Antonio Casado-El Confidencial
- La deriva izquierdista acerca al presidente a sus aliados, pero le aleja de sus votantes
Ante el empobrecimiento de los españoles por una inflación descontrolada (10,8%), mal camino lleva el presidente si espera vencer a las encuestas con viajes a los Balcanes, pólvora mojada de relato triunfalista, el cultivo de berenjenas en la Moncloa o frases hechas como «clase media trabajadora», «poderes oscuros», «cumpliendo», «proteger y avanzar», «lo urgente y lo importante», «ruido de la derecha», «la alegría de una minoría no puede ser la desgracia de una mayoría», etc. El hilván es la autocomplacencia. Lo hace todo bien, aunque el PP no arrime el hombro porque se debe a no se sabe qué poderes (nos invita a averiguarlo). Pero no le cunde.
La deriva izquierdista le acerca a sus aliados y le aleja de los votantes. Incluso en lo que le sale bien, como el enfriamiento del ‘conflicto’ catalán, visto en la mayor parte de España como el fruto de obsequiosas concesiones (indultos, desjudicialización, arrinconamiento del castellano, etc.). Ese descorbatado triunfalismo de temporada ante problemas ajenos a su voluntad (autocrítica de nivel cero) no disuelve las verdaderas causas del tiempo político que se avecina. A saber: desgaste de su figura al frente de un Gobierno balcánico que se apoya en declarados objetores del orden constitucional.
Por cierto, cada vez es más evidente el alineamiento de los socialistas con ERC y Bildu, en un claro intento de trasladar la confrontación clásica izquierda-derecha a Cataluña y Euskadi, en perjuicio de Junts y PNV, respectivamente. Feijóo da donde duele cuando denuncia el protagonismo de los independentistas en la política nacional mientras clavetea la idea de «Gobierno en crisis y presidente en recesión».
Ahora hemos topado con una imprevista regresión a trincheras ideológicas históricamente repudiadas por el PSOE. Una reacción populista que, a la luz del eufemismo «prestación patrimonial», vulnera el catecismo socialdemócrata, patea el tablero creando inseguridad jurídica y se echa encima a primeros actores de la economía nacional. Nada tan irresponsable como la temeraria salida de Sánchez en su reciente rueda de prensa: «Si protestan, es que vamos en la buena dirección».
Hemos topado con una reacción populista que, a la luz del eufemismo «prestación patrimonial», vulnera el catecismo socialdemócrata
Solo nos faltaba eso, llegar de su mano a la conclusión de que los bancos y las compañías energéticas (dos ‘hubs’ imprescindibles en el funcionamiento diario de la economía) deben ser castigados por insolidarios y porque cuestionan el esfuerzo de los poderes públicos para afrontar las turbulencias que nos agobian de cara a un otoño en riesgo de recesión, socialmente conflictivo y políticamente inestable.
Esta inesperada deriva confiscatoria (“sacrificio temporal”, dice el ministro Bolaños) puede garantizar la supervivencia de Sánchez en Moncloa hasta el final de la legislatura (noviembre de 2023) porque complace a sus costaleros. Pero le aleja de la victoria en unas próximas elecciones generales que, como siempre, volverán a ganarse por el centro, justamente el espacio abandonado por el PSOE. Y de eso vamos a tener pruebas suficientes en el previo paso por la meta volante de las elecciones territoriales de mayo (autonómicas y municipales). Si es que finalmente no las hace coincidir, aunque solo sea por desmentir a Feijóo cuando dice que «los candidatos locales del PSOE son mejores que el presidente del Gobierno».