Magna y condenar a cientos de miles de niños al fracaso escolar al privarles de su derecho a estudiar en su lengua materna, el castellano, común a todos los españoles, eliminado de la enseñanza como tributo al separatismo empeñado en «construir nación» a base de convertir el idioma en arma de confrontación masiva. Pero en ello están, cediendo a todos los chantajes con tal de cumplir su anhelo de perpetuarse en el poder. ¿Cómo no van a tratar de impedir que desnudemos tamañas vergüenzas?