IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • Su mandato es un pozo sin fondo para los estudiantes de marketing electoral

Reconozco que me ha impactado la foto de Sánchez descendiendo de las alturas de la cumbre de Davos a un popular parquecito de Coslada para hacer como que juega a la petanca con unos falsos pensionistas que en realidad son miembros en activo del PSOE. A mí es que esa ocurrencia me parece fascinante: usar a los propios militantes, y a los cargos electos o a dedo de tu partido, para hacer el papel de ociosos jubiletas que te jalean con un fervor más falso que la mala moneda. Y es que a partir de esa imagen de atrezo, de esa mala comedia, de ese precario montaje a base de extras talluditos que están más cerca del pluriempleo que del asilo, ya todo el período sanchista es cuestionable y puede convertirse en un pozo sin fondo para los estudiantes de marketing electoral y de arte dramático. A base de revisar las campañas de promoción del presidente en hemerotecas y videotecas, ese alumnado se puede topar con el mismo sujeto haciendo el papel de palmero de mítines, de minero, de chapista, de fraudulento enfermero saliendo de un hospital madrileño en pleno Covid con el puño en alto.

La idea que nos sugiere el torneo amañado de petanca en Coslada es sencillamente extraordinaria: Sánchez rodeado una y otra vez de los mismos rostros pertenecientes a unos sociatas reconvertidos en actores a sueldo. No es posible mejor alegoría de la política actual y virtual de este Gobierno: los que aplauden a Su Persona, o se aplauden entre ellos, siendo siempre los mismos; no pasando del centenar de afiliados, aunque luego Tezanos se encargue de multiplicarlos por millones en esas encuestas del CIS tan fiables, transparentes y cristalinas en sus cifras de intención de voto que luego van siendo cuestionadas en la Comunidad de Madrid, en Castilla y León, en Andalucía… por los sucesivos comicios.

En realidad, lo que haría esa gente, ese comando escénico de Coslada, es lo que hace el propio Sánchez desdoblándose a sí mismo para decir lo contrario antes y después de convertirse en presidente, antes y después de ganar las elecciones, antes y después de cada minuto. Sánchez es mucho Sánchez o, mejor dicho, son muchos. Son una multitud. De la cumbre de Davos pasa a la hispano-francesa como si viviera en una serie de Netflix. Y del vídeo de la petanca al de la visita a una librería en compañía de Illa, pero siempre seguido por un cineasta. Antes los gobernantes tenían a un artista de cámara que levantaba acta pictórica de sus momentos gloriosos. Sánchez tiene contratado a un cámara de cámara (valga la audiovisual redundancia) que levanta acta cinematográfica de todos sus ‘momentazos’ aplaudidos por los mismos, por esa compañía teatral cutre a la que ha reducido todo su partido.