Tiene razón Llamazares para exigir cuantas explicaciones considere oportunas. A quienes no somos él, ni diputados, sino simple carne mortal, carne de escáner, nos sobran motivos para la inquietud. ¿Y dicen que estos señores son los que se encargan de garantizar nuestra seguridad? ¡Virgen Santa!
Una cosa es que a partir de los 40 todos seamos responsables de nuestra cara y otra, muy distinta, que nuestros rasgos faciales nos los gestione el FBI, como le ha pasado a Gaspar Llamazares, que se ha visto despiezado para que su pelo, frente y ojos compongan un retrato robot de dos cualificados terroristas islamistas: Osama bin Laden y Atiyah Abd al-Rahman.
Es comprensible el disgusto de Llamazares, y aun la preocupación que le llevaba a pedir explicaciones sobre su elección. Se resiste a creer que entre 6.000 millones de habitantes del planeta, hayan ido a escogerle a él. Duda, por tanto, de Internet y se pregunta si el FBI tiene en sus archivos fotos de políticos españoles, «lo que sería más grave». Muchas gracias, jardinero / por el gusto que has tenido / Tantas niñas en el corro/ y a mí sola me has cogido, decía la letra de una vieja canción infantil.
No tiene motivo para la preocupación el diputado de IU. Si se hubiera molestado en poner su nombre en el buscador de imágenes de Google habría podido comprobar que entre sus primeras fotos está, por duplicado, la que nos ocupa. Por otra parte, los hechos demuestran que goza de un envidiable anonimato para el FBI y el Departamento de Estado, como demuestra el hecho de que la embajada estadounidense pidiera el teléfono de Llamazares a EL MUNDO, tal como daba a entender ayer este periódico.
Claro que los parecidos los carga el diablo y una vez que te han visto cara de terrorista los tipos encargados de componer los retratos robot del Wanted, vieja institución que hunde sus raíces en la épica del western, no se sabe dónde te vas a encontrar con un problema. El excelente actor José Manuel Cervino, que había interpretado el personaje de José Fernández Cerrá, uno de los asesinos de los abogados laboralistas de Atocha en la película de Bardem Siete días de enero, me contó hace ya unos años un lance revelador.
Él, que es hombre de izquierdas, asistió a una manifestación del 1º de Mayo en Madrid pocos días después de que TVE emitiera la película citada y se quedó muy impresionado al comprobar la animosidad que suscitaba entre algunos manifestantes: «Pero mira a ése hijoputa, es él. ¿Tendrá huevos para presentarse aquí?».
Hoy todo es cinéma verité y las fronteras entre la ficción, el biopic y el documental son líneas borrosas. El mismo terrorismo cambia de calificativos con el tiempo. Lo que ayer mismo llamaba nuestro presidente «terrorismo islamista» en la entrevista de El País era hasta hace bien poco en su lenguaje «terrorismo internacional». Nadie está en condiciones de negar ante un retrato robot que «ese tupé, ese orzuelo o esas arrugas no son mías», pero cualquier persona de bien tiene derecho a mosquearse si el FBI establece que estos terroristas serán clavados a ella cuando sean mayores. Todos nos llamamos Alí, tituló premonitoriamente Fassbinder una de sus películas.
Tiene razón Llamazares para exigir cuantas explicaciones considere oportunas. A quienes no somos él, ni diputados, sino simple carne mortal, carne de escáner, nos sobran motivos para la inquietud. ¿Y dicen que estos señores son los que se encargan de garantizar nuestra seguridad? ¡Virgen Santa!
Santiago González, EL MUNDO, 18/1/2010