Chapu Apaolaza-ABC
- El sanchismo troceó el tiempo para asumir la mentira
Si me preguntaran cuándo se empezó a romper mi Españita, recuerdo cuando Carmen Calvo dijo que el presidente no había dicho que «clarísimamente» había un delito de rebelión en Cataluña porque lo había enunciado antes de ser presidente. Todo aquello remató en una campaña bajo el lema ‘Ahora’, que elevaba el presente desconectado de las promesas del pasado y las obligaciones del futuro. El PSOE se había convertido en un partido cuántico.
El sanchismo, que troceó el tiempo para asumir la mentira, ahora trocea a la persona para validar el trinque. La asesora de Begoña Gómez en Moncloa ha declarado ante el juez Peinado que la mujer del presidente no había pedido favores sirviéndose de su condición de mujer del presidente. Como si pudieran convivir no sé cuántas identidades dentro de la misma. Un gentío: una sería la mujer del presidente del Gobierno y la otra, una mujer que se encarga de sus negocios privados. Como si alguien pudiera ver a la segunda sustrayéndose de la primera, sin tenerla en consideración y por tanto sin ser influido por ella. Si la mano derecha no debe saber lo que hace la izquierda, el sanchismo parece poseer infinitas manos, piernas y cuerpos, además de tres ojos: uno para el pasado, otro para el presente y otro para el futuro, como el dios Shiva.
Una empresa que tiene negocios con el Gobierno recibe desde Moncloa un mensaje en el que se pide patrocinio para una cátedra de la mujer de Pedro Sánchez, pero esto no habría que tenerlo en cuenta. A una mujer llamada Jessica Rodríguez le pagaban un piso de lujo en la plaza de España unos tipos de una trama de contratos públicos, pero esta parte de ella estaba desligada de la que había empezado a trabajar en dos empresas públicas sin tener que acudir a la oficina, y una tercera tenía una relación con el ministro de Transportes. Solamente se puede entender si las tres están tan separadas la una de las otras que una Jessica está exculpada de los actos de las otras. En David Sánchez también había dos personas: un hermano del secretario general del PSOE y, de otra parte, un fecundo compositor que merecía ser contratado en la Diputación de Badajoz, controlada por el PSOE.
Cuantas más veces tiene que dividirse el hombre –el marido y el amante, el cristiano de misa diaria y el cliente del burdel, el presidente que iba a traer de la oreja a Puigdemont a España y el que lo amnistía, el que hace la promesa y el que la rompe–, mayor es la fractura entre la virtud y la realidad. Sánchez nos dijo que los límites del juego eran las leyes que él mismo cambia y se las interpreta Cándido Conde-Pumpido, que no tiene un apellido; tiene un perreo. La medida sigue siendo lo bello, lo verdadero y lo virtuoso, se ponga Sánchez como se ponga. La integridad tiene que ver con la entereza y con la unidad de ser uno mismo y no partirse en partes tan pequeñas que puedan ser observadas por separado, desconectadas de las otras a las que no les debe coherencia.