En la última semana de junio de 2022, en la antesala de la cena con la que España obsequió en el Museo del Prado a los jefes de Estado y de Gobierno concurrentes a la cumbre de la OTAN, se captó una imagen que dio la vuelta al mundo y que fue portada en la prensa italiana. Mientras el resto de colegas apreciaba algunas de las joyas pictóricas de la gran pinacoteca, el primer ministro trasalpino, Mario Draghi, ajeno a todo lo que le circundaba, aparecía sentado en un banco charlando por teléfono. Desde la distancia, asistía a cómo se desataba una gran tormenta política que le desahuciaría del Pallazzo Chigi. Retornó veloz a Roma tras el ágape, dejando con la palabra en la boca a sus correligionarios, pero la suerte ya estaba echada. Fue imposible sofocar el incendio provocado por dos socios de la coalición gubernamental -el Movimiento 5 Estrellas (M5S) y la ultraderechista Liga– e inextinguible con aquellos bomberos-pirómanos.
Caído Draghi y convocadas elecciones, el diario La Stampa destaparía las tenidas entre el círculo propincuo de Matteo Salvini, líder de la Liga, y la Embajada rusa para tumbar el Gobierno de unidad de quien, presidiendo el Banco Central Europeo (BCE), libró el euro tras prometer hacer lo que fuera menester -“cueste lo que cueste” fue la salvífica frase que pronunció el 26 de julio de 2012- a raíz de que Portugal, Grecia e Irlanda, urgieran su rescate, amén de rondarlo España e Italia. Puesto en evidencia, Salvini calificó de “noticias falsas” las informaciones y relegó tales “tonterías” a la condición de habituales fantasías sobre Putin. Curiosamente, cuando Puigdemont, ha sido señalado por sus ligaduras con el Kremlin, la reacción ha sido de igual tenor tachando esas imputaciones de delirantes, pese a documentos y testimonios acreditativos.
Ya el ministro de Exteriores en funciones, Luigi Di Maio, quien había abandonado el M5S tras liderarlo hasta 2020, había avisado de que, en Moscú, “estaban brindando” porque partidos prorrusos como la Liga y el M5S le hubieran servido a Putin la cabeza de Draghi. Pese al mentís de Salvini, en la campaña del 25 de septiembre de 2022, éste hizo bandera contra las sanciones europeas a Rusia tras invadir Ucrania. Ello avivó las conjeturas de compadrazgo del Kremlin con quien se fotografió sin pudor en la Plaza Roja con una camiseta con la cara de Putin.
Tras atar de pies y manos a Alemania a través de la diplomacia del gas con sueldo incluido al excanciller socialdemócrata Schröder, sabotear elecciones y alentar el secesionismo en Reino Unido y en España
La cruzada de Salvini a favor de Rusia y la mediación del líder de Forza Italia, Silvio Berlusconi, con Putin hicieron temer a Bruselas que Italia siguiera los pasos de la Hungría de Orban y que Moscú se cobrara una segunda pieza de mayor peso en el tablero europeo. Sin embargo, Salvini erró el cálculo al creer que, capitalizando el hartazgo de la sociedad italiana con el coronavirus primero y luego con la subida de precio del gas, fructificarían unas aspiraciones que descarrilaron como su carrera.
Sin duda, los comicios entrañaron un punto de inflexión en las tentativas de Putin para desestabilizar Europa. Todo ello tras atar de pies y manos a Alemania a través de la diplomacia del gas con sueldo incluido al excanciller socialdemócrata Schröder, sabotear elecciones y alentar el secesionismo en Reino Unido y en España, así como trufar el Parlamento Europeo de diputados a sus órdenes, cuando no espías, sin abrir una seria investigación como con las interferencias de Qatar o Marruecos -aquí sin el voto del PSOE- al sobornar eurodiputados.
Ni que decir tiene que los mandatarios de la Alianza Atlántica congregados en 2022 en Madrid eran conscientes de la intimidación y, desde luego, Pedro Sánchez. No podía ser de otra manera en un país en el que la extinta URSS amparó grupos terroristas que asaetearon España durante décadas y que, en la II República y la Guerra Civil, tuvo aquí el campo de experimentación de su granja orwelliana. Conocía por el Centro Nacional de Inteligencia los vínculos del Kremlin con los separatistas para hacer sangrar la úlcera catalana.
Sánchez había denunciado aquel 2022 del cónclave de la OTAN los lazos (amarillos, por supuesto) entre el huido de Waterloo y Putin. Tres años antes, en 2019, había recriminado al secesionismo su banalización del terrorismo
No obstante lo cual, en complicidad con los enemigos de la nación española y de su Constitución, luego de trabar la Alianza Frankenstein en su exitosa moción de censura de 2018 contra Rajoy, el jefe de filas del PSOE ha unido su destino al prófugo Puigdemont para, mediante la compra de los siete escaños dependientes de éste, permanecer en La Moncloa tras su “dulce derrota” ante un Feijóo al que su “amarga victoria” de julio de 2023 dejó con la miel en los labios. Sánchez había denunciado aquel 2022 del cónclave de la OTAN los lazos (amarillos, por supuesto) entre el huido de Waterloo y Putin. Tres años antes, en 2019, había recriminado al secesionismo su banalización del terrorismo al espolear la violencia de Tsunami Democràtic tras la condena a los golpistas del 1-O. Es más, ordenó al CNI espiar a Aragonès e instó al Parlamento Europeo a intensificar sus pesquisas sobre el apoyo del Kremlin al soberanismo catalán y el blanqueo de la Generalitat de bajos fondos rusos.
Virando en redondo, Sáncheztein se abraza hoy a Putindemong tras configurar una sociedad de socorro mutuo hasta el grado de asimilar su lenguaje y su relato, a la par que su vicepresidenta María Jesús Montero se conduele con el último fugitivo de Tsunami Democràtic -cabecilla de la toma del aeropuerto del Prat- que ha puesto rumbo a Suiza para que el juez García Castellón no le eche el guante, pero sin renunciar -y sin que lo exijan- a sus emolumentos como secretario cuarto de la Mesa del Parlament (de todos los delitos). Degenerando, como el subalterno de Juan Belmonte, Montero hace carrera de la mano del soberanismo terrorista y del etarra que asesinó a varios de sus paisanos sevillanos, como el matrimonio Jiménez Becerril.
De esta guisa, y para que no le suceda lo que al defenestrado Draghi, Sáncheztein se atornilla a La Moncloa granjeándole impunidad de intocable a Putindemong. A este fin, se erige en juez y parte en unos términos indecorosos para un gobernante demócrata que respete el Estado de Derecho. Así, como si hablara por su boca el presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido, lo que de ser así entrañaría una prevaricación de libro, Yo, El Supremo, como el dictador de la obra capital de Roa Bastos, se comprometía públicamente este jueves con su socio preferente Puigdemont en términos propios de un sátrapa. Como si su verbo estuviera por encima de cualquier actuación judicial, le aseguró que, con el proyecto de amnistía echado abajo por el desertor del maletero, bastaba para volver de su santuario de Waterloo sin preocuparse por la Justicia. Sólo un autócrata, desde luego, puede hacer esta temeraria aseveración. “Como todo el mundo sabe -proclamó-, el independentismo catalán no es terrorismo. No lo es, y, por tanto, con este proyecto de ley yo estoy convencido -y así al final lo van a concluir los tribunales- de que van a estar todos los independentistas catalanes amnistiados”.
Por esa vía, la democracia (el gobierno de todos) mengua en “monocracia” (el gobierno de uno), como refiere el gran intelectual mexicano Gabriel Zaid pensando en López Obrador
Un perverso narcisista como Sánchez debe considerar que “todo lo que el presidente haga para ser reelegido es legal”, como arguyó recientemente un abogado de Trump citando a Nixon en defensa de quien volverá a ser candidato republicano si no lo impiden los tribunales. Así lo había confesado “Dick, el mentiroso” en 1977 en una entrevista con David Frost justificando los delitos que le valieron tener que desalojar la Casa Blanca por el Watergate. ¡Qué tiempos aquellos en los que engañar costaba el cargo! Ahora tal vez ya no penalice ni a Sánchez ni a Trump al revés que a Nixon. Por esa vía, la democracia (el gobierno de todos) mengua en “monocracia” (el gobierno de uno), como refiere el gran intelectual mexicano Gabriel Zaid pensando en López Obrador, pero extrapolable a Sánchez. Al fin y al cabo, ambos comparten expertos en destruir al adversario y en anatemizar a la Prensa que no les baila el agua.
Desde que estimaba delito de rebelión el golpe de Estado de Cataluña y garantizaba que pondría a recaudo de la Justicia al fugado, negando el indulto o la amnistía, para luego rendirse a Putindemong y amparar todo lo que negaba hasta hoy en un viraje sin precedentes, Sánchez se ha transformado en la práctica en el “alter ego” de Puigdemont, si es que no es ya una caricatura suya. No en vano ha terminado negándose a sí mismo cuando, en junio de 2016, rumbo a un acto electoral, presumía así ante la radiofonista Pepa Bueno: “Se decía (…) que yo iba a vender mi alma para ser presidente y que iba a aceptar el chantaje de Iglesias, cargándonos la independencia de los jueces y fiscales, que íbamos a hacer descansar la gobernabilidad en las fuerzas independentistas….” Claro que la culpa no es exclusiva suya, sino de quienes lo votaron y de aquellos que fueron sus propagandistas de una cosa y ahora, en vez de afeárselo, lo son de lo contrario, prodigándole también la misma deferencia al antaño repudiado Puigdemont desde que el pastelero loco es su sosias.
A este respecto, calcan al diario oficial francés Le Moniteur que fue variando como una veleta su valoración de Napoleón desde su fuga de la isla de Elba, a donde había sido expatriado, hasta su entrada en París. Aquellos titulares parecían no tener parangón: “El Antropófago ha salido de su guarida”, “El Ogro de Córcega acaba de desembarcar en Golfe Juan”, “El tigre ha llegado a Gap”, “El monstruo ha dormido en Grenoble”, “El tirano ha atravesado Lyon”. “El usurpador ha sido visto a menos de sesenta leguas de París”, “Bonaparte avanza rápido, pero nunca entrará en París”, “Napoleón estará mañana frente a nuestros baluartes”, “El Emperador ha llegado a Fontainebleau” y, por fin, entre gran alarde tipográfico, “Su Majestad Imperial y Real hizo ayer su entrada en el palacio de las Tullerías en medio de sus fieles súbditos”, junto a una parca nota dando noticia de la salida, discreta y apresurada, de Luis XVIII. Siglos después, Le Moniteur es libro de estilo de la prensa sanchista.
A veces, un contratiempo lo enreda todo como en la escena de Rebelde sin causa, cuando el personaje de James Dean acepta el reto frente al amigo al que se le engancha la manga de la cazadora en el tirador de la puerta y es arrastrado por el automóvil al acantilado
En la práctica, “Noverdad” Sánchez se ha revelado más incompatible con la verdad que con el evadido de Waterloo, con el que practica al alimón un juego de conveniencias mutuas sin arriesgarse como en el de la gallina en el que los dos pilotos en liza aprietan el acelerador del coche en ruta hacia un precipicio y pierde aquel que se apea el primero con el vehículo en marcha. A veces, un contratiempo lo enreda todo como en la escena de Rebelde sin causa cuando el personaje de James Dean acepta el reto frente al amigo al que se le engancha la manga de la cazadora en el tirador de la puerta y es arrastrado por el automóvil al acantilado. Ni Sancheztein ni Putindemong se arriesgarán ni se harán daño de veras como en el chiste del dentista.
Por eso, humillándose un poco más con la parada técnica de los comicios gallegos de por medio, Sánchez tuneará la “autoamnistía” que Puigdemont devolvió al corral y seguirá jugando con fuego con aquellos mismos a los que, en aquel 2022, en el que el prorruso Salvini derribó al prohombre de establishment europeo Draghi, acusaba a Junts: “Ustedes han jugado con fuego. Ustedes han coqueteado con Putin”. Pero no es una novedad que hay políticos que, buscando salvar los muebles, queman la casa.
En esta fase de abyección, cabe preguntarse: ¿Quién ha cometido mayor traición? ¿Sánchez o Puigdemont? Por eso, tal vez, les convenga a ambos meter la alta traición en la autoamnistia que remiendan a cencerros tapados, mientras que su camarlengo Conde-Pumpido implora a Sánchez que una cosa es mancharse la toga con el polvo del camino y otra enlodársela hasta ser irreconocible el ropón. La Justicia “como la democracia, o es total o no es” y, como resaltó Albert Camus, “con la prevaricación no se pacta. Se rechaza, se lucha contra ella”.