Pere Aragonés, el más inocuo, el que hacía esfuerzos ímprobos para que se le viera, apenas una nada entre dos lonchas, hace de Chaplin en Tiempos Modernos y aprieta el botón que desencadena el gran desmoche. ¡Quieto todo el mundo! Se acabaron los presupuestos expansivos que asombrarían al planeta. Todos a las trincheras y a juramentarse: Madrecita, madrecita, que me quede como estoy. Habían conseguido labrarse a muy alto precio una realidad alternativa, como antes hicieron con la verdad, y resulta que el más simple de la compañía les muestra que no hay más realidad que la de aguantar con la mochila al hombro y el arma amartillada.
La inocencia la perdimos hace ya muchos años, pero quedaba al menos el sentido del ridículo, que se esfumó con todo lo que fue cayendo. No bastaba con el “solo sí es sí”, que más que una redundancia frívola era una convocatoria a apelar a los notarios para que dieran fe de que hacer el amor, o sencillamente follar, no era un placer a compartir, sino un deber regulado y sin fecha de caducidad. Te pueden condenar sin juicio por algo que ocurrió hace diez años, o veinte, a voluntad. El brutal proverbio de “nunca arrepentirás del artículo no escrito ni del polvo no echado” convertido en lema de una sociedad miedosa de sí misma.
Que el novio -palabra espantosa, solo posible para el que se casa según el canon tradicional, que exigiría añadir “y la novia”, sustantivo desterrado por la modernidad-, que el novio, repito, de la presidenta de una Comunidad Autónoma, pongamos que hablo de Madrid, tenga que estar a bien con la hacienda pública y además aparque su coche donde debe para que no le multen, es algo que antaño preocupaba a los abuelos con nietas casaderas. Pero que un presidente del Gobierno exija al líder de la oposición que la cese -o el novio o el cargo-, significa que hemos perdido el sentido del ridículo.
Un marrón con forma de iceberg aún sumergido que empezó a aparecer tras la insólita estancia de la venezolana Delcy Rodríguez y sus 40 maletas en territorio español,
Incluso si utilizamos el tenaz comparativo, que es un recurso falaz y marrullero. Parece decir sin declararlo: si lo hago es porque ustedes ponen en cuestión la honorabilidad de mi señora -aquí no se puede decir “novia”, porque se ha seguido el canon y con toda probabilidad hasta con bendición apostólica- y de rebote la mía propia, cuestionada porque ella maneja una propiedad del Estado, una sociedad constituida en lobby y una cátedra universitaria subvencionada por una empresa privada, Air Europa, que por lo demás yo mismo, presidiendo el Consejo de Ministros, he aprobado que se la rescate con dinero público. En fin, un marrón con forma de iceberg aún sumergido que empezó a aparecer tras la insólita estancia de la venezolana Delcy Rodríguez y sus 40 maletas en territorio español, protegida por dos tipos ahora dentro de toda evidencia, Koldo García y el ministro Ávalos. De guion almodovariano.
Uno es un asunto privado referido a un particular, mientras no conste lo contrario, y el otro un apaño institucional
Que tienen que ver ambos casos en común. Nada. Uno es un asunto privado referido a un particular, mientras no conste lo contrario, y el otro un apaño institucional. Pero se echa madera al fuego y ya se encargan los vendedores de humo de aventarlo. Lo que se hace por el sindicato de las prisas acaba siempre en chapuza. El martes, una fuente feliz pone a disposición del digital “Eldiario.es” una información privada sobre un ciudadano dentro de toda sospecha por ser “novio” de quien es, e inmediatamente la superministra del ramo, Mariaju -todo muy entre colegas y amigos- aprovecha “lo que dicen los medios” para aportar más datos de intimidad sobre la casa y poco menos que las medidas de la cama que usa su adversaria política “con el novio”.
Hasta relatarlo provoca algo de vergüenza ajena. Por los instrumentos utilizados; nadie pone en tu mano unos documentos de investigación de Hacienda si no es la autoridad que los preside. Ni gargantas profundas ni equipos de investigación; los niños no vienen de París, por más que nos lo hayamos creído de la manera más inverosímil durante nuestra infancia profesional. La investigación periodística en España se murió con la Transición; lo que vino después son trincheras, que resultan más baratas y muy eficaces.
Todo seguía bien, es decir, enmarañado y enguarradito aunque durara apenas un día. Llegó el presidente de la Generalitat por exclusión, el que siempre parece envuelto en ese aire del nieto más afortunado de Pineda de Mar (Barcelona), con abuelo fundador de aquella fenecida Alianza Popular del posfranquismo y con patrimonio consolidado, y convocó elecciones para el 12 de mayo, ni un día menos ni un domingo más, y a los partidos les entró ansiedad criminal. Las urnas las carga el diablo tanto más que las armas.
El apaño de la amnistía ya no sirve al Presidente de salvoconducto para engrasar los presupuestos del año en curso, ya tan retrasados que olían a cambalache, ahora tendrá que atender a otro frente que le abre en canal la legislatura. Cataluña no tiene dos socios a los que contentar, Esquerra y Junts, sino tres. El PSOE, como le ocurre a Sumar-Comunes, ha de posicionarse bien para ocupar el máximo espacio y el PSC si en algo se distingue es en no estar a lo que debe celebrar y cuando llega al borde del abismo casi siempre ha optado por despeñarse, pero eso sí, discutiendo sobre si son galgos o podencos. Manteniendo a su personal urbanita perplejo, porque tampoco ellos lo tienen demasiado claro. Quizá sea la razón por la que, cuando forman coaliciones, se despendolan. Bastaría con una ojeada política, nada personal, sobre los hermanos Maragall o Pepe Montilla, Josep para los cofrades.
El chico de Pineda, ya cuarentón, obliga a bajar a todos a la sala de máquinas, lo que quiere decir que han de esforzarse por aparentar lo contrario de lo que han hecho hasta ahora. Cada cual ha de marcar su territorio y eso se hace como los perros, dejando regueros de orina. El secreto que habrá que mantener a buen recaudo es que Pere Aragonés ha utilizado como motivo del adelanto electoral la negativa de los Comunes, unos socios atrabiliarios, a avalar el Mega-garito de Tarragona que aspiraba a convertir Salou y alrededores en Las Vegas. Con el añadido de que sin los Comunes de Cataluña el invento del Sumar español entraría en precariedad laboral. La realidad alternativa tratará de reimponerse de la única manera que fructifica, sembrando estiércol. Vamos a ver y a escuchar cosas que nos harán llorar de risa, pero nada nos evitará las lágrimas. ¡Qué lejos queda ahora el verano!