KEPA AULESTIA-EL CORREO

La sucesión de acontecimientos que han derivado del intento por llevar adelante una moción de censura en Murcia ha dejado sin responder cuál era realmente la intención inicial del PSOE y Ciudadanos, secundados por Unidas Podemos, con su presentación. La cosa se complicó tan pronto, que ni el partido de Sánchez ni el de Arrimadas tuvieron ni tiempo ni ganas para explicar hacia dónde pretendían dirigirse con la iniciativa que fracasó el jueves.

Si la política española no estuviera atenazada por una espiral de despropósitos, cabía pensar que PSOE y Ciudadanos trataban de experimentar en Murcia con la posibilidad de un cambio en las alianzas de la legislatura. Pero si Sánchez buscaba la complicidad de Arrimadas para desgajar a su partido del centro-derecha a cambio de convertir a Ciudadanos en su partner alternativo, resulta extraño que eligiese Murcia para dar inicio a la nueva singladura de manera tan temeraria. Cuando lo importante sería acomodarse en el Congreso y el Senado ante las reformas pendientes en materia económica y laboral. La otra hipótesis que se ha barajado estos días es que Moncloa trataba de debilitar el arraigo autonómico del PP para asegurarse una legislatura plácida en las Cortes, u optar en su caso por disolverlas con los populares a la baja. Para lo que buscaba desestabilizar Murcia, Castilla y León y Madrid, bastándole con que pudiese conseguirlo en alguna de esas comunidades.

Lo característico de este tipo de maniobras es que, de haberlas, no constan en acta. No se someten a la consideración de los órganos colegiados, ni se explicitan sus razones. De modo que tampoco pueden ser evaluadas sus consecuencias. Por lo general son iniciativas que alguien echa a rodar, ante el escepticismo de esos pocos superiores o iguales a los que informa a medias. Existe la creencia voluntarista de que todo acto político comporta algún beneficio para quien lo ejecuta. Será por lo que los socialistas no retiraron las mociones de Murcia, y tampoco lo han hecho con la de Castilla y León. Quizá les consuele haber forzado al PP a defenderse con artimañas, aunque para ello hayan tenido que retratarse a sí mismos contorsionados, sobre todo vistos los resultados. La mitad de Ciudadanos desalojando el centro, y la otra mitad más que noqueada. Rotos los ya endebles puentes de diálogo del Gobierno con el PP. Y Pablo Iglesias dando vivas muestras de desentenderse de Sánchez. Claro que siempre habrá socialistas que piensen que esos son tres logros que convienen al partido, porque le dejan al PSOE solo. Y lo de Madrid, ya se sabe, es cosa de Gabilondo.