Rubén Amón-El Confidencial
- El eje de las próximas elecciones —locales y generales— obliga a Feijóo no solo a mostrar los motivos para evacuar al presidente del Gobierno, sino las razones para votarlo a él
La movilización del sábado en Cibeles fue elocuente e ilustrativa de la heterogeneidad de la aversión a Sánchez, por mucho que los megáfonos de Abascal quisieran apropiarse del estruendoso psicodrama madrileño. Con Sánchez o contra Sánchez. Deben agradar al narcisista patrón monclovense los términos absolutos en que se definen las elecciones. No solo las generales, que hipotéticamente se celebrarían en diciembre de 2023, sino la primera vuelta de las autonómicas y municipales.
Difícilmente pueden sustraerse estas últimas a la tensión y sugestión del eje sanchismo-antisanchismo. Sánchez ha canibalizado la política española. Con él o contra él. Por eso, el propio presidente del Gobierno definió la protesta sabatina en los extremos de la España de los excluyentes. Con él o contra él. Semejante perspectiva sobrentiende la expectativa de un gran plebiscito. Beneficia a Sánchez el maximalismo de la propuesta. Y le pesa a Núñez Feijóo resignarse a un papel instrumental, más o menos como si la oportunidad de deselegir a Sánchez prevaleciera sobre el entusiasmo que pueda suponer elegirle a él. Feijóo es la única alternativa verosímil.
Y verosímil no quiere decir favorita. No solo porque los partidos nacionalistas protegen la investidura de Sánchez bastante más de cuanto pueda hacerlo Unidas Podemos, sino porque el poder desgasta a quien no lo tiene y porque el rumbo propicio de la economía redunda en la eficacia con que el presidente del Gobierno corteja a los funcionarios y a los jubilados.
Sánchez decidirá cuándo y cómo se celebran las elecciones generales. Necesita que la sociedad digiera las últimas aberraciones —sedición, malversación, solo sí es sí—, pero también dispone de recursos multimillonarios para anestesiar al electorado, se pavonea como un primer actor de la escena internacional, explora a su antojo el aparato de propaganda gubernamental y la entusiasta adhesión mediática de las terminales de la izquierda.
Va a costar evacuarlo, pese a las pruebas de ultraje constitucional e institucional que se documentaron y escucharon en la manifestación del sábado, aunque el optimismo del patriarca socialista se resiente de las antipatías e iracundia que provoca en una gran parte de la sociedad. A Sánchez le perjudica el ensimismamiento. Y le puede hacer daño la desconexión de la opinión pública, especialmente si él mismo se cree la imagen de plenitud con que lo elevan sus costaleros.
Le corresponde a Núñez Feijóo estimular el desamparo de los huérfanos de Ciudadanos
Le corresponde a Núñez Feijóo representar la contra. Y lograr a escala nacional la transversalidad que consiguieron Ayuso y Juanma Moreno en los comicios madrileños y andaluces. O sea, estimular el desamparo de los huérfanos de Ciudadanos y el desasosiego de los socialistas que militan en el antisanchismo. Podrían quedarse en casa, especialmente si Abascal enfatiza la coacción sobre el PP y se consolida como el único aliado posible de los populares.
Sánchez ha detectado el veneno del pacto. Y es verdad que nunca le ha funcionado la alerta ultraderechista, pero la cohabitación traumática de Castilla y León expone a escala autonómica la dimensión catastrófica en que podría desenvolverse una legislatura PP-Vox.
La mejor manera que tiene Feijóo de conjurar la amenaza consiste en alcanzar un resultado contundente, relativizar cuanto pueda la influencia de Santiago Abascal. No va a funcionarle la pretensión de convencer a Sánchez de permitir gobernar a la fuerza más votada. Ni parece que vaya a resultarle suficiente el motor del antisanchismo para coronarse en la Moncloa.
El desafío de Feijóo no consiste solo en exponer las razones para echar a Sánchez
Por eso, el desafío de Núñez Feijóo no consiste solo en exponer las razones que se amontonan para echar a Sánchez, sino en demostrar los motivos específicos y entusiastas para votarlo a él. Especialmente si el giro a la moderación, la renuncia a los postulados más confesionales y conservadores, las precauciones al populismo ayusista, los pactos responsables de Estado y la distancia inequívoca con la ultraderecha —no quiso retratarse con Abascal en Cibeles— demuestran que Feijóo ocupa el espacio vacante de Ciudadanos y se coloca cerca de la orilla donde puedan observarlo los socialdemócratas sin rumbo a quienes Sánchez ha expulsado de su rebaño.