Se acabaron las vacaciones

ABC 16/07/15
LUIS VENTOSO

· Vuelve la gran plomada, plebiscitos ilegales, victimismo falsario, aires de superioridad

QUÉ pena, se acabaron las vacaciones. Concluida, o más o menos, la tragedia griega, vuelve por sus fueros –nunca mejor dicho– el más clásico de nuestros géneros teatrales, el entremés separatista.

El argumento de la obra es siempre el mismo y se resume en aquello de la montaña que parió un ratón. Primero una gran trompetería anuncia el final del imperio de la ley en Cataluña: las murallas del Estado caerán en tres meses y arribaremos a la tierra prometida de la nueva república. Al PSOE poszapaterista le da un tembleque ante tan verosímil profecía de Mas y Junqueras y responde que la culpa es del lamentable inmovilismo marianesco, que ya está bien, que hay que desmontar los cimientos del Estado de inmediato para dar satisfacción a los sediciosos. La prensa y la radio del progreso exigen diálogo en unos ponderados editoriales, que ningún español al uso comparte, porque la verdad inconfesable es que a estas alturas la España de a pie, de Lugo a Almería, está saturada e incluso asqueada de los desafíos, insultos y permanentes tergiversaciones por parte de un nacionalismo fanatizado.

El profesor Iglesias Turrión, que es de Madrid y supongo que español, intenta rebañar un puñado de votos y con una felonía sin complejos con su país proclama solemne que hay que facilitar un referéndum, y si se quieren ir, chupi, porque 600 años de historia común son un chascarrillo al lado de un pataleo de Mas y su TV3. El periódico más vendido en Cataluña escribe razonables editoriales sobre la pesca del atún en los caladeros índicos, mientras recibe el preceptivo estipendio de la Generalitat. Los tertulianos se olvidan de Varufakis, las lágrimas de Iker y el interludio oriental de Vargas Llosa y retornan a su monotema. Luego Mariano arquea una ceja y acto seguido Soraya le pide al Constitucional que eche un ojo, a ver si la amenaza ilegal es legal o más bien lo contrario. Al cabo de cuatro o cinco meses, este prodigio de dedicación y estajanovismo que es nuestro TC concluye que no, que unas elecciones plebiscitarias pensadas para partir el Estado no parece que encajen demasiado en nuestra Carta Magna, y suspenden la pantomima. Pero cuando llega su fallo hace ya largas semanas que «La Amenaza de Andrómeda» se ha diluido como un azucarillo. Hasta que llegue la próxima iluminación de Mas y Junqueras, empecinados en suplantar la voluntad de los catalanes para instaurar una ruptura regresiva y terriblemente dolorosa, que los propios vecinos no quieren.

Por eso, y sintiéndolo mucho, cuando intenten apoderarse de la canícula a golpe de propaganda y empiecen con una plomada todavía más férrea que los 40 grados de la Meseta, me temo que seguiré el enésimo desafío con un interés breve y evanescente, como un soniquete de fondo, molesto, pero sin consecuencias. Porque la verdad es que Cataluña jamás se va a separar de España, pues va contra la lógica económica e histórica y supondría un triunfo aberrante de la intolerancia y la insolidaridad. Pero sobre todo porque los catalanes, un pueblo admirable desde muchos siglos, son cualquier cosa menos unos suicidas.