Isabel San Sebastián-ABC
- Nuestro problema es una crisis económica de caballo, ante la cual el líder socialista solo sabe poner excusas
El presidente del Gobierno es incapaz de lidiar el formidable morlaco que está arruinando a los españoles y en lugar de pedir ayuda o reconocer su impotencia marchándose a casa, se esconde tras el burladero de Vox. «¡Que viene el lobo facha!», grita a dúo con Andoni Ortuzar, pope del nacionalismo vasco recogedor de nueces, tan vinculado como él a la única formación política española homologable a una bestia por su historial sanguinario, cuyo nombre es Bildu/Eta. La desfachatez es de tal calibre que solo cabe reaccionar con ironía gallega: ¡Será una broma…!
Lo cierto y verdad es que el partido de Abascal podrá gustar más o menos, pero cumple todos los requisitos legales, acata la Constitución y no cuenta entre sus líderes con ningún delincuente, lo cual es más de lo que puede decirse de los socios preferentes de Sánchez, entre los cuales destacan sediciosos, terroristas y otras gentes de mal vivir. Lo cierto es que Vox no está más a la derecha de lo que se escora Podemos a la izquierda y que a nuestro ilustre mandatario no parece repugnarle en absoluto sentar en el Consejo de Ministros a varios representantes de dicho partido, pese a sus graves discrepancias en política internacional, a su cuestionamiento abierto de la Carta Magna y al derroche obsceno que supone esa compra de apoyo con cargo al contribuyente, calculada por el Instituto de Estudios Económicos en 60.000 millones de Euros. La verdad es que la pobreza vuelve a mostrar su rostro a los ciudadanos, con precios disparados, ingresos reducidos, impuestos desbocados e incertidumbre ante el mañana, mientras el Narciso que habita en La Moncloa encarga algoritmos semejantes a espejitos mágicos destinados a halagarle el oído repitiéndole lo bello que es.
Vox no es nuestro problema. Nuestro problema es una crisis económica de caballo, ante la cual el líder socialista solo sabe poner excusas. Nuestro problema es una inflación descontrolada, un sistema de pensiones al borde de la quiebra, que las promesas demagógicas de este Ejecutivo han convertido en una monumental estafa a los trabajadores, una deuda que no para de crecer, una gestión opaca de los fondos europeos, cuyo destino final nadie conoce, dado que no existe control alguno de su gestión, ya sea por parte del Congreso o de un organismo independiente. Nuestro problema es una Administración elefantiásica, tan innecesaria como ineficaz, que devora los ingentes recursos detraídos de nuestros bolsillos a punta de pistola fiscal, no con el fin de construir hospitales o escuelas, sino para apuntalar su poder. Nuestro problema son las mentiras de Sánchez y sus trampantojos. Su negativa a escuchar a nadie que no forme parte de su coro de palmeros. Esa soberbia propia del mediocre que persevera en el error hasta caer en el abismo al que nos arrastra a todos.