IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Se acerca el momento de la verdad. Ese en el que nos daremos de bruces contra nuestra propia realidad. Cuando se desató la crisis, no esta de ahora provocada por la invasión rusa sino la anterior causada por la pandemia, los gobiernos de todos los países se vieron obligados a incrementar sus gastos. Unos, los ligados al ámbito sanitario, para luchar contra la enfermedad; y otros, los sociales, para paliar los destrozos causado en el empleo. También hubo que proporcionar dinero en grandes cantidades para sostener a las empresas, para quienes la demanda había desaparecido de la noche a la mañana. Nadie pudo subir los impuestos, porque la coyuntura no lo permitía, y a nadie se le ocurrió bajar los gastos -los demás gastos-, porque ‘no hay costumbre.’ En esa situación, la UE se vio obligada a relajar sus criterios de estabilidad, tarándose los ojos frente al deterioro de las cuentas públicas, y el Banco Central Europeo se dedicó a facilitar la operación, proporcionando ingentes cantidades de dinero y hacerlo a un precio de derribo.

Bueno, pues la semana que viene tenemos que presentar un Plan de Estabilidad. Repasemos cómo de preparados nos presentamos al examen. Ayer, el FMI se sumó a todos los que hacen previsiones y, como todos ellos, rebajó un punto el crecimiento de este año y algo menos el del año que viene, lo que supone retrasar un año más, y otra vez, la recuperación de los niveles prepandemia. El Gobierno insiste en que mantendrá su decisión de ligar pensiones e IPC, lo que supone aumentar entre 12.000 y 18.000 millones (hay cálculos diversos) el gasto en pensiones. Menos actividad se traduce en menos ingresos y, junto con unos gastos mayores, se traduce en mayores déficits públicos. Y, para terminar, tenemos el aviso del BCE de que suspende el suministro de combustible a la caldera de la deuda. A la vista de esta realidad, ¿qué diremos en el examen? Ni idea. Estoy preso de los nervios.

Ahora parece que la Comisión podría ampliar el dinero que va a conceder la UE dentro de los fondos Next Generation, y por eso se preparan nuevos planes para justificar su recepción. Me suena a tomadura de pelo. ¿Ampliar los fondos cuando tan solo ha llegado a las empresas destinatarias una parte minúscula de los ya concedidos? No entiendo esa manía de anunciar sin desmayo plan tras plan, para llenar portadas, y no cumplir después con ninguno de ellos. No es muy serio, pero sin duda es muy Sánchez.