Nacho Cardero-El Confidencial

  • La ‘mariposa murciana’ va a provocar algo que parecía improbable hace unas semanas: hacer tambalear el Gobierno de la nación

La campaña electoral del 4-M va a ser como el serial de ‘Los juegos del hambre’, una competición larga y sucia, donde los seis participantes pelearán marrulleros frente al televisor, valiéndose de sus peores artes, hasta que solo quede uno. Todo ello en un escenario distópico, sacudido por la pandemia y con libertades restringidas

Con Isabel Díaz Ayuso en el papel de Jennifer Lawrence, convirtiendo estos comicios en un plebiscito a su gestión en la crisis del coronavirus, enfrentándose a los capitostes de la Moncloa y haciendo suyas las demandas de la calle, especialmente las del sector de la hostelería, bares y restaurantes, que la han elevado a los altares con una devoción que recuerda la de las hermandades sevillanas en Semana Santa. 

Hay que reconocerle a Díaz Ayuso dos grandes aciertos: por un lado, aprovechar los ataques ‘ad hominem’ de Pedro Sánchez para convertirlos en una agresión a Madrid; por otro, apropiarse del término ‘libertad’ sin que nadie haya levantado la voz.

Su némesis la tendrá en Pablo Iglesias, un personaje capitidisminuido que será el encargado de salpimentar la campaña con sus ataques a las hordas fascistas y su ‘no pasarán’, un discurso con indudable aroma a naftalina y una estética que no recuerda tanto a ‘Los juegos del hambre’ como a ‘Novecento’, pero que tanto gusta a una parte del electorado de izquierdas.

Iglesias conseguirá superar holgadamente ese 5% que necesita para entrar en la Asamblea de Madrid, según las encuestas, pero se quedará por detrás de Más Madrid. La jugada le va a salir al revés de lo que pretendía: se presentó a las elecciones con el fin de lanzar una opa hostil a la formación de su otrora compañero y va a ser este quien se lleve el gato al agua

Errejón se relame los sinsabores pasados con esta venganza sobrevenida. Lo hará siempre y cuando tanto él como su candidata, Mónica García, no dilapiden la ventaja que sacan en este mes que queda parar ir a depositar la papeleta. Más Madrid suele diluirse en campaña. Se desconecta de la realidad con mensajes ecologistas que son magníficos para Suecia, pero no tanto para que lo voten en Fuenlabrada.

 La única misión de Gabilondo este 4-M será tratar de que Pedro Sánchez salga lo menos magullado posible, lo que no resultará sencillo

 De Edmundo Bal, poco se puede decir. El mayor éxito del correoso abogado de Estado sería no desaparecer, que sus rivales no le hagan un fundido en negro y arrancar minutos en televisión y radio aunque para ello tenga que subirse a una Harley y disfrazarse de Elvis Presley.

Más interés despierta la campaña de Vox. Si bien es verdad que la figura de Rocío Monasterio queda opacada por la de Díaz Ayuso, que cuenta con tanto predicamento como la primera entre los votantes de la formación verde, también es cierto que son muy competitivos electoralmente, tal y como quedó demostrado en las catalanas, por eso de que su discurso se sale de la agenda y engancha con los problemas reales de la gente.

Lo de Ángel Gabilondo merece lectura aparte. Por mucha música de Loquillo con que arropen su campaña y mucha lona XXL que desplieguen en la Gran Vía con estética Tarantino para vestirle de alternativa seria y formal, la única misión del candidato socialista será que Pedro Sánchez salga lo menos magullado posible del 4-M, lo cual no resultará sencillo.

 Las piezas del puzle parlamentario que sustentan el Ejecutivo, o que podrían hacerlo, caso de ERC y Cs, están dejando de encajar

Porque lo importante no es el 4-M. Lo importante es lo que viene después. La ‘mariposa murciana’ va a provocar algo que parecía improbable hace unas semanas: hacer tambalear el Gobierno de la nación.
Primero fueron las elecciones catalanas, luego las mociones de Castilla y León y Murcia, posteriormente la convocatoria de Madrid, la implosión de Ciudadanos, la espantada de Iglesias y ya por último las negociaciones fallidas para formar Govern. Todo ello hace que las piezas del puzle parlamentario que sustentan el Ejecutivo, o que podrían hacerlo apelando a la geometría variable, estén dejando de encajar.

 Hoy, Pedro Sánchez está un poco peor que ayer. Su política de regate corto, que hace que cualquier estrategia o promesa expire a las 24 horas de haber sido pronunciada, le está pasando factura. Gobernará en coalición con Unidas Podemos, a pesar de que Iglesias se ha salido del Gobierno para hacer oposición desde fuera, pero difícilmente lo podrá seguir haciendo con ERC y Ciudadanos después del tsunami político que ha sacudido el país.

En cuanto a ERC, no parece verosímil que Pere Aragonès continúe con la vía del diálogo con Madrid si llega a la presidencia de la Generalitat de la mano de JxCAT, partido liderado desde Waterloo por Carles Puigdemont, cuya única meta es romper y desestabilizar España. De producirse un acuerdo entre ambas formaciones independentistas, Sánchez deberá de olvidarse de contar con ERC como aliado fijo en el Congreso de los Diputados.

 Otra posibilidad nada descabellada, a pesar de que siempre se niegue la mayor, es que, influenciado por Moncloa, que no por convicciones propias, Salvador Illa mueva ficha tras el 4-M y facilite la investidura de Aragonès orillando a JxCAT.


Luego está Ciudadanos. Fue Sánchez el que pulsó el botón de destrucción de la formación naranja. Lo hizo con la intención de apropiarse del espacio de centro sin percatarse de que, con su desaparición, se quedaba sin un partido moderado con el que poder gobernar el país a futuro. Tras el 4-M, a Sánchez solo le quedarán dos opciones: Iglesias, Junqueras y Otegi o la nada.