ABC-LUIS VENTOSO

El Reino Unido y EE.UU. demuestran de nuevo que sus contrapesos funcionan

VISTO desde nuestra España del casi todo vale, lo sucedido en las últimas horas en el Reino Unido y EE.UU. deja una sensación a medio camino entre la envidia sana y la tristeza de no ser como ellos. Las dos seculares democracias anglosajonas han vuelto a demostrar que su sistema institucional de contrapesos funciona, que ningún mandatario puede intentar atropellar los arreglos constitucionales del país impunemente. Que sus modelos liberales son mucho más saludables que las satrapías rusa, china o turca, eficaces solo en apariencia.

Nadie ha explicado mejor que Tocqueville en «La democracia en América» la fantástica malla de seguridad jurídica y contrapoderes que tejieron los padres constituyentes de EE.UU. Observar cómo 232 años después de la rúbrica de su Constitución ese mecano sigue funcionando a la perfección nos llena de confianza sobre la capacidad del ser humano de sembrar civilización (en nuestra España de los dinámicos líderes adolescentes, el gran Sánchez y el gran Rivera venían quejándose en los últimos tiempos de que hay que reformar la Constitución de 1978 debido a que ¡los jóvenes actuales no pudieron votarla!).

Trump, hombre de negocios práctico e inteligente populista, admirador de caudillos fuertes como Putin, Xi y Erdogan, irrumpió en política pensando que podría tomar atajos que saltasen por encima de las picajosas normas establecidas que tanto le aburren e incordian. Pero el sistema de contrapoderes seguía ahí, y ahora se ha puesto en marcha un proceso que podría llevar a que se abra un juicio político contra él, el cacareado «impeachment». Probablemente al final salvará su puesto, porque se requiere una mayoría de dos tercios en el Senado, donde hay dominio republicano. Además, el Partido Demócrata se verá penalizado en las urnas si finalmente impulsa un «impeachment» fallido (como les pasó a los republicanos con Clinton). Pero aún así, lo sucedido tiene una utilidad: recuerda al mandatario que no todo vale.

El azar ha querido que otro populista rubio y ocurrente se haya dado también de bruces con el muro constitucional de su país, en este caso la Carta Magna no escrita del Reino Unido. La Corte Suprema ha obligado a Boris Johnson a reabrir un Parlamento que había cerrado a la brava para tomar un atajo e imponer un Brexit drástico, sin acuerdo alguno con la UE. El Tribunal deja al primer ministro en pésimo lugar, pues la Reina se vio forzada a ratificar su abuso y en cierto modo queda ahora desairada por la treta de su premier (o mejor dicho, la añagaza de Dominic Cummings, el Rasputín que mueve a Boris como un guiñol).

Desde España recibimos estas noticias con melancolía. La Corte Suprema británica ha resuelto en menos de dos meses. ¿Se imaginan a nuestro TC ante un brete similar? ¿Todavía estarían discutiendo a qué cafetería le piden el refrigerio y el fallo podría demorarse años? En las viejas democracias anglosajonas no se admitiría sin rechistar el asalto al CIS y RTVE, los «viernes sociales» (campaña electoral pagada con fondos públicos), o el perpetuo insulto a todos del separatismo catalán. Pero bueno, ya iremos aprendiendo..